• 28/09/2020 00:00

Dialéctica de las TIC: entre el totalitarismo y la liberación

Don Pablo González Casanova, en “Las nuevas ciencias y las humanidades: de la academia a la política” (2017), nos permite hilvanar algunas ideas claves, referidas al desarrollo científico técnico y sus implicaciones en el mundo sociocultural y político.

Don Pablo González Casanova, en “Las nuevas ciencias y las humanidades: de la academia a la política” (2017), nos permite hilvanar algunas ideas claves, referidas al desarrollo científico técnico y sus implicaciones en el mundo sociocultural y político.

En su opinión -que suscribo plenamente-, los apologistas de las nuevas tecnologías pretenden ocultar la existencia de las relaciones sociales de producción y, por tanto, la dialéctica de las desigualdades entre clases sociales que vienen a apuntalar dos salidas de la revolución científica técnica, a saber: o las mismas profundizan la dominación de las élites del poder mundial y local o las mismas viabilizan la liberación humana. Esta salida -agregamos nosotros- solo a condición de que las relaciones sociales de producción y del andamiaje de reproducción sociocultural y político en el que actúan estas tecnologías, sean transformadas antes o simultáneamente.

Ciertamente, no cabe convertirse en un “No a las nuevas tecnologías” “per se”. Sin duda, las tecnologías informáticas, por ejemplo, permiten una hazaña prodigiosa al permitir a las bibliotecas contemporáneas acopiar en tan pocos espacios y a la vez, la multitud de obras literarias, científicas e históricas de la humanidad.

Tampoco se trata de ver perjuicios o bondades, por el hecho de la mala o buena voluntad de quien las usa, deviniendo en ciberacosos, difamaciones de reputaciones y demás, que rodean a sus autores de una impunidad infranqueable. Esto es indeseable, por su puesto, pero no devela la contradicción principal a la que nos referimos.

Es decir, se trata de respondernos a preguntas tales como: ¿a qué proyecto de clase social corresponden las aplicaciones de las tecnologías en cuestión? O bien, ¿bajo cuáles condiciones de las relaciones sociales de producción, de reproducción social, cultural y de vida natural opera tal o cual tecnología? Sus respuestas plantean la existencia de una lucha ocultada en la retórica, entre grupos de gran poder frente a otros sin poder o poco poder, donde unas tecnologías serán favorables a unos y no a otros. Favorecerán la reproducción del sometimiento y la manipulación o lo inverso, la aventura de la liberación de los sometidos al poder totalitario frecuentemente no reconocido como tal.

Ya lo indicaba Herbert Marcuse en el siglo XX: “La racionalidad tecnológica revela su carácter político, ya que se convierte en el gran vehículo de una mejor dominación, creando un universo verdaderamente totalitario” (Marcuse,1965). Es decir, este totalitarismo interviene cuando los grupos “de arriba” en la pirámide social, se alinean para imponer una determinada modalidad tecnológica, como el teletrabajo o la educación virtual, siendo que las amplias mayorías “de abajo” no están en condiciones de sacarle provecho a tales aplicaciones tecnológicas; estas tienden a generar mayores esfuerzos de trabajo impago (explotación social) o sirven para disimular la profundización de la inequidad en los aprendizajes entre las clases sociales.

Bajo estas condiciones, el aporte científico-técnico en tales esferas laborales y educacionales es harto cuestionable -más bien diría indignante-, porque obedece a lógicas de dominación y sometimiento, más no de liberación material o inmaterial. Al decir de Marcuse: “La productividad más alta del trabajo puede usarse para perpetuar el trabajo, y la industrialización más eficiente puede servir para restringir y manipular las necesidades” (Ibidem). Así, las plataformas virtuales, al eliminar la alimentación del comedor del centro escolar -dado que todo es en casa-, recrean condiciones que reducen las probabilidades de aprendizajes adecuados de los estudiantes con carencias económicas. De nada vale que cuenten con la conectividad gratuita, como lo proponen quienes no se han percatado aún de que esto solo fomenta mayor inequidad social.

Estas veleidades comunicacionales de la tercera y cuarta revolución industrial, llevan a lo que múltiples estudios científico-sociales han confirmado: en vez de que las “redes” sirvan para aumentar la cantidad y mejorar la calidad de la integración humana, de la comprensión mutua y la solidaridad, las mismas han “facilitado prácticas de aislamiento, separación, exclusión, enemistad y conflictividad” (Bauman, 2018).

Todos los aportes científicos de los constructivistas sociales -tributarios de una pedagogía que reivindica lo insustituible del aprendizaje en grupos presenciales- parecen tirarse al tinaco, en favor del totalitarismo de las modalidades virtuales y peor aún, si son individualizadas. Al no modificar previa o simultáneamente las relaciones sociales de producción y reproducción de la civilización, la resultante de la educación virtual no es otra que potenciar la mediocridad de las clases “de abajo”.

Sociólogo y docente de la UP.
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