• 07/07/2020 00:00

Comunicación y resiliencia en la nueva realidad

esiliencia es la capacidad que tienen los sistemas de recuperarse luego de eventos críticos. La situación de la COVID-19 ha puesto a prueba la sobrevivencia local y la fluidez de los procesos sociales.

esiliencia es la capacidad que tienen los sistemas de recuperarse luego de eventos críticos. La situación de la COVID-19 ha puesto a prueba la sobrevivencia local y la fluidez de los procesos sociales. En el caso de la crisis que nos envuelve por la pandemia global, hay varias reflexiones que estimo importante compartir. Primero no usaré el término de la “nueva normalidad”. No existe una nueva normalidad, existe otra realidad y añadiría, otra oportunidad.

A más de cien días de confinamiento social, medios de comunicación se empeñan en posicionar mensajes perturbadores de muerte, contagios y además de agregar testimonios que no aportan a la recuperación de los sistemas sociales. Es importante la invocación de métodos represivos hacia la población, como aquellos de “sapea a tus vecinos” y demás formas de mantener un control social que se aleja de la realidad y las necesidades de la gran población nacional, misma que se ha visto impactada por problemas estructurales de pobreza y desigualdad. Las Casas de Paz no tienen capacidad de sancionar a todos los que salen de sus casas fuera de sus dos horas de oportunidad, en la nueva normalidad. La gente está sobreviviendo en la nueva realidad.

Los grandes conglomerados de contagios de la COVID se han reportado en los corregimientos más pobres de la Región Metropolitana, RM. Los distritos de Arraiján, La Chorrera; los corregimientos de Tocumen, la 24 de Diciembre son los que concentran la mayor población vinculada a una actividad informal de bienes y servicios. La movilidad del virus va acompañada de la movilidad de la fuerza de trabajo hacia los corregimientos centrales, concentradores de la riqueza y los servicios. Los medios de transporte masivo, en el caso particular del oeste de la RM, no ofrecen las condiciones para que esta población se traslade a ofrecer bienes y servicios. Las gentes viajan no como sardinas en lata, sino como nance en botella. En estas condiciones, lejos se está de contener el crecimiento de los contagios.

Se hace necesario invertir en modalidades de transporte que logren articular de manera segura la fuerza laboral con los centros de trabajo. En el caso del sector oeste, urge desarrollar esquemas de ordenamiento territorial que establezcan relaciones económicas y de bienestar social que alcancen a romper desigualdades que pasan por ejes transversales de educación, servicios básicos, equipamiento de transporte, de salud y fuentes de empleo. El Estado tiene acá una oportunidad en la nueva realidad.

La millonaria inversión del Metro con la línea 3 que sirve a una gran población fue un gran adelanto. Invito al Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial al desarrollo de Planes de Ordenamiento Locales para potenciar un desarrollo equilibrado y más equitativo para la gente. Estos esquemas de planificación ya han sido efectivos para potenciar el desarrollo de comunidades y lograr sostenibilidad ambiental del territorio. Pacora, Tocumen, Las Garzas, la 24 de Diciembre, esas personas, esperan una nueva oportunidad.

A nivel regional, la inversión en el desarrollo de mercados locales podría articular la producción agrícola del campo a la ciudad y reactivar la economía. Ya una vez propuse usar la red del Metro de Panamá para articular y potenciar una red de mercados urbanos en cada uno de los corregimientos centrales y periféricos de la ciudad. Los mercados locales podrían ser una estrategia para reactivar las economías locales, permitiendo incluso incorporar a comerciantes informales a la red formal de tributos, servicios y beneficios del Gobierno central. Merca Panama es una solución para mayoristas, pero no para el consumo doméstico y de minoristas. El Instituto de Mercadeo Agropecuario, las alcaldías de Panamá y San Miguelito y el Metro de Panamá, tienen una oportunidad en esta nueva realidad.

Finalmente, los medios de comunicación y los comunicadores podrían invocar a la recuperación de las comunidades, enfatizando las medidas de seguridad para minimizar la propagación del virus. Deberían ser enfáticos, sí, enfáticos, en promover la empatía y no el miedo entre la población. Un gran número de la población metropolitana y urbana, cuyo confinamiento en esta crisis les ha vedado el goce de espacios públicos, donde la gran mayoría de su cotidianidad social tenía escenario, es la que está sufriendo hacinados y con necesidad en 25 metros cuadrados. No es lo mismo estar confinado en San Joaquín, Santa Ana, Calidonia, que, en Costa del Este, Ancón o en El Cangrejo. Hay que pasar de los muertos y contagios a moverse a una comunicación que permita recuperar el tejido social, lograr solidaridad, generar empatía y ofrecer apoyo para lograr hacer cambios en la nueva realidad. Los ministerios de Desarrollo Social y Cultura deberían promover espacios sociales seguros para actividades recreativas y artísticas que estimulen la cohesión social y bajen el nivel de estrés y garantizar la seguridad alimentaria de las poblaciones que están siendo más vulneradas en COVID. Acá una oportunidad en la nueva realidad.

Urge lograr articular las agencias gubernamentales y privadas para promover y apoyar la resiliencia de la sociedad panameña con propuestas empáticas, regeneradoras del tejido social. Propuestas que activen la organización comunitaria, donde la Policía y los estamentos de control apoyen y no repriman.

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