• 27/02/2021 00:00

Las dudas negras que deja el procurador

“¿Acaso ya es tarde para que el Lic. Ulloa se trague sus miedos, timidez o parpadeos y hable alto y claro? No”

La renuncia intempestiva del procurador Ulloa, en vez de clarificar y contribuir a la señora Justicia, que andaba en muletas, y con su acción entró a ventilador en cuidados intensivos, lo que ha hecho es plagar de conjeturas y especulaciones las redes sociales. Si ya veníamos heredando una grave crisis institucional de décadas, el aún procurador a esta fecha que escribimos, le da otro balazo a la institucionalidad judicial.

¿Que sintió trabas o amenazas ante x o z investigaciones del Ministerio Público? Creo que no estamos en 1987, cuando sentimos que en cualquier momento de nuestras denuncias nos enviarían sicarios de un hombre que tenía en un puño las armas, la Procuraduría, sus fiscales, la Corte Suprema en pleno, y por ende, los jueces. ¿Que como humanos sentimos miedo por nosotros o nuestra familia? Conocimos ese miedo, lógico, humano y libre. Pero cuando -como se dice en lenguaje militar- llega el Día D y la Hora H, hay que apretar los esfínteres y tragarnos el miedo, si deseamos cumplir nuestro deber y objetivos superiores. En nuestro caso, como jamás en la historia y sin querer llenarnos de autobombos, terminamos con una real invasión militar con balas vivas en nuestra casa donde no solo estaban mujeres de nuestra familia, sino niños infantes, caso insólito en nuestra historia, porque si bien ha habido refriegas, asonadas y relativas revoluciones con armas entre adversarios políticos, jamás se asaltó una residencia con gran cantidad de tropas donde había menores con ojos desorbitados por el miedo. Felipe González nos ofreció protección diplomática, en medio de aquella jornada llena de violencia, y sacar a los familiares en autos intocables de su embajada aquí y llevarnos a España. ¿La aceptamos? No. ¿Dónde quedaban y cómo quedaban los cientos que en esos primeros momentos nos acompañaban en nuestra casa? En una mazmorra, maldiciéndome por cobarde, por meterlos en una acción y salir huyendo.

Hoy, aún ante la podredumbre institucional de décadas, los sicarios no podrían actuar tan libremente contra el supuestamente amenazado procurador Ulloa; mucho menos si hubiera tenido eso que Dios nos coloca entre las piernas, pero también en el corazón y nuestra conciencia: Valor, hasta una pizca de temeridad. En España hay un dicho: “El tímido siente miedo antes de la batalla; el cobarde durante la batalla; el valiente después de la batalla”. Es decir, el miedo es una emoción que todo humano siente, y es normal. En muchas ocasiones es positiva esa emoción, porque nos ofrece alerta máxima para correr o treparnos a un árbol si nos persigue un tigre. Pero jamás es justificada cuando del control de nuestro miedo dependen muchos, cientos de miles, que confían en nuestro valor y acciones para aspirar unas bocanadas de justicia o libertad.

El licenciado Ulloa nos sigue pareciendo un hombre decente y serio. Pero se dejó vencer por sus miedos, por más excusas que nos dé (protección suya o de su familia, etc.), sencillamente porque desde que aceptó esa distinción de semejante cargo, sabía perfectamente que ingresaba en un campo minado, lleno de enemigos ocultos o visibles. Pero se trataba de remendar las roturas y lesiones de una antesala de la Justicia que desde hace años anda patuleca, en la cual ningún panameño medianamente informado cree. Y el problema no es “que renunció x ministro o director de entidad autónoma”. Se trata del que tenía las llaves para comenzar a corregir el cáncer de la impunidad que nos ha distinguido malamente y desde hace muchos años a nivel internacional.

¿Acaso ya es tarde para que el Lic. Ulloa se trague sus miedos, timidez o parpadeos y hable alto y claro? No. Aún puede hacerlo, si desea legarles a sus hijos un apellido respetable y que les recuerden con admiración social por tener un padre valeroso. Si no lo hace, lamentablemente, les está legando más bien un recuerdo de alguien tibio, timorato, que sintió miedo durante la batalla. Y eso se llama cobardía.

Abogado, coronel retirado.
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