• 28/05/2014 02:00

Agenda política y prosperidad

De los acuerdos que se generen en cuanto a la gobernabilidad, la seriedad y racionalidad de los proyectos diseñados

El período desde la votación hasta el inicio del nuevo gobierno es un espacio importante para la vida política futura y en el caso panameño actual, de singular trascendencia para el país. De los acuerdos que se generen en cuanto a la gobernabilidad, la seriedad y racionalidad de los proyectos diseñados, se podrá colegir el rumbo que habrá de tomar la nave de la administración naciente.

Uno de los criterios que debe situarse en la balanza para determinar las características de los planes asumidos en esta etapa de transición, va a estar determinado con la lectura que se haga del resultado del propio proceso electoral. ¿Qué significan los saldos alcanzados? ¿Qué papel van a tener los principales cuerpos colegiados para el quinquenio? ¿Cómo queda el balance de las fuerzas en la realidad próxima?

La interpretación de tal escenario, corresponde a los políticos y a sus equipos de trabajo. Aquí se adecúa el proyecto de la oferta del antes candidato y ahora presidente electo con las demandas que por lo general tiene la sociedad. Si ella determina una secuela de lo anterior, en esa dirección debe encaminarse el programa. Si por el contrario, pide una transición tenue, entonces habrá que ajustar la dirección en ese sentido con leves movimientos.

Pero lo más enriquecedor llega cuando el electorado determina que deben hacerse trasformaciones, entonces el grupo que rodea al equipo presidencial debe tomar en cuenta este perfil para afinar y ajustar sus estrategias, incluso con la determinación de las personas que serán seleccionadas para trabajar en las posiciones claves del engranaje gubernamental.

En esta coyuntura se ha modificado sensiblemente la identidad de la Asamblea y nuevos actores se integrarán a este cuerpo legislativo. Aquí el mensaje es claro, hay que superar la sensación de espectáculos circenses y alcanzar la gestión con un órgano más sensato, menos sometido y con una visión clara del papel que le corresponde en el rejuego democrático. Pero es necesario dejar claro que en este momento de preparación para otra etapa, el país debe dar un salto y dejar atrás prácticas tradicionales como el clientelismo, asistencialismo y esta extraña modalidad de operar por consignas; añejo fenómeno que trasluce la poca cultura política de una sociedad. Ya hay que hacer un alto a tanta frase estéril y promesas sin base lógica.

Los ciudadanos no pueden continuar a la espera que alguien superdotado vaya a traer la solución a los problemas. Si la campaña electoral, estuvo plagada de vehículos llenos de cemento, bloques, refrigeradoras, cocinas, lavadoras, televisores, enseres de todo tipo, esa estrategia debe quedar enterrada en el fondo de cerro Patacón para que en el futuro se pueda decir que tenemos un raciocinio que no se compra.

Ahora el mensaje fue evidente. Se aceptan los obsequios sin un compromiso frontal y formal con quien envía los halagos. En la futura arena electoral, ese modelo debe ser inutilizado, circunstancia que habrá de traslucir la madurez de la población. Pero este panorama requiere ser fortalecido con una plataforma económica que incluya a las comunidades en un mercado como productores y no solo como consumidores.

La economía que caracterice al gobierno siguiente, debe dar una capacidad más desarrollada a las comunidades. Hay que planear microproyectos de desarrollo y sacar del escenario a los intermediarios, especuladores que acrecientan la pobreza con sus esquemas asimétricos impuestos.

Estamos en un momento apropiado para estructurar las bases de una economía renovada; pero además requerimos propiciar el revestimiento ético característico del país en los próximos cinco años; fortalecer cada espacio social y evitar el resquebrajamiento moral de sus instituciones.

PERIODISTA

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