• 14/12/2023 09:48

¡Derogatoria al debido proceso ya! de Dinoska Montalvo. Lea su opinión

Los últimos meses el país se ha visto envuelto en una vorágine de indignación y repudio hacia quienes ostentan el poder público que alcanzó su punto crítico luego de la aprobación por los diputados de la Ley 406 del 20 de octubre del 2023.

El dantesco espectáculo que ejecutaron los pérfidos diputados con sus acciones y sus omisiones ese 20 de octubre, fue sin duda el detonante de las protestas que terminaron enfrentando, incluso, al pueblo contra el propio pueblo. El contrato minero fue apenas la chispa adecuada para enardecer a los panameños, que sin fe ya en el sistema político ni en la democracia salieron a defender sus derechos.

Pero la defensa de los derechos puede tomar otros matices en la medida que aceptamos como bueno que el fin puede justificar cualquier medio y la influencia de quienes mantienen sus propias agendas, diametralmente distintas a las luchas legítimas ciudadanas, encontraron el caldo de cultivo apropiado para suplantar la fuerza de la razón colectiva por la razón de la fuerza de algunas minorías.

La intransigencia tomó cuerpo y ante la ausencia de liderazgos de todas las corrientes políticas, se tambalea el Estado de Derecho y sus instituciones más básicas. Luego de las protestas quedó incubando en la sociedad el germen del antisistema y la anarquía, inyectado por aquellos que mantienen por evangelio la destrucción de todas las instituciones como las conocemos hasta hoy, poniendo a sus propios intereses el disfraz de “lucha contra la corrupción”.

Mientras el pueblo clamaba por la derogatoria del contrato minero, estas minorías distorsionaban el sonido de las voces ciudadanas para insertar el grito de “¡Derogatoria al debido proceso ya!”, cruzando una línea peligrosa al imponer sobre la Corte Suprema de Justicia la obligación de fallar en función de la presión ciudadana y no sobre la base del derecho.

El debido proceso es un pilar fundamental en cualquier Estado para garantizar la dignidad humana, la libertad y la justicia. Desconocerlo con fundamento en las circunstancias del momento y bajo la amenaza de la toma del poder por las masas, es un atentado contra nuestros valores sociales más preciados y sobre todo una amenaza constante a la seguridad jurídica que nos permite a todos el disfrute de nuestras libertades.

El libro de Proverbios nos enseña que la mano negligente empobrece; más la mano de los diligentes enriquece. Y podemos añadir que las decisiones de los negligentes solo puede alejarnos de la justicia y la paz social que es el fin último que se persigue a través de la vida en colectividad y de los que aspiramos a seguir construyendo un estado de derecho.

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