• 08/11/2008 01:00

Estudiantes y el futuro de Panamá

Preguntamos, ¿cuál es la aspiración ciudadana sobre el futuro de Panamá? Podemos adivinarlo: que nuestros niños, niñas y jóvenes sean ho...

Preguntamos, ¿cuál es la aspiración ciudadana sobre el futuro de Panamá? Podemos adivinarlo: que nuestros niños, niñas y jóvenes sean hombres y mujeres de bien, ante todo; que recorran noblemente su camino en la vida para que podamos estar orgullosos de ellos, y ellos de la Patria.

Pensamiento recto, y limpia conducta; conducta en consonancia con el pensamiento moral: ese ha sido y es el querer de nuestra ciudadanía. Confiamos en la fuerza potencialmente positiva de la juventud y por eso nos importa la formación de las nuevas generaciones mediante un proceso de educación integral.

Vivir es, ante todo, manifestar las facultades de actuar, de servir. La incapacidad de servir es, en cierto modo, la muerte, y no ha de haber tragedia más honda que sobrevivirse a sí mismo.

La vida es interesante cuando le damos un sentido espiritual, cuando una ilusión la alienta, y ponemos nuestra acción en marcha hacia ella. Adquirimos sentido de propósito cuando logramos vivir en los demás y cuando estando solos no nos sentimos en soledad.

Nada como la labor de la escuela para darnos esta íntima fruición.

Es en la escuela donde se siente palpitar el espíritu y el corazón de las nuevas generaciones, y en donde el anhelo de servirlas llega a su máxima intensidad.

La juventud debe ser generosidad, impulso noble, sana alegría, ilusión de vivir, carencia de odio y de rencor; y ha de ser también disciplina física, intelectual y moral, reflexión, amor por el estudio, preparación para el futuro. Inculcando así a nuestros jóvenes en concienciarlos y hacerlos responsables de su maravillosa misión de creadores de su propio porvenir y del porvenir de la patria. ¿Y por qué no decirlo de una vez?: del porvenir de la humanidad también. Porque vivimos en un mundo de ásperas rivalidades y de incomprensión, y un mundo así carece de belleza.

Ya ni individual ni colectivamente podremos vivir en aislamiento. Somos parte de un todo y, entre las partes, la armonía ha de ser hoy un imperativo categórico.

El futuro de Panamá depende, pues, de la formación que debemos, mediante un proceso de educación integral, a nuestros niños, niñas y jóvenes para que piensen en Panamá.

Su primer deber patriótico es tener conciencia clara de lo que es nuestro país. Para ello necesitan conocerlo en sus realizaciones, en su potencialidad, en su historia.

Así, ulteriormente, podrán entrar al combate de la lucha por una vida mejor con espíritu generoso, con la conciencia limpia, con el sentido de la propia dignidad, con ánimo de concordia y tolerancia aprendido en nuestras escuelas.

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