• 02/11/2008 01:00

El Día de los Muertos

La muerte es lo único seguro que tenemos en la vida. Nos tiende a intimidar y nos angustia su realidad, especialmente cuando vemos parti...

La muerte es lo único seguro que tenemos en la vida. Nos tiende a intimidar y nos angustia su realidad, especialmente cuando vemos partir a nuestros seres queridos. Pero el tema de la muerte no debe ser tratado como algo a lo que hay que temer, sino aprender de cómo culturas antiguas han recreado la muerte y, por medio de esa recreación, hacen ritos sobre ella y fortalecen su carácter, muchas veces en base al punto de vista religioso, otras desde el punto de vista filosófico.

Los mexicanos tienen una visión muy diferente a lo que nosotros pensamos sobre la muerte y celebran el 2 de noviembre, más que por el hecho de morir, por lo que sigue después de eso. Pues no se puede imaginar cómo es la vida después de la muerte, el inicio de ese camino lo representan por medio de símbolos. La fiesta de los muertos en México está muy relacionada con la cultura azteca, que se regía por el calendario agrícola prehispánico, que tradicionalmente coincidía con el inicio de la cosecha. Representaba el primer banquete después de la temporada de sequía o escasez, y se compartía hasta con los muertos. En la cultura Náhuatl se adopta la muerte como el destino de todos (y de hecho, así es). Los aztecas ofrecían sacrificios a los dioses y éstos en retribución, derramaban luz y lluvia para hacer crecer la vida.

En los altares que se dedican a los muertos se encienden velas de cera, se queman incienso en pebeteros de barro cocido, se colocan imágenes cristianas: un crucifijo y la Virgen de Guadalupe. Se colocan retratos de las personas fallecidas. En platos de barro se colocan los alimentos, los preferidos por los difuntos y platillos de la región. Bebidas alcohólicas (el irremplazable tequila) o vasos con agua, jugos de frutas, panes de muerto adornados con azúcar roja que simula la sangre. Galletas, frutas de horno y dulces hechos con calabaza. Por supuesto, las calaveras son simbólicas. Muchos escritores se han ocupado de estas tradiciones, como Octavio Paz y Carlos Fuentes; también artistas como José Guadalupe Posada.

En el México contemporáneo hay un sentimiento especial ante el fenómeno natural que es la muerte y el dolor que produce. La muerte es como un espejo que refleja la forma en que se ha vivido. Cuando la muerte llega, se ilumina la vida. Si carece de sentido, tampoco lo tuvo la vida, “dime cómo mueres y te diré cómo eres”. A la muerte la tratan en forma jocosa e irónica, la llaman “calaca”, “huesuda”, “dentona”, la “flaca”, la “parca”. Al morir le dan definiciones como “petatearse”, “estirar la pata”, “pelarse” o “morirse”.

En ocasión del 2 de noviembre la embajadora de México, Yanerith Morgan, invitó a una exhibición del Día de los Muertos en el Museo del Canal, en honor a María Félix, “La Doña”, esa artista inolvidable que estuvo ligada a dos grandes de la música, Agustín Lara y Jorge Negrete. En tan inusual aquelarre se hizo explicó sobre los altares de muertos, y no faltaron las calaveritas de azúcar o papel, esqueletos en forma de piñatas, títeres, caricaturas o historietas. El 2007 se habían dedicado esos altares a la pintora Frida Kahlo, durante el año conmemorativo de su centenario. Enhorabuena por los intercambios artísticos que nos hacen crecer y educarnos, y recordamos con cariño el paso de nuestros amigos por esta vida, como Ramón Oviero y Raúl Vásquez, recientemente fallecidos y por el recuerdo de los seres que queremos y quisimos.

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