- 28/05/2021 00:00
¿Despertarán la clase política institucional y 'los ricos'?
El planeta arde en convulsiones, y no es ahora por la bendita (para los intermediaros de las vacunas) pandemia. Y nuestro continente tiene rato de estar dando señas. Pero no hay reacciones de cambios positivos reales. Solo bla, bla, bla: “Somos un hub muy competitivo”, etc. Sin embargo, las oficinas del FMI y varios bancos internacionales se han mudado a Costa Rica. Igual han elegido ese país vecino la NASA y la megaempresa BOING.
¿Por qué, si somos “el puente del mundo y el corazón del universo”, más el hub aéreo de COPA y Canal ampliado? Pregunto a un economista muy amigo y me dice: “Porque nos hemos pasado echándonos autobombos, autoengañándonos, contándonos cosas bonitas, sin darnos cuenta de que nadie nos cree. Solo el hecho de que cualquier encuesta señale a un hombre muy señalado como un potencial ganador en el 2024 le pega una bofetada a todo el sistema nuestro institucional, de todos los órganos, sin excepción”, me agrega el economista, y algo más; “Estamos encajonados en “Puntos ciegos”. ¿Qué significa eso?, le pregunto. Me explica: “Lo que le pasó a megaempresas como Xerox y Kodak; estaban todos los avisos dados de rápidos cambios en la tecnología; algunos ejecutivos visionarios se los advertían a sus CEOS, pero estos no les creían. Hasta que les llegó el desplome y las quiebras”.
La anterior explicación me trae para nuestro país a la analogía de lo político y social, sin descuidar por simbiosis lo económico. Solo basta rastrear el llamado “Índice de Gini” del Banco Mundial para Panamá y nos golpea el rostro y el alma con este dato demoledor:
“A 2017, el índice de Gini, el indicador más habitualmente empleado para medir la desigualdad, muestra un valor de 50 en Panamá, frente a 46 en promedio de la región, según datos del Banco Mundial. Panamá, es el tercer país más desigual de América Latina, solo superado por Brasil y Honduras”. Es decir que, con toda la cacareada “competitividad, hub aéreo, Canal ampliado, centro logístico, centro bancario internacional” y discursos rimbombantes de “crecimientos esperanzadores”, etc. vamos en picada realmente.
¿Por qué se han mudado a Costa Rica esas importantísimas empresas y oficinas internacionales, si no tienen nuestro posicionamiento privilegiado? Por su mayor atención e inversión social en “capital humano”. Omar Torrijos le dijo más de una vez a sus jóvenes ministros, algunos -como decía él- “más graduados que un termómetro”: “¡Pongan sus luces largas, que solo les veo prendidas las de “parking”!”.
Llevamos años echándonos cuentos lindos y escuchando “que todo va a cambiar para mejor, pero no cambia nada”. Y, francamente, para creer hoy en las instituciones, hay que ser analfabeta mental o ser muy pendejos o amnésicos. Nadie cree en nada, y con toda razón. Los escándalos (como el de la Lotería) crecen cada día en vez de disminuir, y la Justicia no da señales de nada. No se trata de este régimen y de su partido (que se le cayó el último poquito de barniz “Torrijista”, si es que algo les quedaba). Se trata -como en el Perú (caso demasiado interesante hoy y a esta hora) de décadas de herrumbre moral.
Vayámonos al país incaico, ya que lo mencioné: luego de varios quinquenios de fiestecitas sabrosas de grupitos, con algunos mandatarios en prisión, otro suicidado y uno fugitivo de Interpol, parece inminente el ascenso presidencial a pocos días de escribir esto de “un maestro rural humilde” que 15 días antes de las elecciones nadie le apostaba un sol a que ese hombre -Pedro Castillo- llegaría al Palacio de Gobierno con el saludo militar de generales y almirantes. La gente allá se cansó, se hartó, se “cabrió” del sistema y de la clase política y alto empresariado pelechadores por años. Ahora hay terror del “comunista campesino”. ¿Estamos acaso aquí muy lejos de eso? Solo lo creen “los seguidores del sistema, caídos en los puntos ciegos”.
Chile nos da otra lección, dura para los “cuentistas”. De las elecciones para los 155 escaños de la Convención Constituyente, Piñera se llevó un “jab” directo al hígado, y con él toda la clase política tradicional, lógicamente a la derecha. Ganó la izquierda con matices: comunistas, socialistas, muchos independientes y obtuvieron su cuota los pueblos originarios.
¿Esperaremos otro Pedro Castillo nativo para orinarnos en los pantalones?