• 15/02/2021 00:00

Emoción o conocimiento: ¿qué nos impulsa?

“Es la hora de fortalecer nuestra estrategia, incorporando intervenciones que nos permitan actuar sobre las emociones y los factores contextuales”

Luego de casi un año de estar sometidos al estrés que impone la lucha contra la COVID-19, muchos panameños fueron presa de las emociones que genera el contexto carnestoléndico, y decidieron sumarse al festejo, sin considerar las consecuencias que tal comportamiento puede ocasionarle a su salud, la de sus familiares y amistades, y la de la economía del país.

Confieso que mi primera reacción al ver los videos que circulan sobre estos festejos fue de censura y peyorativa, pues, como todos conocemos las medidas para protegernos del virus, es inadmisible una conducta colectiva que amenace con echar por tierra los logros en salud que hemos alcanzado a punta de sufrimiento, y el repunte económico que comenzamos a disfrutar.

No obstante, sin justificar el desenfreno inaceptable, de los ciudadanos que iban felices para el interior, ignorando olímpicamente la cuarentena, es obligatorio que nos preguntemos ¿qué los impulsa?, acaso no tienen los suficientes conocimientos, o sencillamente, afectados por la longevidad de esta epidemia, son presa de las emociones irresistibles.

Buscando una respuesta a esa pregunta, me encontré con una publicación de la OMS, en la que se afirma que, “la mayoría de las personas tiene un alto nivel de conocimiento relacionado con los comportamientos protectores de COVID-19 y, en su mayoría, pueden encontrar la información que necesitan. A pesar de ello, las emociones y los factores contextuales pueden tener un mayor impacto en los comportamientos que el conocimiento, lo que significa que una estrategia que tenga como objetivo proporcionar información y asesoramiento de salud pública por sí sola puede no ser la más eficaz”.

Este señalamiento es de vital importancia para nosotros y para el mundo entero, pues, la pandemia está lejos de acabarse. Vienen más fiestas; las terceras y cuartas olas están a la vuelta de la esquina, y esta vez causadas por peligrosas mutaciones que son mucho más contagiosas; no contamos con tratamientos realmente efectivos contra el microbio; y lo más importante, los países ricos están acaparando las vacunas existentes, lo que impide a la mayoría de los demás, el acceso oportuno a las vacunas, que nos permita crear en el corto plazo la inmunidad de rebaño necesaria para frenar la transmisión de la enfermedad.

En ese contexto, necesitamos reflexionar sobre qué podemos hacer para fortalecer esa motivación individual y colectiva necesaria para el cumplimiento de las medidas de control de pandemias cuando se requieren. La OMS recomienda comprender a las personas, basándonos en la evidencia de datos epidemiológicos e investigaciones de población. Más específicamente, recomienda centrarse en el compromiso, la reducción de daños y el reconocimiento de las dificultades, con el objetivo de revitalizar el apoyo público a las conductas protectoras. Veamos con más detalles a qué se refiere la organización y tengamos presente que las intervenciones que señalaré requieren de un cambio de paradigma en la comunicación social y, lógicamente, de la incorporación abrumadora de profesionales de las ciencias sociales para organizar y desarrollar las intervenciones.

Lo primero es “entender a la gente”, pues el agotamiento pandémico que lleva al incumplimiento de las medidas es el resultado de diferentes barreras que las personas experimentan en los contextos culturales y nacionales y que requieren diferentes tipos de apoyo, estructuras y comunicación. Hay pues que, conocer quién está experimentando desmotivación y las barreras y factores que afectan su capacidad o voluntad de adoptar comportamientos protectores, lo cual permitirá a las autoridades segmentar y adaptar las acciones a sus necesidades particulares.

La OMS también señala que es obligatorio involucrar a las personas como parte de la solución, pues los seres humanos tienen una necesidad esencial de sentirse en control de sus propias vidas, y cuando esta autonomía se ve amenazada, la motivación se pierde fácilmente. Por esa razón, el compromiso debe dar a las personas la sensación de que los comportamientos recomendados no son una cuestión de capitulación ante la autoridad o un reflejo de la desesperación, sino parte de algo positivo, esperanzador.

No menos importante será “permitir que las personas vivan sus vidas, pero reducir el riesgo”. Las investigaciones demuestran que es obligatorio a medida que avanza la pandemia y ya está ocurriendo con éxito en otros países. En particular, la OMS llama la atención sobre la necesidad de ayudar a la población a diferenciar entre actividades de menor y mayor riesgo, y asegurar que existan disponibles mecanismos de apoyo para las opciones de menor riesgo cuando la abstinencia sostenida no sea una opción.

Finalmente, está el asunto de “reconocer y abordar las dificultades que experimentan las personas”, pues las restricciones pandémicas han impuesto dificultades e inconvenientes en la vida cotidiana, y todo el mundo ha experimentado algún tipo de pérdida: de ingresos o trabajo, de progreso educativo, de estar con amigos y familiares, de participar en actividades deportivas o de la oportunidad de participar en rituales importantes como bodas, graduaciones, funerales y más.

Es la hora de fortalecer nuestra estrategia, incorporando intervenciones que nos permitan actuar sobre las emociones y los factores contextuales. Ya sabemos que pueden tener un mayor impacto en los comportamientos que el conocimiento.

Médico, exrepresentante de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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