Martín Felipe Sosa, el contralor de hierro

Actualizado
  • 26/06/2022 00:00
Creado
  • 26/06/2022 00:00
Era retraído silencioso, aparentemente huraño, pero no necesito más de unos meses para ganarse el respeto de toda la república
Martín Felipe Sosa, el contralor de hierro

Cuentan algunas fuentes informales que pocas semanas antes de su toma de posesión, el presidente electo de la República de Panamá Harmodio Arias (1932-1934) buscaba afanosamente un candidato idóneo para el puesto de contralor general de la república.

Consciente de que la labor más importante que todo gobierno era la de mantener sus finanzas en orden –“pues todo lo demás depende de esto” - quería al mejor panameño capacitado para el puesto.

Fueron varias las recomendaciones recibidas, pero una en especial despertó la atención de Arias: un economista y abogado panameño que había desarrollado una brillante carrera profesional en la banca neoyorkina.

Se trataba de Martín Felipe Sosa Jované, hijo de Pedro José Sosa, el único profesional panameño que había laborado para la empresa Compagnie Universelle du Canal Interoceanique, en la que se desempeñó como ingeniero explorador y jefe del control técnico y del Departamento topográfico.

Huérfano de padre y madre a temprana edad, el joven Martín había sido enviado por sus tías a estudiar a internados en Estados Unidos, en los que había sobresalido por su inteligencia y capacidad para el estudio. En su momento, cursó estudios universitarios en los mejores centros académicos del mundo: una licenciatura en la Universidad de Yale, una maestría en Derecho en la Universidad de Columbia y un título en economía política en Montpellier, Francia.

Además de reunir la preparación y experiencia como banquero en Chile y Nueva York, Sosa tenía las del carácter: no tenía ambiciones políticas y sus acciones se movían por el más alto sentido de la ética. Tal vez más importante, había vivido mayormente en el extranjero y destacado por mérito propio. No debía nada a nadie en Panamá.

“Acepté el puesto de Contralor pues quería servir a mi país y prestarle la cooperación que estaba a mi alcance”, diría Sosa al regresar a Panamá en 1932, un mes después de haber juramentado Harmodio Arias como presidente.

La Contraloría, una institución nueva

Pocos han encontrado tal situación caótica en la Contraloria General de la República (1931-2022) como Martín Sosa. Así lo muestra el único reporte presentado por él, correspondiente al bienio de 1932-1934.

Este reporte, descrito por Ricardo J. Alfaro como “uno de los documentos oficiales más notables que jamás haya redactado un estadista panameño”, describe la situación que encontró Sosa: un país quebrado, con la contabilidad en completo caos y desorden, con el crédito inexistente y el Banco Nacional en bancarrota. El reporte también explica los métodos utilizados para controlar en dos años la situación, hasta alcanzar un superávit de caja y la confianza de las instituciones crediticias internacionales.

“La labor de la Contraloría ha sido intensa… Esta Administración, al comenzar sus labores el primero de octubre de 1932, encontró una situación fiscal caótica. Existía un desnivel en el presupuesto de 250 mil dólares mensuales, una deuda flotante de 3 millones de dólares, con paralización total en el pago de intereses y amortización sobre la deuda interna; los sueldos de los empleados públicos de agosto y septiembre y parte de julio estaban sin pagar, el Banco Nacional insolvente, etc.”, decía el informe.

“La Contraloría ha sido el organismo del Gobierno que más sufrió debido a recortes de personal y sueldos. Comparado con el bienio anterior, ha habido una reducción de un 42% en los sueldos y de un 33% en el personal - de 36 empleados a 24-. En cambio, el trabajo de la Contraloría se ha intensificado mucho. Por ejemplo, se mantiene un registro de empleados públicos que no existía; se maneja el empréstito de Conversión, se lleva un control exacto de las inversiones del Fondo Constitucional, lo cual antes no se hacía; se lleva un estado mensual de las sumas comprometidas por el Gobierno para así determinar la marcha del Presupuesto; se lleva el control de la “mercancía a la orden” que también es trabajo nuevo, etc.”.

La labor de Sosa empezó con hacer economías en todos los gastos del gobierno, desde la durísima tarea de disminuir los sueldos de los funcionarios en casi 80 mil dólares al mes (20%), y el personal en un 8%, además de recorte en los alquileres de edificios, contratos de luz eléctrica, compras de materiales, y la solicitud de una moratoria en la deuda externa e interna.

