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- 19/05/2021 00:00
Sentimientos y espera
Al final de un crudo recorrido por trechos inciertos, donde la propia existencia ha podido pender de un hilo, quedarán enseñanzas que alientan los sentimientos y abonan las esperanzas para mantenerse latentes. Esta es la conclusión que se guarda en mente, luego de la lectura del último libro de Griselda López: Ultrasonido. Relatos que cuentan, que ha visto la luz hace poco como una buena noticia de esta escritora y periodista.
Es un texto muy personal desde varios puntos de vista. Se divide en dos grandes áreas: en la primera, relatos surgidos de la experiencia migratoria en plurales contextos, individuos y diversas ópticas. La segunda parte, una vivencia intimista y en primera persona sobre el escenario de un tratamiento en el Instituto Oncológico Nacional, su atmósfera, sus gentes, tanto internos como externos y el ámbito en que se desenvuelven los cuidados allí dados.
La mirada de Griselda y sus oficios periodístico y literario de toda la vida, le brindan las herramientas para abordar, transitar, desenvolverse en ambos microcosmos y salir con una obra narrativa con la que no se pierde tiempo. Se lee con ojos curiosos que van absorbiendo esos fragmentos de presencia en lugares que pueden desaparecer y cambiar la perspectiva de los seres hacia desenlaces no esperados, dramáticos, confusos y hasta abiertos.
En el segmento inicial son once historias que se mueven en espacios fronterizos, más allá del muro mexicoamericano, en el triángulo del norte de Centroamérica, en el borde del archipiélago de Kuna Yala, la selva colombiana o darienita, así como anécdotas puertorriqueñas donde un presidente trató de resolver o atenuar la crisis de la tormenta con papel higiénico.
Todo se torna concreto en el imaginario de la autora que incursiona más allá del suceso noticioso y rescata las sensaciones emotivas, que fraguan los cuentos y multiplican la interpretación de los lectores. Luisa y Julián son niños hermanos que, de pronto, están en unas jaulas vecinas y se ven, pero les alcanzan destinos absurdos y diferentes para convertirlos en víctimas de decisiones asumidas por su familia.
El tránsito en condiciones escabrosas, entre límites riesgosos, constituye el sitio que explora Griselda para ubicar momentos en que se rompe la existencia de los individuos. A partir de allí, la realidad es construida y los actores se envuelven en la irregularidad para tratar de salir indemnes. Serán las peripecias, una decisión, una omisión, un gesto, el que determine la conclusión, al orillar la tragedia.
En la segunda parte, que consta de 17 títulos, una narradora expone en primera persona su tránsito por el hospital especializado en cáncer. Situado en una colina hermosa desde donde se aprecia la ciudad a través de los grandes ventanales; allí se produce una miríada de relaciones con los pacientes y sus respectivos problemas. Hay mayor énfasis documental-periodístico en lo expuesto, pero con la angustia y temores del sitio como contexto.
Las circunstancias impactantes que se experimentan aquí, orientan la atención de la protagonista que bautiza sus inquietos “enemigos silenciosos”. Además, entra en relación con personas que también acuden junto a sus complejidades y algunos sucumben; otros siguen con una nueva opción frente a ellos. Cada uno brindará un escenario novedoso, pese a su gravedad, y ayuda a enhebrar una perspectiva diferente.
La crisis con sus innumerables rostros ha servido a la autora para darle sentido a estas crónicas, dedicadas a un grupo de escritores, compañeros de exilio en México. Hay también un atinado prólogo de Margarita Vásquez, de la Academia Panameña de la Lengua. Además, se dedica a médicos, personal y voluntarios que hacen del ION un espacio para soportar el dolor y la inquietud.
Este ejercicio literario de Griselda López acrecienta las letras panameñas y le convierte en testigo de los tiempos difíciles que vivimos todos.