• 29/07/2020 00:00

Los falsos dilemas

Cuando la COVID-19 comenzó a llegar a nuestra región, ya había estado en China y se intensificaba el número de infectados y fallecidos en Europa.

Cuando la COVID-19 comenzó a llegar a nuestra región, ya había estado en China y se intensificaba el número de infectados y fallecidos en Europa. Desde ese momento, las economías del mundo comenzaron a paralizarse; en su momento se impuso el aislamiento físico como medida para minimizar los contagios. Varios países de Europa tomaron medidas radicales de cierre de la actividad económica para contribuir con el aislamiento físico, pero, luego algunos de ellos comenzaron a flexibilizar las medidas y al poco tiempo volvieron a elevarse los brotes de contagios, lo que les obligó a retroceder en las reaperturas.

En nuestra región la situación ha sido más errática aún. Hemos visto cómo muchos Gobiernos le tenían temor a decretar medidas de aislamiento más fuertes, por su impacto en la economía. Ante ello, trataron de ejecutar medidas que buscaban “estar bien con Dios y con el diablo”, es decir, ciertas restricciones para promover el aislamiento y que la actividad económica siguiera funcionando.

Todas estas medidas a medias, para no paralizar la economía, se hacían basadas en lo que considero un falso dilema de “o salvamos la economía, o salvamos vidas”. Hoy, las cifras de contagiados y fallecidos en la región, los rebrotes de la COVID-19, y las cifras de desempleo y pobreza, demuestran que el plantearse el falso dilema de “economías o vidas” no ha beneficiado a nadie.

Recientemente el vicepresidente para la región del Banco Mundial, Carlos Felipe Jaramillo, vaticinó que “… 50 millones de latinoamericanos van a caer por debajo de la línea de la pobreza…” y adicionalmente señaló que “… Latinoamérica va a perder 25 millones de empleos en 2020 por el coronavirus”, señalizando además “… que esa cifra puede ser peor, dependiendo de cómo evolucione la situación de los próximos cinco o seis meses”.

Políticas de tratar de quedar bien con Dios y con el diablo, definitivamente no han sido buenas para nadie. Siempre planteé que, esto era un falso dilema, pues los muertos no pueden comprar, los muertos no pueden poner a funcionar las máquinas en las fábricas. Los muertos solo han incrementado las ventas de servicios funerarios.

Sin embargo, en nuestros países -Colombia, por ejemplo- se inventan “el día sin IVA” para estimular la economía, los cuales provocaron que miles de personas salieran a comprar como si se fuera a acabar el mundo, y los grandes almacenes, sencillamente, aumentaron los precios, para luego hacer publicidad “ofertando” grandes descuentos, que no eran tales. Resultado: unos cuantos ganaron buena plata, y 15 días después, el país tiene un repunte sostenido en número de contagios y fallecidos.

Mientras en nuestra región, la mayoría de los Gobiernos sigue improvisando y tomando medidas a medias, la Unión Europea logra un acuerdo sin precedentes, el cual prevé la creación de un fondo de recuperación de 750 000 millones de euros, financiado con deuda común, de los que 390 000 millones se entregarán a través de subvenciones y 360 000 millones en préstamos. Es decir, los Gobiernos europeos asumen con claridad que primero hay que salvar vidas y luego, con medidas de fondo y de largo plazo, rescatar la economía.

Otros Gobiernos le apuestan a que regresaremos a la “nueva normalidad” -otra expresión muy engañosa, pues, tendremos nuevas realidades, y no serán parecidas a las que teníamos- una vez que haya la vacuna y por ello tratan de ser malabaristas con sus decisiones. Otro error garrafal, pues la capacidad mundial de producir vacunas no llega a 3000 millones dosis por año, por lo cual, se van a requerir más de dos años para alcanzar a toda la población, lo cual implica que seguiremos viendo rebrotes de contagios, y lamentablemente de fallecidos.

Hasta ahora, pudiera pensarse que soy fatalista, pero, en realidad, trato de llamar la atención sobre que los países tienen los recursos para que nadie pase hambre, tienen los recursos para auxiliar a los ciudadanos, para que estos puedan tener una vida lo más digna posible, mientras se logra superar esta crisis. Es más, si nos vamos al concepto de gobernanza, la RAE nos dice que es: “El arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”. Entonces la gobernanza debe generar competencia y eficacia; es decir, las instituciones gobernantes deben responder a las distintas necesidades de la sociedad de manera competente.

Ojalá nuestros gobernantes entiendan que se les otorgó un mandato claro: conducir a sus países, generando bienestar para todos sus ciudadanos, no solo para algunos privilegiados hasta en pandemia.

Consultor político; en Twitter: orlandogoncal.
Lo Nuevo