• 06/05/2015 02:01

¿Quién salvará al San José?

El olor a brea de calafateo inunda el ambiente cargado del puerto de Guayaquil

El olor a brea de calafateo inunda el ambiente cargado del puerto de Guayaquil. Sobre el casco del galeón San José terminan de fraguar la viscosa mezcla. Corre el año de 1610. Las tablas impregnadas de brea y cáñamo terminaban de empapar todas las rendijas del barco para evitar que el agua entrara dentro de él, esfuerzo que veintiún años más tarde no serviría de mucho, pues el galeón terminaría sumergido en las aguas poco profundas de isla Contadora, en el archipiélago de Las Perlas, en Panamá.

El 17 de junio de 1631 el San José, junto con sus más de 700 toneladas, encalló y se hundió en el Golfo de Panamá, perdiendo la Corona española uno de los más ricos cargamentos de oro y plata que surcara los mares del imperio americano. El más grande tesoro que era transportado desde El Callao se pierde para siempre. Documentan los especialistas que el naufragio del San José, que ‘fue uno de los más ricos enviados desde entonces desde el Nuevo Mundo'. En el esfuerzo de recuperar parte del naufragio del pecio del San José, 25 cañones de los 28 que defendían el galeón son rescatados, quedando tres de ellos guardando los siglos para volverlos a flotar.

Tres siglos —menos o más— la acción de expolio del tesoro de San José se ampara bajo un contrato firmado entre el Estado panameño y una empresa privada denominada Investigaciones Marinas del Istmo (IMDI); rubricado por el Ministerio de Economía y Finanzas y el Instituto Nacional de Cultura (INAC), bajo adendas y posterior a la expiración del mismo contrato. El año pasado no solo se extiende el contrato con IMDI, sino que autoriza a los cazatesoros a ampliar su pesquisa sobre todas las aguas territoriales del país. La empresa paga al Estado, sobre la base de los tesoros rescatados, un 35 % de lo encontrado, quedando el 65 % en manos de los empresarios. El Estado recibe pago con el patrimonio cultural de los panameños y los empresarios se quedan con el resto.

De documentos científicos disponibles (Resultados de Reconocimientos Arqueológicos Subacuáticos, El río Chagres y el Arrecife Lajas, República de Panamá. Informe Técnico al Instituto Nacional de Cultura. 2009) se sabe que, al menos en la desembocadura del río Chagres, se documenta un número importante de naufragios o pecios en ese lugar del Caribe. De la flota de Henry Morgan, su barco insignia, Satisfaction, se documenta hundido en un arrecife en la boca del río Chagres en 1671, junto con cinco embarcaciones de la flota. La Chaperon se desapareció en el mismo lugar para 1681. También se registra —en la boca del Chagres— el hundimiento de dos grandes embarcaciones españolas hundidas por el ataque del pirata Vernon. Se conoce del naufragio del barco de vela estadounidense Rocket, que explotó y se hundió en 1845 en las orillas del Chagres en 1845 (Liot 1849:18-19). Solo para ese pequeño espacio del Caribe, se documenta lo anterior, sin contar con todos los naufragios durante la intensa actividad de las ferias de Portobelo en los trescientos años de pujanza imperial en aguas del Caribe; sumado a todo lo que puedes haber en el Golfo de Panamá nos hace concluir que existe un enorme potencial de los tesoros coloniales sumergido en aguas panameñas. De allí el conflicto entre el apetito privado y el potencial arqueológico por defender.

El recurso arqueológico es importante para documentar la historia de América Colonial y ofrecer pistas sobre la intensa actividad económica en uno de los periodos más importantes de nuestra historia. Las circunstancias expuestas obligan al Estado panameño a firmar y ratificar —entre los primeros en América— la Convención de la Unesco para la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático. Más tarde el cuerpo normativo de protección patrimonial de los recursos subacuáticos se recoge bajo la normativa adoptada a nivel regional. Es decir, Panamá Nación tiene normativas internacionales y nacionales que protegen el patrimonio sumergido en aguas panameñas.

Volviendo al tema administrativo y bajo un simple análisis legal, se desprende la necesidad de revocar el contrato, detener el expolio panameño de tesoros sumergidos y reclamar como propio lo extraído del fondo del mar por ser parte del patrimonio cultural panameño.

Las leyes panameñas protegen el patrimonio cultural de todos. Las normas y leyes son de estricto cumplimiento, cayendo la falta de ellas en lo penal. Lamentablemente, por la fragilidad del recurso arqueológico sumergido ni ahora revocando el contrato ni reemplazando casa por cárcel para los infractores, se logrará resarcir los daños por toda la información perdida por voraces apetitos de empresarios y malos panameños. Urge resolver este asunto y devolver la condición de protección y patrimonio nacional, reconociendo que Panamá y sus recursos son para los panameños. La Convención para la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático aprobó en Paris la investigación del expolio del pecio de San José, preparando una visita a Panamá para investigar y determinar quién lo salvará de los nuevos piratas.

Amanecerá y veremos.

INGENIERO INDUSTRIAL.

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