• 27/04/2010 02:00

A un año de Gobierno

Dentro de algunos días se cumple el primer aniversario de las elecciones que dieron por resultado la victoria sin precedentes de la coal...

Dentro de algunos días se cumple el primer aniversario de las elecciones que dieron por resultado la victoria sin precedentes de la coalición de fuerzas que enfrentó la propuesta reeleccionista del PRD. Muy poco se ha hablado de ese momento y lo dicho ya ha quedado en el olvido cuando las fuerzas derrotadas se han negado rotundamente a realizar un balance que pudiera haber esclarecido —en parte— los grandes interrogantes surgidos de una campaña llena de nuevos escenarios, técnicas y modalidades del quehacer político panameño.

Este primer aniversario electoral ha comenzado a develar la verdadera capacidad operacional y ejecutiva del nuevo Gobierno. La curva de su aprendizaje quedó atrás y ahora lo que cuenta es el enfoque y análisis sobre las tendencias y probable evolución de los acontecimientos frente a una sociedad con una alta carga de insatisfacciones.

Como siempre ha ocurrido, una parte importante de su programa electoral de Gobierno se uso más con el ánimo de ganar el control emocional de la población y guiarla hacia la toma de decisiones al momento de emitir su voto. Que lo prometido se pueda cumplir —por encima de las buenas intenciones del discurso— dependerá de la capacidad ejecutoria y la eficiencia administrativa del equipo.

El discurso electoral estuvo definido por los grandes problemas de carácter estructural que afectan a toda la sociedad. Temas como Seguridad, Educación, Transporte, Justicia y Trabajo, fueron el centro de las promesas y son en la actualidad la base de los sentimientos, de las expectativas y de las esperas de los panameños. No son problemas nuevos y en algunos casos su solución requiere de decisiones radicales y profundas.

Tampoco son problemas que se puedan resolver en solitario. Necesitan del concurso de todos los afectados, es decir, de toda la nación.

El hecho de que la población haya aceptado ese discurso electoral —mostrado en la victoria de las fuerzas encabezadas por el presidente Martinelli— no significa que apruebe con el mismo entusiasmo las medidas que tome el Ejecutivo para abordar los problemas nacionales.

Hasta ahora pareciera existir cierto grado de improvisación, de desconocimiento y de inseguridad lo cual da pie a que diversos sectores de la sociedad muestren su oposición.

Pareciera un problema de métodos, generalmente fáciles de corregir, si existe un espíritu de rectificaciones. Y un año de gobierno es suficiente tiempo para saber en donde están las dificultades y los errores. Pero también hay un problema de concepción que pudiera estar negando el discurso electoral; el discurso de las promesas y de los compromisos.

Aunque el mando en el Ejecutivo esté muy bien definido alrededor del Presidente, su Gobierno de alianzas no lleva el mismo ritmo ni piensa igual. Una fuerte carga de oportunismo político —propio del clientelismo electoral— está afectando la ejecución del quinquenio.

La “vieja” burocracia, poseedora del conocimiento y la información, ha sido duramente golpeada y maltratada, cuando no, expulsada de sus oficinas. Su respuesta ante la oleada de imberbes seguidores que han colmado sus espacios, es el silencio.

En esas condiciones no existe Gobierno alguno que pueda ejecutar con eficiencia su programa electoral.

Eso salta a la vista. Muchas buenas ideas que no se concretan, que se quedan en los grandes titulares de los medios de información, para luego caer en un inexplicable silencio. Una pobre, cuando no mediocre, ejecución del presupuesto. Una lucha intestina en el aparato Administrativo que pierde su tiempo en recriminaciones. Una tendencia a repetir esa cultura quinquenal de entrar pobres y salir ricos o más ricos.

En fin, un primer año, que requiere de renovados compromisos y de una visión de Estado con capacidad para sumar a todas las fuerzas sociales que reclaman solución a sus más vitales problemas.

*Miembro del PRD.rvasquezch@cwpanama.net

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