• 24/11/2008 01:00

Pecados y reconciliación

Existe un momento en la vida de las personas y de las naciones en el que resulta ineludible que se tomen el tiempo necesario para enfren...

Existe un momento en la vida de las personas y de las naciones en el que resulta ineludible que se tomen el tiempo necesario para enfrentar sus dificultades de convivencia en sociedad. Sus pecados pasados. Sus desaciertos. Atender los retos y las exigencias de su presente para reconciliarse con la verdad de su existencia.

Leía entretenido el libro “What Is the What” de Dave Eggers esperando mi turno cuando escuché, en medio de las célebres conversaciones de barbería, que: “todos esos perredés son unos corruptos”. Dicho y escuchado cientos de veces, esta vez no pasó sin dejar una duda insistente que distrajo mi concentración en la lectura.

¿Qué tan posible sea que 650 mil panameños, de diversos estratos sociales, culturales, económicos y educativos compartan una conducta tan negativa en detrimento del desarrollo de la Nación? Un partido que tiene como argumento haber sido punta de lanza de los eventos históricos más significativos de los últimas décadas, que contribuyó decididamente a cimentar la independencia y la integración total del territorio nacional. ¿Cómo es que todos son unos corruptos?

En 1995, en Sudáfrica se firmó el Acta para la Promoción de la Unidad y Reconciliación Nacional (Promotion of National Unity and Reconciliation Act). Esto dio lugar a la creación de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (Truth and Reconciliation Commission —TRC—). (La comisión que creó la presidenta Moscoso no hablaba de reconciliación por ningún lado). La intención del TRC sudafricano era de “servir de testigo, documentar y en algunos casos rehabilitar y dar amnistía a los autores de crímenes relacionados a violación de los derechos humanos”. Tenía la autoridad de brindar indemnizaciones a las víctimas o sus familiares.

El ejemplo es un tanto extremo al comparar los crímenes llevados a cabo durante el Apartheid con los ocurridos durante los años de régimen militar en Panamá. Pero un sólo desaparecido es suficiente y la intención de aclarar lo ocurrido debe atenderse con seriedad y prontitud.

Al calor de la presente contienda electoral, los que utilizan la frase de la barbería lo hacen con suma facilidad. Pero algo hay detrás de esto: oportunidades se han dado desde la invasión de 1989 para atender seriamente los reclamos existentes y mover al país hacia una verdadera reconciliación. En vez, han preferido — en particular los de oposición al PRD — mantener el tema inconcluso para su beneficio político y en algún caso personal.

En el programa de un próximo gobierno se debe promover a nivel de Estado un proceso genuino de apertura, compensación y reconciliación. No será fácil, pero de igual modo, y ya que estamos en eso, en medio de tantas promesas de bienestar para todos, el Estado también debe atender sus deudas históricas para que todos los que sufrieron sean reconocidos.

Debe reconciliar y pedir perdón por el desacierto ofensivo de la Constitución de 1941: “razas indeseables”. Por el asesinato y la desaparición de líderes y militantes estudiantiles antes de 1968 (Juan Navas Pájaro, por ejemplo).

Pedir perdón por los cientos de muertos producidos por la marginación y la desatención social a grandes sectores de la población. La discriminación racial y cultural que aún impera. Sólo así, con la verdad de los hechos sobre la mesa, podremos construir el camino de desarrollo, prosperidad y bienestar que el futuro nos propone.

-El autor es comunicador social.ernestoholder@gmail.com

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