• 31/07/2009 02:00

Una mirada al exterior

Los acuerdos estratégicos entre Estados Unidos y China demuestran la existencia de una total dependencia e interdependencia en las relac...

Los acuerdos estratégicos entre Estados Unidos y China demuestran la existencia de una total dependencia e interdependencia en las relaciones internacionales. El presidente Barak Obama aseguró que sería inimaginable avanzar sin que China y Estados Unidos se pongan de acuerdo en cómo dar cabida a sus intereses en el mapa del siglo XXI. Es un viaje que han emprendido juntos. Estados Unidos sabe que sus raíces están del otro lado del Atlántico, pero desde hace años mira hacia el Pacífico. Ahora la voluntad de entendimiento entre las potencias ha sido bautizada como el G-2 o Chinamérica.

Para ponerlo en perspectiva basta considerar que actualmente una cuarta parte de la deuda pública de Washington está en manos chinas, lo que representa asumir un riesgo de $800,000 millones en bonos del Tesoro estadounidense. Beijing apuesta así de manera masiva al dólar, a pesar de la fragilidad de esa moneda, porque no tiene ningún interés en que se produzca un colapso de la economía estadounidense. Eso sería desastroso para sus exportaciones y para el destino de sus inversiones. Los aspectos económicos y financieros bilaterales, que comprenden inversiones en infraestructuras y tecnología para ahorro energético, son parte de una abultada agenda política que alcanza, entre otros temas, las relaciones con Irán y Corea del Norte.

Ese ejemplo demuestra que una de las claves del éxito en los procesos de desarrollo económico y social de América Latina es, precisamente, adquirir una firme conciencia de que el destino de cada país es dependiente e interdependiente de la suerte de los vecinos. Por eso es importante que el gobierno del presidente Ricardo Martinelli, a solo un mes de gestión, coloque la temática de las relaciones con la comunidad internacional como una de las prioridades de su agenda. Es fácil dejarse absorber por la enorme tarea interna sin mirar al exterior. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la solución a los problemas nacionales también tiene, obligatoriamente, un abordaje internacional. De allí la importancia de que el nuevo servicio exterior conozca a profundidad y esté alineado con los intereses estratégicos de la Nación. El país, sin embargo, no debe tomar partido en la polarización ideológica que pretende establecer una lucha de carácter antagónico entre bloques latinoamericanos, porque deteriora la dinámica y efectividad de los mecanismos regionales existentes como el SICA, el Mercosur, el Grupo de Río y la OEA. Eso erosiona la base de entendimiento colectivo, debilita los sistemas democráticos —como se está experimentando en Honduras— y abona el resurgimiento autoritario y el aumento de la inestabilidad política y social.

En ese contexto resulta oportuno el llamado del empresario Rubén Castillo, que acaba de asumir la presidencia de la APEDE, para que el nuevo gobierno impulse una campaña diplomática que dé a conocer la visión del presidente Martinelli y su proyecto de Nación, con la determinación de buscar vías de entendimiento con la comunidad internacional en temas vitales para Panamá que no impliquen ninguna forma de sumisión, sino de comunicación y respeto entre Estados soberanos e independientes. Diálogo político, superación de esquemas de doble imposición fiscal, acuerdos comerciales, optimización de servicios marítimos, recuperación del mercado inmobiliario, exportaciones no tradicionales, ofertas turísticas, cooperación internacional y lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, son algunos de los temas de la agenda internacional.

Si internamente se preserva la estabilidad política y social y se garantiza la seguridad jurídica, eso tiene un impacto internacional, porque genera un clima apropiado para que continúen llegando al país las inversiones extranjeras de calidad que generan empleos y dan sostenibilidad al crecimiento económico.

*Periodista.d_olaciregui@hotmail.com

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