• 26/10/2020 00:00

Del proyecto de salud 311 al triunfo neoliberal en salud

En su obra Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, Maurice Joly (1864) puso en boca de Maquiavelo la apreciación de que el principal secreto para perpetuar el Gobierno despótico bajo imagen democrática “consiste en debilitar el espíritu público (…) los pueblos al igual que las personas se contentan con palabras (…) con apariencias (…).

En su obra Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, Maurice Joly (1864) puso en boca de Maquiavelo la apreciación de que el principal secreto para perpetuar el Gobierno despótico bajo imagen democrática “consiste en debilitar el espíritu público (…) los pueblos al igual que las personas se contentan con palabras (…) con apariencias (…). Es posible entonces crear instituciones ficticias que responden a un lenguaje y a ideas igualmente ficticias”, (Joly, 1864).

Un siglo después, Herbert Marcuse (1964), al conceptuar la sociedad unidimensional, desgrana las formas de crear lenguajes, ideas e instituciones ficticias, con el propósito indicado por Joly en aquellos diálogos. Es decir, de cómo crear lo que convierte a lo irracional en realidad racional, para preservar el orden establecido.

Frente al proyecto de ley 311, actores sociales de “izquierda” y “derecha”, con contradicciones irreconciliables entre sí, parecen haber bebido de la misma fuente que lleva a una supuesta defensa de la CSS, en lo concerniente a atención de salud.

La primera incomodidad frente al proyecto de ley, según manifiestan estos actores, es su rasgo “inconsulto”. Aquí, reclaman participación, pero para ellos, mas no para los que tengan que ver con la problemática de la atención de salud, los cuales rebasan a las organizaciones sociales ligadas a la junta directiva de tal entidad. Se trata de un documento que no solo se refiere a la CSS, por tanto ¿no hay actores ligados al Minsa que tengan derecho a ser igualmente consultados e incluidos en el debate, dígase, los comités de salud o los trabajadores semiproletarizados rurales?

Las retóricas anteproyecto 311 se enfocan en el ataque a la eventualidad de una integración entre las susodichas entidades, a pesar de que aquella no entra a regular más allá que un mero mecanismo para la compensación de gastos incurridos en el cruce de sus poblaciones cubiertas. ¿De dónde pues proviene la negación a algo que no es el tema fundamental de la cuasi ley en cuestión?

Los medios de (in)comunicación de tales detentadores del poder real, hacen parte estelar de ese proceso de metamorfosis de convertir lo irracional en racional y en el ocultamiento de las contradicciones sociales en las que se sostiene la sociedad unidimensional.

En uno de esos medios, se hizo un sondeo donde la pregunta ya configuraba la respuesta: “¿Qué opina usted de que los asegurados utilicen los servicios de la CSS?”. Empero, nadie preguntó: “¿Qué opina usted de que los asegurados utilicen los servicios del Minsa?”. Si las estadísticas de la CSS hablan de que el 80 % de población es asegurada y el 20 % restante no es asegurada, ¿no debería tener mayor preocupación el Minsa por la potencial avalancha de ese 80 % de asegurados en sus establecimientos, que el 20 % de no asegurados que iría a la CSS? Pero, los disgustos han provenido de los que tienen el convencimiento de defender los intereses de la CSS, no viceversa.

Anteriormente, observé que a partir de la eliminación de los “Sistemas integrados de salud”, los costos de ambos servicios por separado han ido en aumento (La Estrella de Panamá, página dominical de Flacso, 5/julio/2015). En el período que examiné, de 2006 al 2014 hubo 1134 millones de dólares de gastos que se hubieran evitado bajo la modalidad de coordinación (llamada integración) de los servicios Minsa-CSS. La tendencia ya mostraba elevación de esos costos por año. Ergo, los servicios fraccionados generan mayores gastos, tanto a la CSS como al Minsa, que si estuvieran unificados o al menos coordinados. Es decir, ambos salen (salimos) perjudicados por ese distanciamiento.

Los principales beneficiarios de la fragmentación -grandes negociantes- han convencido a los asegurados de que la disociación es buena para estos; saliéndose ellos de la ecuación, porque verían sus intereses afectados con cualquier asociación seria entre la CSS y el Minsa. La retórica del señor Lau Cortés, oculta tales intereses lucrativos, lo que sugiere estar perfectamente sintonizado con estos.

El pensamiento crítico ha alcanzado a muy pocos actores sociales de “izquierda” y “derecha” en este tema, donde predomina un pensamiento unidimensional, que paradójicamente otorga el triunfo a la irracionalidad impuesta con la ruptura de la tímida asociación CSS-Minsa, precisamente como parte de las políticas neoliberales posinvasión. Mismas que dicen combatir los actores sociales populares, pero que hoy las defienden con vehemencia. Es imperativa una reflexión desapasionada de esta problemática dentro del pensamiento crítico, entre estos actores.

Sociólogo consultor en salud y ambiente.
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