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La democracia panameña: una democracia minimalista
- 29/03/2023 00:00

Minimalismo es la tendencia a reducirlo todo a lo esencial, un concepto importante para el arte o el diseño donde puede ser incluso considerado avant-garde, pero para el sistema democrático representa una contradicción con respecto a las expectativas ciudadanas de participación y el proceso de legitimación de la acción pública.
La democracia minimalista es antagónica con la llamada democracia participativa, ni hablar de la democracia deliberativa, de la democracia líquida o directa, estas se encuentran diametralmente opuestas al concepto minimalista de democracia.
El método democrático minimalista es aquel que determina si un sistema de gobierno es democrático de acuerdo con la existencia de un mínimo de condiciones posibles: elecciones periódicas, sufragio libre universal y una institucionalidad electoral que permita la alternancia al poder.
Es en gran parte una contribución del economista y politólogo austro norteamericano Joseph Shumpeter hacia la teoría democrática.
Según esta concepción, la forma para determinar si un gobierno es democrático es si los gobernantes son seleccionados mediante elecciones libres y competitivas, este es el principal y único indicador de una legítima experiencia de gobierno democrático.
Otro defensor del minimalismo democrático fue Samuel Huntington, para quien la democracia “consiste básicamente en que la mayoría de quienes toman las decisiones colectivas sean seleccionados mediante elecciones limpias, honestas y periódicas, en las cuales se compite abiertamente y casi toda la población adulta tenga derecho al voto”.
La noción minimalista de democracia es la que se refuerza en el sistema educativo panameño e influye de forma predominante en el entendimiento colectivo sobre lo que es la democracia.
Por regla general, dentro del sistema educativo a los estudiantes no se les enseña a participar políticamente y organizarse dentro de sus comunidades; el énfasis es en enseñarles a votar, como si el sufragio fuese la única forma de participación política.
Democracia minimalista es un concepto teórico que se reproduce en la mente de generaciones de panameños y constituye uno de los motivos de la baja cultura política de la población con respecto a los países que nos rodean. En resumen, lo que se transmite al estudiante es que la política y lo público es responsabilidad de los gobiernos; la nuestra es sencillamente escoger bien, lo que en la práctica supone, al menos peor.
Entre las circunstancias históricas y geopolíticas que fortalecieron esta limitada noción de la democracia, encontramos que al inicio del siglo XX tan solo 25 países que representaban el 10% de la población mundial eran gobernados mediante sistemas democráticos y la mayoría de esos países la practicaba de forma restringida. Hoy, de los 192 Estados reconocidos internacionalmente, al menos 120 pueden ser considerados democráticos, lo cual corresponde al 62% de la población mundial. (García Jurado, 2003).
La teoría de la democracia en olas de Samuel Huntington establece que la consolidación del sistema democrático llegó a nuestros países por medio de oleajes. En específico, se refiere a tres olas de carácter histórico (Huntington, 1991):
La primera empezó en 1828 con la primera elección presidencial de Estados Unidos que amplió el derecho al sufragio a una gran mayoría de ciudadanos; esa ola democratizadora abarcó también a Gran Bretaña, Francia, Suiza, etc.
Una segunda ola democratizadora comenzó justo luego de la Segunda Guerra Mundial, y abarcó países como Italia, Japón, Alemania occidental, Perú, Brasil, Costa Rica, Uruguay, etc.
La tercera ola arrancó en 1974 con la revolución de los claveles en Portugal y culminó con la caída del muro de Berlín en 1989; justo durante ese histórico mes, la ola democratizadora alcanzó a Panamá.
Durante las décadas de 1970 y 1980 la lucha por la democracia en Latinoamérica era mucho más sencilla de idealizar. La idea era simple: Elecciones libres, el sufragio universal como única forma de escoger a los gobernantes, lo cual incluía una institucionalidad democrática que garantizara la libre alternancia del poder, es decir, prevalecía una visión minimalista de la democracia incluso en las aspiraciones ciudadanas.
