• 02/09/2009 02:00

¡Estos ser los carnavales!

Especialmente en los últimos años, la organización del carnaval capitalino ha dejado mucho que desear: improvisaciones, tranques diarios...

Especialmente en los últimos años, la organización del carnaval capitalino ha dejado mucho que desear: improvisaciones, tranques diarios en importantes avenidas, ruidos escandalosos causando noches de insomnio, comercios aledaños inaccesibles y todo ello unido a una abismal ausencia de transparencia, con sobrecostos escondidos, contratos disfrazados, faltantes sospechosos y dineros públicos derrochados sin rendir cuentas, incluyendo impuestos de artistas extranjeros dejados de pagar. A pesar del rechazo de hoy —bien merecido por esa desorganización y derroche de más de 20 millones de balboas desde el 2005— debemos encontrar una solución que mantenga la tradición y satisfaga a todos.

Como cuestión previa habría que definir claramente si el objetivo principal de las festividades es atraer al turista extranjero.

De ser así, las principales actividades deben estar enfocadas hacia ese propósito y ser dispuestas acorde a esa estrategia, sin perjuicio de abrir el compás para permitir a todos los panameños que también quieran participar sanamente. Otra decisión básica será prohibir que el gobierno asigne fondos públicos para pagar algunos gastos relacionados con las festividades, salvo una eficiente campaña publicitaria en el extranjero para atraer turistas de los países con mayores posibilidades de asistir.

Una disección de las actividades del carnaval panameño muestra tres elementos claramente diferenciados: un desfile diario, música con artistas nacionales o extranjeros, y culecos.

El problema estriba, a nuestro juicio, en pretender reunir las tres actividades en un mismo espacio durante los días del jolgorio. Así sucedió con los espacios habilitados en Vía España y en la Transístmica durante los últimos años, con las consecuentes molestias e inconvenientes apuntados.

La organización de cada actividad en áreas bien separadas podría explorarse como una posible solución al problema.

Los desfiles. Siendo el mayor atractivo para capitalinos y turistas, la ruta se fijaría por áreas que permitan el mayor acceso del público. Bien organizados con lujosas carrozas, alegres comparsas e imaginativos disfraces que reflejen los temas creativos de cada carnaval, devolverían la vistosidad y colorido de antaño.

La música. Artistas locales y extranjeros se presentarían en estadios, gimnasios y otras áreas públicas cerradas, y en sitios de esparcimiento de asociaciones o clubes privados. La contratación de artistas renombrados internacionales constituiría un incentivo adicional para atraer visitantes extranjeros y los precios de entrada deberán posibilitar el acceso de panameños de todos los niveles económicos.

Los culecos. Se organizarían cada día en diferentes sectores de la capital, para que dejen de ser una actividad masiva central —potencialmente incontrolable— y convertirse en una diversión de vecinos en el propio vecindario, sin obstruir el tránsito vehicular.

Hoy, el carnaval capitalino que busca desesperadamente un lugar donde acampar el próximo año, se encuentra huérfano de cariño y rechazado hasta por la Iglesia; nos incumbe entonces revivir aquella fiesta sana y de buen gusto del pueblo, aquella fama que otrora tuvo Panamá. Inspirados en el ayer, con alegría, serpentinas y confetis deberíamos poder corear otra vez “¡ estos ser los carnavales !”

No improvisemos. Alguien con comprobada capacidad debe asumir ya la organización del próximo carnaval y con apoyo de la empresa privada debería crear el ambiente adecuado para satisfacción de propios y extraños. Tampoco es muy temprano para mirar más allá y dar los primeros pasos para la planificación del Carnaval 2011.

*Ex diputada de la República.mireyalasso@yahoo.com

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