• 16/03/2010 01:00

31 años después

El pasado 11 del mes en curso, el PRD conmemoró el 31 aniversario de su fundación. Un modesto acto —convocado por lo que queda de su juv...

El pasado 11 del mes en curso, el PRD conmemoró el 31 aniversario de su fundación. Un modesto acto —convocado por lo que queda de su juventud— se realizó en la sede del partido. Un solo medio cubrió el programa de aniversario. Razón tienen los pensadores asiáticos, cuya dimensión del tiempo es diferente a la de los occidentales, cuando declaran que esos 31 años son apenas un cerrar y abrir de ojos. Es una verdad para la historia, pero para los seres humanos, los protagonistas y actores de esa creación política, es toda una vida.

El PRD surge de las entrañas mismas de un pueblo victorioso en su pacífica lucha por el recobro de su soberanía. Años —refiriéndonos a Churchill— consagrados por la sangre, el dolor y las lágrimas de muchas generaciones. El PRD es el resultado natural del llamado proceso democratizador pactado luego de la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Un proceso que incluía, el repliegue de los militares a sus cuarteles, la legalización de los partidos políticos, el regreso del exilio de los adversarios, la apertura de los medios de información y la aprobación de un proceso gradual de retorno a la democracia representativa. Como es natural el PRD reflejó, tanto en su contenido como en su composición, al conjunto de las fuerzas sociales que participaron de esa obra de liberación. Más que partido, en el sentido tradicional de la palabra, el PRD, surge como un frente político multiclasista con una gran diversidad de pensamientos e intereses.

Su misión era la de garantizar que el proceso de descolonización, la apertura democrática y la vuelta al “ frente interno ”, no se truncará. Pero además debía llenar el vació que gradualmente dejaban los militares en el escenario del poder político. Esa transición debía transformar al PRD, de fuerza política auxiliar de los militares, en un partido con su propia identidad. El PRD debía tomar en sus manos, y garantizar, el complejo camino de la vuelta a la “ patria doméstica ”. Esa segunda etapa de la liberación cae con la muerte del general Torrijos un 31 de julio de 1981 y recibe su estocada mortal con la invasión estadounidense del 20 de Diciembre de 1989.

Pero el PRD sobrevive, por la misma razón de su origen. Pero además, el escenario mundial finalmente nos impuso su propia transformación. Quedamos a la merced de otras realidades. Con la caída del campo socialista el mundo bipolar cedió su espacio de negociación a las fuerzas sobrevivientes. El proceso de consolidación de esas fuerzas nos tomó de sorpresa. Por nuestra condición de país, unas veces muy joven, otras de instituciones muy frágiles, carentes de un liderazgo con capacidad de continuar la obra de Torrijos, buena parte del camino recorrido, se fue cediendo, tramo tras tramo. El PRD refleja también el cambio de estos tiempos y sus nuevos escenarios sociales. Por su peso específico en la sociedad, de la cual formamos parte y de la cual nos alimentamos políticamente, vivimos la realidad de un agotado modelo político, de una forma de comunicarnos en la que ya nadie cree, de un liderazgo que ha perdido toda su fe, de un Estado sin actualización, en donde la vida ha superado de sobra toda su imaginación. Pero el PRD también tiene sus propias escenarios internos.

Con el tiempo el PRD quedó atrapado dentro de esas complejas realidades. De partido dirigente pasó a ser una organización sin visión de futuro. La aplastante derrota electoral —que se han negado a evaluar— no fue suficiente para entender cuán retrasado se encuentra y cuán falto de una perspectiva histórica se halla. Le corresponderá a la práctica como el mejor criterio de la verdad dar su fallo final.

*Miembro del PRD.rvasquezch@cwpanama.net

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