Sin embargo, esta visión minimalista era, según algunos autores deducen, necesaria para sustituir las dictaduras que prevalecían en América Latina durante las décadas de 1970 y 1980, (Przeworski, 1997).
Hoy la lucha por la democracia en nuestro continente es mucho más compleja debido al enorme desencanto que tenemos con respecto a la democracia minimalista - representativa.
La desconfianza ciudadana en lo público señala con claridad una ruta de reforma que incluye la participación de la ciudadanía en el ciclo completo de políticas públicas desde su formulación, implementación y evaluación, como único elemento capaz de garantizar que los recursos del Estado sean orientados hacia el bien común.
El efecto esperado es garantizar el uso efectivo, preciso y estratégico de los fondos, con políticas públicas participativas y transparentes.
Panamá es uno de los cinco países latinoamericanos cuyo sistema democrático ha dado muestras de durabilidad desde su establecimiento en 1994 cuando fuimos reconocidos por la oenegé “Freedom House” con la categoría de “Estado libre” (Guevara Mann, 2020), esto, debido a las elecciones libres celebradas en nuestro país en dicho año y la llegada al poder de uno de los partidos que en ese momento era de oposición al gobierno de Endara Galimany.
Debido a esta durabilidad del sistema democrático, el foco de atención ha mutado también. Si lo importante antes era la consolidación de la democracia y la alternancia del poder político, hoy el interés ciudadano y académico está fijado mayormente en la calidad y la profundización de esa democracia. (Levine y Molina, 2007).
La democracia panameña minimalista ha sido configurada bajo valores institucionales que favorecen la corrupción, el clientelismo, la discrecionalidad y el caciquismo político; esto tiene raíces históricas y culturales que son incluso anteriores a la era republicana, pero que a su vez se reforzaron en 1990 con la llegada de la nueva democracia liberal, representativa y minimalista.
Muy sumariamente, geopolítica es la forma como se organiza el poder dentro de la comunidad de Estados. La competencia para convertirse en la próxima superpotencia mundial tiene efectos colaterales para el resto de los países sobre todo en los periodos de mayor tensión. Durante la década de 1980 en adelante, como parte de su estrategia geopolítica, EE.UU. quiso garantizar algunas democracias en América Latina. Es importante recalcar que parte del discurso oficial interno favorecía el uso de la corrupción como anzuelo que motivaría a los grupos económicos y políticos a adoptarla. (Hutcshinson)
La lógica fue priorizar en el objetivo aunque se tuviesen que sacrificar ciertos valores. En ese momento el ratón se adueñó del queso, fue un proceso que seguramente algunos afirmen que se disparó durante el quinquenio 2009-2014, sin embargo la base estaba firme para que esa vorágine de corrupción ocurriera, y sigue casi intacta.
Durante los primeros 22 años de vida democrática los panameños no hemos priorizado la necesidad de un amplio debate nacional acerca del tipo de democracia que necesitamos para organizar el poder político bajo los más altos valores éticos.
En Costa Rica, para inscribir un partido político basta con 3 mil firmas ciudadanas. En Panamá, formalizar un partido político es prácticamente exclusivo de las elites clientelares, esas en cuyo cálculo cada firma tiene un costo en dólares.
El minimalismo democrático podemos considerarlo un paso inicial en la consolidación de la democracia latinoamericana que marca el fin del autoritarismo y es parte natural de la transición democrática en América Latina, sin embargo es pertinente tomar en cuenta el pensamiento del sociólogo ecuatoriano Agustín Cueva para quien las reglas minimalistas “son positivas, pero con la salvedad de que nunca funcionan de manera indeterminada, o sea, con independencia de su inserción en cierta estructura más compleja, que es la que les infunde una y otra 'orientación”, (Cuevas, A, 1988) refiriéndose obviamente al capitalismo.
Sin pretender ubicar la democracia como una categoría únicamente política, entendiendo la orientación que recibe desde la estructura económica, sigue siendo la concienciación y la participación ciudadana la ruta para avanzar desde la democracia minimalista actual hacia una verdadera cultura democrática participativa, tarea que no podemos delegar a futuras generaciones. Nos toca a nosotros dar el paso.