Representantes de las diferentes actividades económicas del país alertaron sobre las consecuencias que se avecinan si los cierres continúan. Hicieron un...
- 10/01/2009 01:00
¡Colón, pueblo heróico!
La animada tertulia en el Club Náutico Caribe se había convertido de repente en iracundia, incluso para uno de sus socios gringos, Vincent Infuse, “Wap”. Las noticias informaban de agresiones armadas por tropas gringas contra estudiantes panameños, los del Nido de Águilas por delante, enarbolando el tricolor nacional entre balas asesinas.
Salimos en tropel para unirnos a las protestas masivas que surgían por doquier. Colón todo desesperado por defender a la Patria mancillada. El presidente del Concejo, Félix Napolitano, se precipita desde el Náutico para portar él, seguido de todos sus colegas, el pabellón nacional que ya comenzaba a ser impregnado de sangre joven y heroica en y alrededor de la ignominiosa Zona del Canal, lado Pacífico.
La Guardia Nacional se ve con las manos llenas para contener la avalancha humana que furiosa se enrumba hacia las calles 11 y 12, avenidas Bolívar, Balboa y Del Frente, inicua frontera dentro de nuestras fronteras. Entrar a territorio enemigo era la consigna suicida salida de gargantas de estudiantes y de muchos colonenses.
Dos o tres oficiales de la GN, entre ellos el Tte. Pedro Ayala, planean locuras. Pero saben que fuerzas superiores esperan con bayoneta calada prestas para asesinar. Blindados asomaban ya. A regañadientes, desisten. Tienen órdenes de evitar actos suicidas, inmolaciones. Temprano, una bala gringa mata a Maritza Alabarca, de sólo seis meses. Ayala se hace de la vista gorda cuando ve de soslayo que Eddy de Obaldía trae un rifle de cacería, para convertirse en certero francotirador. Otros traen rifles calibre 22. Quico Huc y quien esto escribe cargamos revólveres 38. Nos apostamos en un edificio frente al “YMCA” y el Templo Masónico, mientras bombas Molotov incendiaban los contornos enfrente nuestro. Los bomberos zoneítas no podían sofocar las esparcidas llamas. El edificio donde estábamos, y otros contiguos, eran asediados desde la bocacalle de la 11 y Bolívar por los impactos de los M—1 gringos, a su vez hostigados ellos por disparos esporádicos y lluvias de Molotov, y hasta por piedras. Allí, una granada le perfora el pecho al Sgto. Celestino Villarreta. Poco antes había sido asesinado el estudiante Carlos R. Lara. El Hospital Amador Guerrero está lleno de heridos de bala, golpeados y algunos quemados.
Desde nuestro escondite vimos caer a varios de nuestros verdugos, como 9: ¿muertos, heridos? Requeriría de mil páginas para contar lo ocurrido en Colón aquella noche del 9 y madrugada del 10 de enero de 1964, vividas en toda su intensidad y heroísmo de muchos, damas incluidas. Como a las dos de la madrugada del 10, las municiones agotadas, el mismo Ayala, otro oficial y subalternos, nos desarmaron sin contemplaciones. “¡O cargo con todos!”, amenazó. Su mirada, empero, transmitía afectiva identificación y solidaridad..
-El autor es pensionado del SS.elopezgrimaldo13@hotmail.com