• 06/05/2018 02:05

Un trío perfecto

 Es imposible sustraernos de esta globalizada modalidad comercial que hasta ofrece ‘parques infantiles' sin árboles ni tierra

Una grata reunión en Panamá con familiares residentes en el extranjero me sacó de la rutina diaria. Hubo desayunos, cenas, almuerzos, paseos por la ciudad, etc. Pero como era de rigor, los ‘malls' estaban en el programa de los visitantes; frecuento lo menos posible lo que Eduardo Galeano llama ‘templo mayor de las misas del consumo', pero en estos días recorrí tres de ellas de cabo a cabo con pies adoloridos y rodillas quejosas; y entendí por qué los grandes centros comerciales han convertido a Panamá en la Miami para los centroamericanos y algunos países sureños; aquí se encuentra de todo a precios muy favorables y para todos los bolsillos; desde carísimas y reconocidas marcas de mucho ‘caché' hasta pantis de cincuenta y nueve centavos; y todo sin necesidad de viajar a los Estados Unidos que cada vez hace más difícil la visa norteamericana. El hervidero de personas en pasillos, restaurante, almacenes y cientos de autos en los estacionamientos indican que además de ir de compras, a estos centros comerciales se va a pasear, comer, pagar cuentas, al cine, o ‘cuando no hay nada que hacer' (con aire acondicionado). Es imposible sustraernos de esta globalizada modalidad comercial que hasta ofrece ‘parques infantiles' sin árboles ni tierra ni brisa natural ni el tilín tilín del paletero, pero sí ‘maquinitas', juguetes plásticos para ‘jugar al supermercado', etc.

La sociedad de consumo bien cultivada en los ‘malls' y la ‘obsolescencia programada' (OP) van de la mano; el término ‘OP' fue acuñado para productos y artículos con un término de vida prefijado por los fabricantes, es decir, desechables para crear la demanda constante que sirva para la producción masiva y, a la vez, filón de ganancias para los comerciantes. Con esta práctica los consumidores nos vemos obligados a reemplazar el producto dañado; o porque pasó de moda (ej. ropa); o porque fue superado por modelos con más funciones, velocidad, etc. (ej. celulares, televisores). Aún recuerdo con nostalgia mi primer celular, pequeño y con teclas para lo que me pareció grandioso en aquellos tiempos: hacer llamadas y recibirlas sin estar en casa; después un familiar me montó campaña, porque me resistía al nuevo aparato que podía enviar y recibir mensajes escritos, leer el ‘e-mail', noticias del mundo, etc. Y así quedé de víctima de la OP con digitalizados celulares que evolucionan tanto que temo que lleguen a programarme como robot.

Hace muchos años leí ‘The waste makers' (1960) traducido al español con el título ‘Los artífices del derroche', cuyo autor, Vance Packard, revelaba las estratagemas para obligarnos a reemplazar productos fabricados con piezas con poca capacidad de resistencia; recuerdo haber leído sobre la marca de una lavadora que duraba demasiado, mal negocio; salieron al mercado otras marcas que se anunciaron como insuperable; el fabricante de la eficiente lavadora fue a la quiebra; compradores, encandilados por la publicidad, se fueron con las fabricadas con OP. Estoy segura de que muchos lectores al leer estos trucos sucios (porque lo son) recordarán aquel viejo tocadiscos; la refrigeradora que regaló ‘buenecita', porque salió una bien moderna y bonita que con solo presionar digitalizados botones sirve agua o hielo; recuerdo mi vieja y ruidosa lavadora que lavaba bien con solo dos botones de metal, no como las de ahora a las que se les daña ‘la tarjeta memoria' y reemplazarla cuesta casi, casi lo que una nueva, amarga experiencia cortesía de la OP. ¿Sabe que algunos cartuchos de tinta de impresoras tienen un ‘chip inteligente' que desactiva la impresión cuando uno de los colores llega a cierto nivel? Los videojuegos, y equipos electrónicos en general vienen con OP. programada (notebooks, tabletas, etc.); los ‘software' o programas que necesitan ‘hardware' diferente también tienen OP. Los libros de texto, que tantas quejas causan cada año, también se valen de la o. p. para el jugoso negocio anual; ni para venderlos en Salsipuedes sirven. Los automóviles con OP en piezas electrónicas ni se diga. ¿Por qué cambian las modas, de faldas tubo a faldas acampanadas? Nada escapa a la OP que, además de afectar la economía familiar, perjudica los recursos naturales y convierte tierras y mares en vertederos de basura.

El sistema económico, la publicidad y los ‘malls' hacen el trío perfecto para la obsolescencia programada que les es vital. Y eso no va a cambiar. Ante esta realidad modificar hábitos de consumo, contener las ganas de reemplazar lo que todavía es útil por ‘lo último' que, téngalo por seguro, también viene con OP, sería un buen comienzo. Diciéndolo con expresión panameña, seríamos ‘menos congos'.

COMUNICADORA SOCIAL.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus