• 25/04/2016 02:02

¡Un año excepcionalmente calamitoso!

‘Panamá necesita... que... el presidente... sea inflexible con la impunidad...'

El decurso del 2016 que avanza hacia la mitad del tiempo fijado, ha transcurrido en medio de una situación generalmente crítica, por lo que tratamos de ser lo más objetivos posible en nuestras reflexiones (un tanto filosóficas), acerca de este año excepcionalmente calamitoso, sobre todo en el orden político y social de Panamá y otros países latinoamericanos. No es una cuestión técnica ni económica ni política. Todo eso viene por añadidura. El hombre es un ser moral. La virtud no es una quimera ni un sueño ni una amputación de la libertad del hombre; al contrario, es un fundamento.

Lo propio del varón es la virilidad, la fuerza genésica, la capacidad de engendrar, de crear, de producir un resultado, un efecto, un cambio, un bien. De producir a base de un esfuerzo, de una dedicación, de una entrega, de una generosidad, de un sacrificio. Los orígenes de cualquier empresa humana son siempre pequeños e inciertos. De una semilla menuda nace un gran árbol. La abundancia no da la fuerza creadora, al contrario, la amortigua, cuando no la corrompe.

Lo que abunda se hace vulgar, se desprecia. Entre las necesidades del hombre y los recursos para satisfacerlas tiene que haber un equilibrio de escasez y de abundancia, y es en ese equilibrio donde el hombre se humaniza. Basta con refrescar ejemplos históricos: de Alemania y Japón, dos pueblos que descansaban en la filosofía de la fuerza, destruidos y, sobre todo, vencidos, humillados material y moralmente, nacen los dos pueblos económicamente más fuertes del planeta, en su escala. Nacen por un esfuerzo solidario y heroico desde esa nada a la que habían quedado reducidos.

Pero, generalizando, porque no hay ciencia más que de lo general, Grecia no tenía más que la fuerza de su inteligencia; Roma, mucho más pobre que Cartago, tenía la virilidad de los romanos de la República; los pobres pueblos peninsulares, España y Portugal, sacando fuerzas de flaqueza, descubrieron y colonizaron medio mundo. Israel, por ejemplo, no puede decir por eso que es pobre, porque no tiene riquezas naturales. Estado del Medio Oriente, con menos recursos y población, ha sabido elevar el nivel de vida produciendo más y mejor a base de inteligencia, de disciplina, del estímulo de la obra bien hecha.

No es que la productividad sea la ‘medida de todas las cosas '. El hombre no se ha hecho para la productividad económica ni para los sistemas políticos, los que fueren, ni para nada, mientras que todo se ha hecho para el hombre. No es la renta ‘per cápita ' la que hace que el hombre pueda llevar alta su cabeza, sino el vivir en una sociedad, con libertad, con orden, con paz, con justicia, con un nivel de vida suficiente, pero no desmesurado. Ni son los problemas de su conflictividad los que pueden abatirle. Son su laboriosidad, su constancia, su fe y su fidelidad, su generosidad, su solidaridad y, en suma, su moralidad, su virilidad, su hombría de bien, lo que está en juego.

En la actividad política, las luchas por el puro protagonismo personal son, han sido siempre, estériles. No hay actividad humana más alta que la de juzgar, pero es sabido que de la corrupción de lo óptimo sale lo peor. Panamá se tiene que salvar de su abatimiento institucional, de su postración democrática actual, por su virtud cívica y patriótica, por su hombría, por su fe. No a base de una unidad utópica, que no es humana, sino de una solidaridad que viene de sólido, de fuerte, que sobrepase la peligrosidad de lo que nos amenaza.

Todavía está pendiente una decisión firme del Ejecutivo y del Ministerio Público sobre el escándalo ‘global ' causado por Mossack & Fonseca, con el consiguiente desprestigio a que arrastró a todo el país. Es el mayor y más grave daño que se ha hecho a Panamá en más de una centuria republicana. Panamá necesita con urgencia que los órganos del Estado funcionen conforme a la Constitución, y que el presidente de la República sea inflexible con la impunidad, que proceda con dignidad y firmeza en hacer justicia.

MAESTRO DE CIUDADANOS.

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