• 17/08/2021 00:00

Un mensaje al presidente

“Son muchas las preguntas que deberían ser respondidas antes de intentar llegar a una actitud extrema”

He escuchado, con asombro, las imprecaciones del Sr Presidente a los empleados públicos conminándolos a vacunarse so pena de perder sus ingresos. Me ha llamado la atención, porque he considerado que la actitud gubernamental, aunque a algunos les parezca extrema, ha sido hasta ahora moderada, si la comparamos con sus homólogos suramericanos o europeos (léase Argentina, Francia, Italia, etc.), donde los atropellos a las libertades y derechos individuales es el pan nuestro de cada día. No sé quién asesora al Sr. Presidente recomendándole adoptar medidas extremas que pudieran conducir a respuestas extremas por parte de la población.

Debe el Sr. Presidente recordar que, gracias al cumplimiento de nuestra legislación, fue electo para su cargo, permaneciendo en él, gracias también al período que estas le asignan. Que gracias a ellas puede él decidir los rumbos y acciones a tomar en nombre del pueblo que también las acata. Promover desde su sitial el desconocimiento de nuestra Constitución, nuestras leyes y los compromisos adquiridos a través de los acuerdos internacionales de los que somos signatarios, es abrir la puerta al irrespeto, tanto personal como legal, por parte de quienes se sienten afectados.

Todos nos sentimos afectados, ofendidos, vilipendiados.

Su posición no le da derecho alguno a faltarle el respeto a la población a la que se debe. Tampoco le da derecho a amenazarla y mucho menos con quitarles el pan de la boca. ¿Le preguntó Ud. a las personas si deseaban aplicarse una inyección experimental que no les proporcionaría inmunidad, que no evitaría el contagio ni tampoco la transmisión del virus? ¿Le ha dado al pueblo la información completa y veraz de los posibles efectos adversos? ¿Se han utilizado las centenas de horas de radio y televisión para educar e informar a la población con la objetividad y veracidad que se merece? En honor a la ciencia (que se nutre de la discusión, la investigación y el disenso), ¿se le ha permitido a la población escuchar un relato diferente al promovido oficialmente? ¿Cómo se justifican las presiones y coacciones encaminadas a obligar a las personas a inyectarse algo que no saben qué es? ¿Por qué no han explicado el magnetismo que se adquiere con las inyecciones en los hombros? ¿A qué se debe, qué lo produce, qué tiempo dura, qué puede ocasionar en nuestro organismo?

Pero no, ¿no siente el Sr. Presidente la necesidad de responder estas interrogantes ni de dar una explicación él, o sus representantes? Pues, debería.

No existe precedente en la historia nacional de un operativo de esta magnitud, esfuerzo y costo para contrarrestar una enfermedad que sólo tiene un índice de letalidad mundial de 0.27 % y aquí, en nuestro país, con todos los errores y problemas estadísticos, del 1.6 %. Hemos abandonado la atención de todas las otras enfermedades, hemos suspendido las cirugías electivas, no se investiga la posibilidad de nuevos casos de cáncer, hipertensión, diabetes, cardiopatías, etc. ¿Cuántos panameños andan por la calle con una enfermedad que no parece interesarle a nadie porque no es COVID-19? ¿Cuál es la causa real de esta fijación?

Son muchas las preguntas que deberían ser respondidas antes de intentar llegar a una actitud extrema. No se debe menospreciar la inteligencia de los demás ni sobrevalorar su paciencia. Este pueblo es paciente, pero no cobarde; somos educados, pero no ignorantes; somos respetuosos, pero no sumisos.

Mantengamos una relación de respeto mutuo. Estoy seguro de que nadie desea profundizar la actual crisis. Pero también estoy seguro de que el pueblo sabrá defender sus derechos.

Ex ministro de Salud.
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