• 08/03/2020 04:00

Las mujeres están cambiando el mundo

En el marco del Día Internacional de la Mujer, preguntamos ¿por qué Panamá necesita un Ministerio de las Mujeres?.

En el marco del Día Internacional de la Mujer, preguntamos ¿por qué Panamá necesita un Ministerio de las Mujeres?

En primer lugar, porque las trayectorias de vida de hombres y mujeres son distintas.

Las necesidades prácticas y los intereses estratégicos de las mujeres generalmente, no están presentes en las políticas públicas. El poder político y económico ha estado en manos masculinas, sin contar con la otra mitad de la humanidad.

La ausencia de las mujeres en la toma de decisiones al más alto nivel ha distorsionado la realidad, a tal punto que no se ve la importancia de lo cotidiano. Se da por sentado que habrá comida en la mesa, ropa limpia, orden en casa, etc. Como si esto ocurriera por arte de magia.

Es por esta razón que, por ejemplo, a pesar de que las mujeres panameñas tienen un alto nivel de estudios, en relación a los hombres, son estos quienes tienen ventajas en el mercado laboral. Se considera, erróneamente, que la crianza es una función femenina, y que los varones no tienen responsabilidad directa, aunque algunos “ayudan” en esta tarea. Por lo tanto, el mercado laboral prefiere la mano de obra masculina, que está disponible 24 horas los siete días de la semana.

En el ánimo de “solucionar” este problema, desde hace décadas establecieron los llamados COIF (Centros de Orientación Infantil y Familiar), con el fin de que las madres pudieran dejar a su prole y liberarse, ya sea para trabajar o estudiar. Aquí hubo un sesgo muy grande, porque se legisló que las empresas debían tener estos sitios según el número de mujeres empleadas, como si los hijos fueran solo de ellas. Entonces las empresas contrataban menos del número establecido, para no tener que atender a los hijos e hijas. Hecha la ley, hecha la trampa. Muchos COIF desaparecieron con el tiempo.

Las criaturas son hijos de papá y mamá y ambos progenitores deben tener la posibilidad de contar con centros de atención infantil adecuados en todas las empresas, en todas las instituciones, en todos los municipios, en todas las universidades públicas y particulares (no solo en su sede central, también en las extensiones y centros regionales).

Ahora existen los CAIPI (Centros de Atención Integral a la Primera Infancia), que brindan servicios de atención y educación a los niños de cero a cuatro años, pero hay que mejorarlos y deben estar disponibles en todo el territorio nacional, accesibles económica y geográficamente. El Ministerio de Desarrollo Social ha retomado esa tarea. Falta mucho por hacer. La crianza debe ser una responsabilidad compartida por toda la sociedad en su conjunto, además de la familia, el Estado y la empresa privada.

Esto es solo una muestra de la ausencia de las necesidades de las mujeres en las políticas públicas. Podemos mencionar el problema de los embarazos adolescentes en Panamá. Según las estadísticas del Ministerio de Salud (Minsa), el 26.7 % de las que entraron a control del embarazo tienen entre 10 y 19 años (enero-noviembre 2019). Este porcentaje se acentúa en Bocas del Toro, 34.2 %; en la Comarca Ngäbe Buglé, 32.7 %; y en Los Santos, 31.5 %, donde más de un tercio son adolescentes. ¿Y cuántas son las que no acuden a control? ¿O se atienden en otras instancias, como la Caja de Seguro Social o clínicas privadas, por ejemplo?

Este problema no resuelto (porque se considera tabú) es una de las razones por las que Panamá, a pesar de tener un Índice de Desarrollo Humano (IDH) alto (67), incluso mejor que nuestros vecinos Costa Rica (68) y Colombia (79), pierde casi la mitad de este logro en el índice de desigualdad de género (IDG). El IDG, sitúa a Panamá en el lugar 108 en el mundo (igual que Namibia, que está en el lugar 130, según el IDH), mientras Costa Rica, ocupa el 61 (mejor que su IDH) y Colombia el 94.

Aquí es importante señalar que Panamá registra 249 mil 441 jóvenes que ni estudian ni trabajan (ninis) de 15 a 29 años (marzo 2019), y que la mayoría de ellos son mujeres. Precisamente, las chicas víctimas de embarazo precoz, que a menudo tienen otros hijos y no terminas sus estudios y tampoco tienen posibilidades de trabajar.

Según el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas (PNUD), el Índice de Desigualdad de Género (IDG) es un indicador de la desigualdad. Mide las desigualdades de género en tres aspectos importantes del desarrollo humano: la salud reproductiva (que se mide por la tasa de mortalidad materna y la tasa de fecundidad entre las adolescentes); el empoderamiento (que se mide por la proporción de escaños parlamentarios ocupados por mujeres y la proporción de mujeres y hombres adultos de 25 años o más que han cursado como mínimo la enseñanza secundaria); y la situación económica (expresada como la participación en el mercado laboral y medida según la tasa de participación en la fuerza de trabajo de mujeres y hombres de 15 años o más).

Las mujeres nos encontramos en el vértice del desarrollo. Somos las portadoras del futuro. Ninguna mujer puede darle a su descendencia lo que no tiene. Esta sentencia es hoy más grave que nunca, porque ahora sabemos que la vida de las personas se define en los primeros mil días, a partir de la gestación. Las criaturas más afortunadas, pasan todo ese tiempo con sus madres, y recibirán lo que ellas puedan darles.

Por eso es muy importante la situación en que viven las mujeres y la posición que ocupan en la toma de decisiones en todos los ámbitos: político, social, académico, cultural, familiar. Esto es lo que determinará la autonomía de las mujeres en la vida privada y pública, indispensable para garantizar el ejercicio de sus derechos humanos.

Hasta ahora las políticas públicas, en general, han tenido como sujeto a una persona masculina, como si representara a toda la gama de la sociedad. Tomar en cuenta la diversidad es un reto para la subsistencia de los seres humanos en el siglo XXI.

Directora del Icase, UP.
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