• 25/09/2021 00:00

Talibanes e 'hipocracia' de potencias de occidente

“[…] las potencias del mundo y muchas oenegés de mujeres, […], han quedado mudas, […], quizá porque Afganistán les puede resultar muy distante […], pero sin dejar de ser parte de nuestro mundo”

Afganistán fue ocupada militarmente por EE. UU. y otros países de la OTAN, luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, ya que se suponía que este país era el santuario de diversas corrientes radicales religiosas que consideran que los países de occidente son la encarnación del mal, razón por la cual es necesario declararles la guerra.

En Afganistán, aparte de la presencia de los extremistas de Al Qaeda que no toman a broma el hecho de los “sacrificios humanos” a nombre de Alá, también se encuentran los talibanes, otro movimiento ultraconservador que ha tenido influencia en casi todas las regiones afganas.

Los talibanes, de acuerdo con los registros más confiables, surgieron a mediados del siglo XX en Pakistán como un movimiento de estudiantes ultraconservadores y luego se fueron extendiendo aceleradamente en Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Irán, Afganistán y Somalia, entre otros. Este grupo, de acuerdo con sus lecturas espirituales, considera todo cambio como un atentado a su fe y está dispuesto a combatirlo, utilizando la guerra santa contra los “infieles”.

Los grupos más vulnerables de este movimiento, estancado en el tiempo y enemigo del progreso, son las mujeres y los niños. Una publicación hecha por la revista National Geographic, en 1985, en la cual se muestra en la portada el rostro de una niña afgana de nombre Sharbat Gula, nos pone al tanto de la tortura a la que son sometidas las mujeres, a las cuales ni siquiera se les está permitido reírse por considerarse un pecado. Los talibanes prohíben la escuela para las niñas, luego de haber cumplido los diez años y las mismas son tratadas como objetos de trueque o venta, como si fueran ovejas o camellos.

El mundo civilizado fue testigo del horror que se cuece bajo la sombra de la intolerancia religiosa, cuando otra niña, de nombre Malala Yousafsai (2012), fue baleada por un grupo de chiflados sectarios únicamente por exigir derecho a educarse. Gracias a la ayuda médica inmediata de países europeos, esta niña pudo salvarse, pero existen muchos otros casos que no han corrido con la mejor suerte.

Luego de más de veinte años de ocupación y de la inversión de miles de millones de dólares para recomponer la democracia política y dar un paso en la supuesta modernización de Afganistán, los EE. UU., al igual que otras potencias europeas, han decidido abandonar precipitadamente este país ante el avance arrollador de las milicias del talibán que ya tomaron todas las ciudades de importancia, incluyendo la capital, Kabul.

Las imágenes de gente corriendo hacia los aeropuertos y trepando por las rampas que conducen a los aviones que simbolizan la esperanza de un mundo mejor, son muy parecidas a la estampida del ejército estadounidense en Saigón (Vietnam) en 1975 ante la arremetida del ejército de Vietnam del Norte, con la enorme diferencia de que con los talibanes el progreso académico, científico y el protagonismo de la mujer quedarán congelados, quién sabe por cuántas décadas más.

El discurso antiterrorista y los derechos humanos desplegados por EE. UU. y sus aliados en Europa se evapora muy probable producto de una negociación con los líderes talibanes que han ofrecido “respeto por las vidas humanas” y por los diplomáticos todavía atrapados en dicho país. Sin embargo, para las mujeres, niñas, hombres y ancianos que no podrán salir del infierno que les espera, no existe ninguna nota de solidaridad por parte de los creadores de la moderna democracia participativa.

El regreso de los talibanes es otra muestra de cómo el dogmatismo y la fe religiosa distorsionada cometen atropellos contra la población civil. Es el regreso a las cavernas y un enorme retroceso a la educación igual para todos(as) y una estocada de muerte a los derechos de la mujer y al derecho de la felicidad de la que gozan millones de seres humanos en el planeta. Sin embargo, a sabiendas de esto, las potencias del mundo y muchas oenegés de mujeres, al parecer, han quedado mudas, me imagino, quizá porque Afganistán les puede resultar muy distante y apartado, pero sin dejar de ser parte de nuestro mundo.

Sociólogo y docente panameño.
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