“Los primeros días de octubre de 1932 fueron una verdadera pesadilla, pero ya a fines del mes, la situación comenzaba a cambiar… Los sueldos de este mes se pagaron íntegramente antes del 10 de noviembre. El siguiente mes los sueldos se pagaron con mayor prontitud y también se cubrieron sueldos atrasados a la Policía. Ya en diciembre reinaba la normalidad en los pagos y el gobierno para permitir a sus empleados hacer sus compras de Navidad, adelantó el pago tres días. Desde esa época todos los pagos se han hecho puntualmente”.

El presupuesto

“Desde hace muchos años el país vivía sin presupuesto aprobado por la Asamblea. Se tomaba el presupuesto anterior y se añadía o recortaba, generalmente se añadía lo necesario. El resultado de este sistema es tan inconveniente que no sería acertado continuarlo”.

“La Asamblea en su última sesión logró aprobar un presupuesto que ha dado excelentes resultados y ha servido de piedra angular para la Administración”.

“Para mantener a las Secretarías dentro de los renglones del presupuesto, la Contraloría ha tenido una lucha tenaz pero con buenos resultados. Desde el principio se notó que aunque las cuentas eran bien llevadas en las distintas Secretarías y en particular en la oficina de contabilidad de la Secretaría de Hacienda, muchas veces los Secretarios no sabían cómo marchaba su presupuesto y el mismo contralor no tenía el dato a la vista”.

“Para remedir esta irregularidad, la Contraloría estableció un sistema de estados mensuales que indicaban a cada secretario cómo está cada artículo de su presupuesto y que incluye no solo gastos pagados sino también los comprometidos y aun no pagados. Estos estados los recibe cada Secretario y el Contralor a más tardar el día 10 de cada mes para el mes anterior. El resultado de este sistema ha sido excelente y hoy día es raro que la Contraloría tenga que rehusar una orden por falta de crédito en la partida pues las oficinas se han acostumbrado a vigilar sus presupuestos”.

En el reporte, Sosa explica que los estrictos controles en los pagos no satisficieron a muchos de los que “esperaban por influencia conseguir pagos preferentes”: “Durante varios meses la Contraloría sufrió un estado de sitio de personajes influyentes, unos amenazantes otros que trataban por mil maneras de que se les hicieran excepciones. No se hicieron salvo en el caso de los sueldos, primero a la Policía y luego a empleados destituidos”.

Casa en orden

De acuerdo con los datos de la periodista Esther Arjona, la labor de Sosa no fue fácil, pues el sacrificio que debió enfrentar la nación era fortísimo: “Las críticas abundaban. Algunos decían que era un fracaso como contralor sobre todo porque había sacrificado a contratistas, bancos y compañías para favorecer el pago de los salarios de los funcionarios”.

“La casa está en orden, diría el presidente Harmodio Arias en julio de 1933: “El presupuesto nivelado. Se pagaba puntualmente a los empleados públicos, se han cancelado deudas, el país recobra su crédito. Se aumentaban las rentas. Todo se manejaba con orden”.

Fallecimiento

Tras la presentación del informe a la Asamblea, en septiembre de 1934, Sosa decidió darse un respiro y emprender un viaje a Estados Unidos para atenderse una condición renal que había empeorado en los dos últimos años.

En Nueva York, sus médicos decidieron operarlo. Después de realizada la operación, no vivió más de dos horas. Falleció en la madrugada del 27 de octubre de 1934, a los 39 años.

Su muerte fue considerada en su momento una verdadera tragedia. Estaba en la cúspide de sus capacidades. Su reputación y el reconocimiento a su trabajo no podían ser mayores. El presidente Arias decretó tres días de duelo nacional. Su sepelio constituyó una de las ceremonias fúnebres más concurridas de la época.

En la actualidad, la figura de Martin Sosa ha sido mayormente olvida. Sin una referencia accesible en internet, sin una página en Wikipedia ni en ninguna de las otras colecciones de biografías de panameños ilustres, su nombre ha quedado asociado casi exclusivamente en el imaginario popular con la calle que conecta el corredor Norte con la Vía España, donde en 2006 ocurriera la llamada “Tragedia de la Cresta”.

Afortunadamente, su biografía ha sido reconstruida recientemente por la periodista Esther Arjona para El libro de los contralores ( 2022), un esfuerzo del contralor Gerardo Solís y Guillermo Ledezma Bradley.

Terminamos esta página con uno de los pensamientos que se vertieron en los diarios locales al momento de su muerte, y que resume la brillante labor realizada por Sosa: “Sin un presidente como Harmodio Arias, Panamá jamás habría tenido un contralor como Martín Sosa. Y sin un contralor como Martín Sosa, no habría hoy un solo balboa en las arcas del estado, porque las deudas habrían seguido acumulándose como en años anteriores, constituyendo cada vez más un peso sobre el público y una amenaza creciente para la estabilidad de la nación”.

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