• 18/11/2019 00:00

Reformas constitucionales: chispas que no generan incendios

Reformas constitucionales: chispas que no generan incendios

En los años sesenta del siglo pasado, el mundo fue testigo de una copiosa cantidad de movimientos de jóvenes más o menos espontáneos, como los que recientemente hemos conocido en varios países, incluido el nuestro, con el asunto de las reformas constitucionales, la mayoría con desenlaces parecidos: aplastados por el sistema dominante a sangre y fuego o aplastados por su propia ingenuidad política respecto al qué hacer. A diferencia de los primeros que generaron alerta roja a las clases dominantes —Checoeslovaquia, China, Francia, México, Colombia, entre otros— los segundos se extinguen por sus propias fuerzas.

El premio Nobel norteamericano Noam Chomsky, una vez habló de “Chispas que no generan incendio”, refiriéndose a movimientos estudiantiles que en cierto momento de su lucha hicieron mancuerna con el movimiento obrero-como en Francia, pero que no llegaron al punto de profundizar esa alianza antes de ser aplastados por el régimen que protegía a las clases dominantes.

En realidad, esto ha ocurrido en múltiples ocasiones, terminando la chispa por ser o bien aplastada con fuerza o bien, apagada por sus propias limitaciones internas. En estos casos, los aparatos represores no tuvieron que hacer mucho esfuerzo para que tales movimientos pasaran a la historia sin pena ni gloria. Chomsky (2013) ejemplifica varios impulsos masivos importantes en los propios EUA y en Francia.

Hace unas semanas me atreví a “pronosticar” que el pulseo sobre las reformas constitucionales al final de la coyuntura que probablemente se extienda hasta el otro año, iba a ser ganada por los intereses de las clases pudientes del país; ni siquiera por las mal llamadas clases políticas —mal llamadas porque científicamente no existe una clase social de tal denominación— representadas en la Asamblea Nacional. En efecto, los asaltos boxeados a la fecha confirman que ese será el desenlace concluyente de esta tragedia.

Por un lado, ha sido evidente que se ha ido disolviendo la fuerza de los jóvenes —las dos últimas fechas de protesta pública en las inmediaciones de la Asamblea no rebasaron las 50 personas— por otro lado, la centralidad del discurso de oposición a cualquier reforma propuesta por el ejecutivo o los diputados, quedó atrás una vez fueron empantanados en las intervenciones que estos han vendido como si fueran consultas que este órgano legislativo viene haciendo para aprobación de las mismas el otro año. Aparentemente, los líderes juveniles dejaron escabullir una interesante oportunidad para que madurara una organización de jóvenes, al menos estudiantes, que se preparara para la lucha de mayores exigencias históricas por venir.

No dudo que, en próximos movimientos de protesta, los grupos juveniles se orienten según las organizaciones de clase con las que se sienten más identificadas. Desde las más conservadoras con barniz religioso, hasta los grupos anarco-sindicales, más activos. El protagonismo de los grupos estudiantiles parece quedar en segundo plano.

Recientemente, entraron en escena otros actores sociales. Estos tienen un mayor nivel de madurez política que la de los jóvenes, pero al igual que estos, no se asegura consistencia ideológica en los intereses a ser defendidos. Me refiero a los grupos de trabajadores organizados en gremios profesionales y sindicales, los cuales en momentos en que se agote la consigna de rechazo a las reformas propuestas recientemente y se deba pasar a la fase de propuesta de una nueva constitución, podrían aparecer fisuras.

Es decir, al momento de las propuestas, si no se ha sabido alcanzar unidad de criterios sobre cuáles son los tipos de contenido —favorables a los intereses históricos populares— de una nueva constitución, la fuerza de este movimiento se diluirá. Por ejemplo, si en este momento, hubiese que plantearse constitucionalmente la refundación del sistema de salud panameño, sucede que en las propias filas de muchas de las organizaciones sindicales se teme dar el paso hacia el sistema nacional único de salud, destruyendo lo que ha alimentado a los mercaderes de la salud del país, a saber: El sistema Bicéfalo —Minsa y CSS— que sufre una crisis no resuelta con medidas tecnócratas ni institucionales, desde hace más de dos décadas. Esto, enfrentaría a las propias organizaciones llamadas a representar a los intereses populares, restándole fuerza. Por ende, el proyecto constitucionalista de las élites empresariales de “cambiar para no cambiar”, se vería beneficiado.

¿Estarán las organizaciones populares conscientes del paso que debe darse para pasar de la chispa al incendio histórico?

Sociólogo y docente de la UP.
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