• 05/09/2022 00:00

Los Tratados, 45 años después y la realidad

Los extremos históricos son peligrosos al impartirse información sesgada o torcida de la historia

Pasado mañana, 7 de septiembre, marcará 45 años de la firma de los Tratados Torrijos-Carter, uno de los acontecimientos más decisivos en la vida de la nación que llevó, después de 23 años, a la consolidación de la soberanía nacional. Algunos párrafos de este escrito han sido publicados anteriormente.

En algún momento esta sociedad se verá en la necesidad de reconciliarse. Lo digo porque no faltan quienes desmeriten el papel que jugó Omar Torrijos en este esfuerzo… que él mismo precisaba como un eslabón en una cadena de eventos de reclamación soberana que se dieron por décadas; alpinismo generacional lo llamaba. El hecho de que este importante hito en la historia nacional se alcanza bajo un gobierno dictatorial en donde otros hechos perniciosos ocurrieron, y que también marcaron la conciencia nacional, no debe restar los méritos de Torrijos y los que lo acompañaron y apoyaron decididamente en este tema de la recuperación de la soberanía nacional.

Tal vez para nuestro inmaduro país es muy temprano aún para evaluar fría y objetivamente el papel que han desempeñado algunas figuras en el quehacer nacional. Pero para los que emiten opinión (ahora a algunos les dicen “influencers”) es importante y responsable hacerlo con cuidado.

Todo profesional, en todos los campos del saber, si es o trata de ser lo más objetivo posible, reconocerá que de lo que cree saber, puede que haya una miríada de opiniones expuestas desde diferentes puntos de vista y por diversos autores, incluyendo los actores de eventos en particular. Toca centrarlas, examinar esos puntos de vista (algunos, si no todos) y al final, quizás al exponer su criterio, transmitirlo conforme el momento y el contexto de entonces y el actual… evitar irse a los extremos argumentativos del tema, incluyendo los propios.

Los extremos son peligrosos, y los extremos históricos, incluso más si los muchachos que están en formación reciben de un profesor, por ejemplo, información sesgada o torcida según las vivencias u opiniones del profesor. Soslayar las diferentes aristas (buenas o malas) no le hace bien a nadie.

Las comparaciones son odiosas, como se dice en el argot popular, pero las hacemos de todas maneras y, en el mismo escenario popular, hay un refrán que señala que: “dos males no hacen un bien” (por alguna razón siento esa frase con más ímpetu y predominancia dicho por algún antepasado en un inglés antillano: “two wrongs don't make a right”). Al hablar de la época en que se logra una negociación, periodo de los militares, que llevó a la firma de los Tratados Torrijos-Carter, se trata de hacer balance con las épocas de supuesta “democracia”.

Es cierto, la asunción al poder de los militares en 1968 se da por un golpe de estado y durante los 21 años que siguieron, se dieron muertes y desapariciones que aún no han sido esclarecidas. La llamada “democracia” se retomó tan o más violentamente como aquel octubre de 1968: los muertos no han sido contabilizados a satisfacción de los interesados y casi todos eran de los barrios más pobres y humildes de este país.

Pero hay un aspecto que creo hace falta investigar y analizar: estamos siendo testigos de uno de los periodos más perversos de la vida nacional. El nivel de corrupción y de robo de los dineros del Estado es, si no extraordinario, sorprendente. Esto, en “democracia”, se ha dado sistemáticamente durante las últimas dos décadas. La investigación consiste en cuantificar los muertos por falta de medicamentos, operaciones postergadas, insumos o reactivos necesarios para los laboratorios, desnutrición, insalubridad, atención médica preventiva, etc. ¿Cuántos muertos son?

En democracia hemos sido tan crueles y perversos como en la época de los militares. Con tanto crecimiento económico, desarrollo industrial, inversión en infraestructuras, calificaciones positivas de los organismos financieros internacionales, etc., los menos favorecidos no deberían estar muriendo por las fallas de un sistema que “en democracia” para pocos funciona.

“Dos males no hacen un bien”. Dos épocas son incomparables, cada una tiene sus momentos y sus tiempos oscuros que debemos cuestionar. A la hora de evaluar los momentos históricos, señalar con el dedo, con rabia o desdén, es bueno que seamos los más objetivos y justos. Los eventos son puntos históricos en el tiempo, afectados por el bien y por el mal… y ambos deben ser evaluados para las conclusiones.

Comunicador
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