• 27/03/2012 02:00

Sistema educativo y cambio social

En el momento actual, la enorme aceleración del cambio social modifica de una forma tan rápida nuestras formas de vida, introduciendo nu...

En el momento actual, la enorme aceleración del cambio social modifica de una forma tan rápida nuestras formas de vida, introduciendo nuevas concepciones económicas, nuevos desarrollos científicos y tecnológicos y nuevos valores sociales, que no cabe esperar una tregua en las demandas de cambio de la sociedad sobre nuestros sistemas educativos. El desconcierto ante el cambio y el sentimiento de estar desbordados afecta a la moral de los docentes, que se convierten en los primeros críticos del sistema educativo; mientras, desde el punto de vista social, no se da gran importancia a los éxitos, que se interpretan como consecuencias naturales del progreso, al mismo tiempo que se magnifican las deficiencias del sistema educativo como un desastre colectivo que está muy lejos de ser verdad. Una formación de docentes que los prepare para enfrentar los nuevos desafíos de nuestro sistema educativo aparece como el factor clave para hablar de calidad de la educación.

El cambio educativo, como señalan Bowe y Ball (1992), se genera en tres contextos diferentes: en primer lugar, el contexto macro, que depende de la evolución de las fuerzas sociales, los grupos políticos y los sectores económicos y financieros, que plantean al sistema educativo continuas exigencias de adaptación al cambio social y a los nuevos sistemas de producción; en segundo lugar, encontramos el contexto político y administrativo, que pretende ordenar la realidad mediante leyes y decretos con una capacidad de cambio limitada, porque no pueden modificar la mentalidad de los docentes ni el sentido de su trabajo en las aulas; por último, existe un tercer contexto práctico, que hace referencia al trabajo real de los docentes y de los centros educativos. Cualquier intento de transformar la educación, que no tenga en cuenta los elementos determinantes de estos tres contextos, está abocado al fracaso. Por eso fracasan todos los intentos de cambio que no tienen en cuenta la cultura profesional, las opiniones y las condiciones de trabajo del maestro y profesor; pues, ellos y las instituciones escolares tienen sus propias tradiciones y estructuras de trabajo, que dependen de personas con una determinada sensibilidad, con una determinada historia personal y una específica concepción de la enseñanza. El estudio de los contextos históricos se convierte, por tanto, en uno de los elementos imprescindibles para entender el estado del sistema educativo.

A la hora de modificar la educación, las ambiciosas exigencias del contexto social o económico y los amplios desarrollos legislativos del contexto político y administrativo acaban siempre llegando a un cuello de botella en el que quedan estancadas muchas de las posibilidades de reforma de nuestros sistemas educativos. Me refiero al único contexto ejecutivo del sistema: al contexto de la práctica docente cotidiana, que se desarrolla en los centros educativos a partir de la cultura profesional de sus docentes, de sus concepciones de la enseñanza, de sus tradiciones y de las posibilidades reales de los medios y las condiciones de trabajo de las que disponen.

Jamás tendrá éxito una reforma educativa que pretenda hacerse contra la mentalidad de los docentes. En este sentido, el éxito de una reforma siempre dependerá de la capacidad de forjar una nueva forma de ver la educación, y de crear una opinión favorable hacia ella. Al margen de las demandas sociales o de las reglamentaciones legales, siempre son los hombres y mujeres que cada día entran en un aula quienes pueden darle calidad a la educación; por tanto, la formación inicial y continua de nuestros maestros y profesores es el elemento esencial para mejorar la calidad de nuestro sistema educativo. La formación inicial tiene que comenzar ya a preparar a los futuros docentes para los desafíos de la nueva sociedad del conocimiento, y para hacer frente en las aulas a los nuevos problemas derivados de los profundos cambios que hemos vivido en los últimos treinta años.

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