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- 22/06/2025 00:00
Recordando a don Jaime Serrano

Una de esas gratas oportunidades que nos ofrece la vida diplomática es conocer e interactuar con otros colegas de una talla profesional, intelectual y humana excepcional. Durante mi misión diplomática en Panamá entre 2018 y 2022 tuve el privilegio de hacer amistad con uno de ellos, el embajador Jaime Serrano Rivas, reconocido diplomático de carrera y profesor universitario. Hace un mes recibimos noticias sobre su inesperada partida causando profunda consternación entre todos los que lo conocíamos y admirábamos.
Nos presentaron poco después de su designación como embajador de su país en el Perú, encargo que cumplió a cabalidad y con marcada eficiencia del 2019 al 2024. Fue una misión con importantes desafíos, pues, le correspondió lidiar con el COVID, gestionar la repatriación de sus connacionales y fortalecer los lazos bilaterales económico-comerciales, la cooperación técnica y cultural en un entorno pospandemia.
No le eran ajenas las tierras peruanas hermanadas desde siempre con el istmo. Había servido por primera vez en el Perú como joven secretario en momentos difíciles durante la época de la insanía terrorista de Sendero Luminoso. En una de nuestras amenas conversaciones, don Jaime recordó que, en abril de 1985, le tocó esquivar, junto con un colega, algunos de los disparos durante el atentado contra el magistrado y presidente de Jurado Nacional de Elecciones, Domingo García Rada, acaecido en San Isidro, muy cerca de donde se ubicaba la Embajada de Panamá en Lima.
Igualmente, le correspondió manejar con prudencia desde su embajada en Lima, momentos difíciles para la relación bilateral con Panamá durante el Gobierno de Alan García, a fines de 1989 y comienzos de 1990, como resultado de la invasión de los EE.UU. al istmo y el asilo de exmilitares ligados a Noriega en los locales de nuestra Embajada. Incluso, unos años después, en 2014 tuvo que afrontar con entereza e hidalguía, como consejero y encargado de Negocios de la Embajada de Panamá en Venezuela, el hecho de ser expulsado y declarado persona «non grata» por el régimen de Hugo Chávez, cuando se rompieron las relaciones diplomáticas entre su país y Venezuela.
En el ámbito personal, Jaime Serrano formó un fructífero hogar junto a su compañera de toda la vida, María Rosa Salazar, su consejera y apoyo permanente en las vicisitudes de todo diplomático y, como no podría ser de otra manera, peruana de pura cepa.
El 8 de enero de 2025 fue condecorado por el señor canciller de la República, embajador Elmer Schialer, con la Órden «El Sol del Perú» en el grado de «Gran Cruz» por su importante contribución al fortalecimiento de las relaciones de amistad entre nuestro país y Panamá. Cumplía de lejos con todos los merecimientos.
Jaime Serrano fue un diplomático que demostró, entre sus habilidades innatas, una sobresaliente facultad de comunicar y escuchar; una profunda comprensión de esos aspectos tácitos de la cultura; una estupenda capacidad de análisis; y, lo que es más importante, una sencillez a prueba de oropeles. Siempre se comportó como un caballero a carta cabal y con ese «Don de Gentes» que le permitió construir una red de amigos de todas las esferas, oficiales, privadas, empresariales, militares, sindicales, etc. Muy versado en América Latina entendió a la perfección la idiosincrasia y sutilezas del peruano y de su sociedad.
Jaime fue, si pudiéramos resumirlo en una frase, sobre todo, un «buen ser humano». Un magnífico esposo, un engreidor padre y abuelo, así como un hábil diplomático que siempre supo proyectar y defender los intereses de su Panamá querido con patriotismo, honestidad y eficacia.
Te nos adelantaste mi querido Jaime. Uy, “chuleta”, como siempre solías decir en buen panameño. Has dejado una impronta indeleble en la historia diplomática de tu país, una familia consolidada y exitosa, así como huellas muy queridas en el Perú. Descansa en paz mi querido y leal amigo.