• 26/05/2023 00:00

La cuentística minimalista de Joel Bracho Ghersi

“[…] en la prosa narrativa de Bracho Ghersi se nota de inmediato un dominio de las muy variadas posibilidades del lenguaje, una puntual forma de decir las cosas, [...]”

No existen cuentos que no entrañen historias, ni historias que no tengan una mínima trama que comunique interés a lo relatado. Esta es una de las primeras premisas que aprende quien se entrena para ser escritor de cuentos o novelas. Así, por supuesto no hay nada que contar cuando no pasa nada, o cuando lo que ocurre es tan simple o plano, tan sin fisuras, que no motiva el menor interés. A menos, claro, que esa chatura sea precisamente lo que caracteriza a historias que normalmente darían más de sí.

Por otra parte, no cabe duda de que contar historias es un auténtico don, tanto en su versión oral como por escrito. También es cierto que el origen de este fascinante quehacer se remonta a la más distante antigüedad, cuando los primeros hombres se reúnen alrededor del fuego en las noches de tedio para contarse las peripecias del día; unas ciertas, otras probablemente inventadas o exageradas: la realidad y la imaginación siempre han sido excelentes compañeras en todos los órdenes de la vida y del arte. Alteregos unas de las otras.

Narrar y describir son atributos humanos, y los escritores sacamos provecho de sus variadas combinaciones al momento de tramar nuestras historias. América Latina toda, como consecuencia parcial de su herencia hispánica, se ha destacado desde finales del siglo XIX como continente de cuentistas sobresalientes que han hecho de la creatividad literaria una forma de sanación individual y colectiva, pero también de ocasional agitación, o acaso de pura y llana supervivencia. Y el cuento, en particular, ha sido en todo momento el género preferido de ese gusto cuando se torna emocional o artística necesidad.

Al igual que ocurre con la mayor parte de los actuales escritores panameños, para los autores venezolanos residentes en nuestro país el cuento es el género literario de su predilección. Quienes nos agitamos en las lides de la creatividad escritural de Panamá sabemos que hasta el momento son siete los venezolanos que aquí crean buena literatura, principalmente como cuentistas. Ellos son: Carolina Fonseca (también ensayista), Joel Bracho Ghersi (a la vez poeta y ensayista), Yoselin Goncalves (igualmente novelista), Vicente Emilio Lira (a su vez poeta), María Pérez-Talavera (además novelista y ensayista, quien provisionalmente residente en Laos) y Elizabeth Daniela Truzman (periodista); y más recientemente publica dos interesantes libros de cuentos José Rafael León D'Alessandro (quien al mismo tiempo ha sido periodista de vieja data en su país).

Joel Bracho Ghersi (Caracas, 1984), dentro de su amplia versatilidad, que lo conecta a otras formas del arte contemporáneo, es probablemente –junto con Yoselin Goncalves– el más activo y por tanto el más conocido de los escritores venezolanos en Panamá, en donde reside desde 2013. Autor del libro de relatos breves “Tipos raros” (Foro/taller Sagitario Ediciones, 2017) y ahora de la colección de cuentos “Mentiras ingenuas para burlar la muerte” (UTP, 2022), con la que obtuvo la IX versión del “Premio Diplomado en Creación Literaria” de dicha universidad, es un inquieto participante en actos culturales muy diversos.

Es necesario agregar que también ha publicado los poemarios: “El tiempo de la espera” (2020) y “Al borde de las formas” (2022), ambos de excelente calidad. Y además ha preparado varias antologías de literatura venezolana y panameña. Algunos de sus numerosos ensayos se han publicado en revistas o a manera de prólogos, pero permanecen inéditos como libro.

Acaso la característica más constante y más notable a la vez de los cuentos de Bracho Ghersi en sus dos libros de cuentos publicados hasta el momento sea la brevedad y concisión de su historias y el hecho de que suelen girar en torno a personajes curiosos, peculiares, dotados de una forma muy excéntrica de ser y de estar en la vida, en el meollo de su habitual cotidianidad. Individuos que en algunos casos se saben diferentes y en otros ni siquiera se dan cuenta. Hábitos y manías los caracterizan, y de paso los hacen inolvidables. Por tanto, su puntillosa caracterización es, a mi juicio, el mayor mérito literario del autor.

Finalmente, en la prosa narrativa de Bracho Ghersi se nota de inmediato un dominio de las muy variadas posibilidades del lenguaje, una puntual forma de decir las cosas, de tal manera que el lenguaje contribuye a caracterizar con eficiencia a los personajes. Y, aunque todos se caracterizan por ser muy “sui géneris” en su maniobrar por los recodos de la vida, de un modo u otro tienen como diferencias individuales precisamente su poco común peculiar personalidad propia. Pero lo más curioso es que el lector lo acepta así, como algo irremediable.

Cabe notar que Joel Bracho Ghersi es, él mismo, todo un singular personaje: sabio pero modesto, afable, simpático, solidario, conoce muy bien lo que quiere y lo que podría llegar a detestar. Quienes hemos tenido el privilegio de conocerlo, y además de leer sus libros, sabemos que ya no será posible el olvido.

Escritor, profesor universitario, promotor cultural y editor.
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