• 27/07/2020 00:00

Cuando codicia y sometimiento se abrazan: el pueblo paga

Al final de la semana última, me alegré por un instante cuando me llegó una noticia que afirmaba que el Gobierno “continuará con un programa de protección social a trabajadores hasta diciembre y a las empresas de hasta 600 ocupados cuya facturación fue negativa en junio frente a 12 meses atrás” (https://www.

Al final de la semana última, me alegré por un instante cuando me llegó una noticia que afirmaba que el Gobierno “continuará con un programa de protección social a trabajadores hasta diciembre y a las empresas de hasta 600 ocupados cuya facturación fue negativa en junio frente a 12 meses atrás” (https://www.iprofesional.com/24/072020). Y digo por un instante, porque no me había percatado originalmente de que no se trataba de nuestro Gobierno, sino del de Argentina… me volvió el desaliento inmediatamente. Efectivamente, ese programa argentino de protección es antípoda de las medidas “temporales” que modifican el Código de Trabajo panameño, destinadas a legalizar lo que ya se venía dando desde inicios de la pandemia, reducir en distintas formas el valor del trabajo, reprochadas públicamente durante toda la semana por los menguados cuerpos sindicales.

En este programa gaucho, su presidente manifestó que “se les va a pagar el equivalente a la mitad del salario de los trabajadores, con un piso de un salario mínimo vital y móvil y un techo de 1,5” -y también aclaró que- “se mantendrá el apoyo a las compañías en sectores críticos” (Ibidem). Empero, lo que me pone triste de un programa como este, no es tanto que en Panamá no encontramos uno similar para alivio de los trabajadores que deben mantenerse confinados en casa, sino el hecho de que ese programa se ejecuta en un país embarcado en una deuda externa prácticamente impagable, situación que no es la de Panamá, de lo contrario no pudría adquirir con relativa facilidad varios miles de millones de dólares con los banqueros del imperio.

Es decir, un programa de protección a trabajadores de actividades “críticas”, lo pone en práctica un Gobierno en condiciones financieras extremadamente más apretadas que las de nuestro país, mientras aquí, se les da patente de corso a las empresas que no han sucumbido totalmente para que se recuperen sobre el sacrificio de los trabajadores, esto es, aumentando el trabajo impago. Una política pública tal, revela que los que la diseñan solo lo hacen porque su razonamiento y práctica económica están basados en la lógica de la codicia, con lo cual le dan rienda suelta a los dueños de capitales que operan de esa manera… contraria a una política pública solidaria.

Así, se advierte en el país la persistencia de una clase social comandada por los banqueros privados de aquí, de New York y otros centros, que se frotan las manos por las ganancias que se producirán -se sabe que el primer cuatrimestre de este mismo año ya habían obtenido aproximadamente unos 680 millones de dólares en ganancias- y que no necesitarán tocarlos, porque el Gobierno les ha prometido poner en sus manos algo parecido a mil millones de dólares que adquirió Panamá con banqueros internacionales, para que hagan negocios financieros a nombre de la recuperación económica.

La mayor parte de los diseñadores de estrategias económicas no neoliberales saben que la peor política posible durante una recesión o una crisis como la actual, es el ascetismo financiero. “En una recesión tienes que estimular las economías, no provocar su deterioro”, nos dice Noam Chomsky.

Si el negocio de los banqueros es negociar con el dinero, sacándole el mayor provecho para sus accionistas, ¿alguien se creerá el cuento de que los pequeños productores y demás trabajadores independientes, fuera de la zona de tránsito, serán los beneficiarios de los créditos generados con esos mil y tantos millones de dólares? Los mismos, irán dirigidos a aquellos que garantizan retornos -ganancias- seguros. Esos son los consumidores de bienes importados, los comerciantes medianos y grandes… mas no los pequeños empresarios productivos y menos, para los trabajadores independientes del interior del país. El modelo rentista-transitista y extractivista, no contempla en su codicia al 80 % de los productores agrarios, lo cual hace inalcanzable la soberanía alimentaria.

Ciertamente, la codicia de los dueños de grandes capitales a nivel local se abraza con una práctica antisoberana: el sometimiento a los intereses de los banqueros internacionales. Quienes agencian el Estado, revelan estar a sus órdenes. No en vano, los del Bank of America, afirman que nuestra economía tendrá mejor crecimiento en el 2021 que el resto de los países de la región; por supuesto, sobre la oblación de trabajadores y productores agrarios pequeños. Es hora de actuar con firmeza contra ese modelo de desarrollo, contra esa cultura heredada desde la colonia.

Sociólogo y docente de la UP.
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