• 03/11/2012 01:00

3 de Noviembre: historia y conmemoración

En 1903 la creación de la República significó el origen de un nuevo proyecto histórico, aunque inmediatamente esa aspiración tropezó con...

En 1903 la creación de la República significó el origen de un nuevo proyecto histórico, aunque inmediatamente esa aspiración tropezó con la presencia extranjera. Una condición neocolonial que se mantuvo a lo largo del siglo XX.

En los primeros años de esa centuria los oradores del 3 de Noviembre recordaron a la población la impronta de esa efeméride nacional y justificaron su conmemoración como fecha fundacional por la prolongada aspiración de autonomía de los panameños desde la decimonónica centuria.

Ese relato canónico, también promovido por los políticos e intelectuales panameños, sigue vigente en la memoria colectiva de los panameños. Tanto así que un discurso de 1907 consideró a la fecha nacional como un ‘rayo de luz que rasgó las sombras de una noche que parecía infinita’, una metáfora alusiva a la tradicional narrativa histórica del exiguo progreso alcanzado por Panamá durante la unión a Colombia.

Pese a ese aparente éxito logrado a inicios de la vigésima centuria, ‘el benjamín de las Repúblicas Hispanoamericanas’, se debatía entre mantener su frágil independencia y también refutar la leyenda negra. Una leyenda que es necesario revisar en el mundo globalizado, en la era posnacional y ante los nuevos desafíos y retos del país.

Es por esto por lo que la conmemoración del 3 de Noviembre reviste enorme complejidad. Pero las visiones históricas están sujetas a cambios con el tiempo, debido a los análisis que posibilitan las pruebas disponibles.

De allí que, después de ciento nueve años, es oportuno hacer algunas reflexiones de los discursos pronunciados y editoriales de la prensa sobre la fiesta nacional a inicios del siglo XX. Estos, si bien no dejaron de recordar el deseo de autonomía y la desidia de los políticos colombianos, hacen énfasis también en los avatares que enfrentaba la República en esos primeros años. Los discursos, por ejemplo, recalcaron los rezagos sociales, además de críticas al manejo de los asuntos políticos del país y opiniones recurrentes opuestas a la injerencia extranjera en el devenir de los panameños. Este último aspecto constituyó una tarea que generaciones de panameños se impusieron y cambiaron con la conquista de la anhelada soberanía e independencia nacional en 1999. Pero quedan tareas pendientes. Una fundamental: la educación.

Si bien esos discursos se pronunciaron en y para contextos específicos en la historia de la República, no dejan de tener relevancia. Hablan del júbilo y también de las preocupaciones de sus autores. Que no dejan de ser las preocupaciones actuales. De allí que cualquier agenda del siglo XXI sobre Panamá implica saldar deudas ancestrales. Ofrecer una educación cónsona a los nuevos tiempos, con acceso a las mayorías, para una sociedad multicultural, con una visión humanista y científica, debería ser una visión compartida por todos. Esas deudas explican expresiones como ‘hay que llenar los vacíos que ha ido dejando la acelerada carrera de nuestro crecimiento’, que pueden leerse en la prensa de los años veinte del siglo pasado.

Hoy, la ‘era digital’ ha significado profundas transformaciones para la Humanidad. Y también vivimos en un mundo incierto. ¿Por qué entonces no adelantarnos al porvenir a través de la educación? Así probablemente se cumpliría con una de las expectativas creada en 1903.

HISTORIADOR.

Lo Nuevo