• 10/04/2010 02:00

Consideraciones sobre educación

Si partimos de la noción de que el sector dominante hace prevalecer su ideología e intereses sobre el conjunto de la sociedad, es claro ...

Si partimos de la noción de que el sector dominante hace prevalecer su ideología e intereses sobre el conjunto de la sociedad, es claro que ello se reflejará en el contenido de la educación nacional. La visión dominante adquiere carácter de ideología nacional y, en este sentido, introduce elementos deformantes en la educación, ya que ideología no es educación.

La educación reproduce y responde a intereses de minorías, sean clases, estratos o élites, y sirve, por ende, para reproducir el mismo sistema y mantener el status quo. Quienes tienen entrenamiento para teorizar o innovar en nuevos programas educativos no pueden ser invitados para cambiar la esencia, el leit motiv, del sistema educativo, y son rápidamente descartados. ¿Para qué innovar si el sistema todavía nos es útil? ¿Por qué cambiar nuestra forma de ver el mundo, es decir, por qué cambiar “nuestra ideología”? ¿Por qué permitir que “nuestra población” siga un camino distinto?

La reforma educativa desde las alturas del poder no es tal porque es incapaz de asimilar cambios que no vengan de su propia estructura, a pesar de que algunos corifeos y despistados se desgañiten hablando de una “educación nacional”. Puede hablarse de instituciones estatales para la educación, dirigida a las grandes mayorías para satisfacer intereses de minorías, mas no de educación nacional, que tendría el objetivo de satisfacer los intereses de todos (o casi) en tanto que nación.

Cuando se dice que el gobierno invita a la sociedad civil para que participe en la confección de una “educación para el cambio” no debe entenderse que el gobierno realmente quiere compartir el poder con el pueblo para que éste —o quienes sean considerados sus representantes— participen en una fiesta democrática. Esta es una ingenuidad, si bien no minimizamos la importancia que puede asumir una participación semejante.

Entendido el cambio superficialmente, por supuesto que “el pueblo” o sus voceros pueden participar en reformas cosméticas, insustanciales e impertinentes. Pero de allí a que los sectores populares se hagan una educación a su medida hay un largo trecho.

Por esta razón nos preocupa cuando la ministra de educación manifiesta que “el sector productivo” —refiriéndose a la empresa privada— está cooperando con el cambio en la educación. El sector productivo no son solamente los empresarios o dueños de capital: son también y fundamentalmente los trabajadores, los que no viven de la renta o capital, sino de su trabajo.

Habría que integrar algunas personalidades del sector productivo, compuesto por excelentes profesionales, expertos en pedagogía, psicología escolar, psicopedagogía, educación especial o filosofía de la educación —provenientes casi todos de los sectores medios— quienes pudieran reducir la brecha entre la ideología dominante en educación (para eliminar prejuicios inherentes a ella) y una educación más equitativa, aunque no sea “nacional”. Habría que tomar en cuenta los intereses y la cosmovisión de campesinos, indígenas, obreros, estudiantes, organizaciones cívicas, de la sociedad civil y ambientalistas, así como a personalidades de prestigio reconocido en el campo de la educación.

Una educación nacional será una utopía mientras la sociedad mantenga una estructura de clases y no permita que en ella se acomoden los intereses de las mayorías, pero también será una utopía si las mayorías son cooptadas por una minoría que a su vez imponga su propia ideología. Por eso, la educación no puede ser política de gobiernos o partidos, sino política de largo plazo en la que intervengan las mejores mentes del país. Sería un craso error, por otro lado, oponerse a reformas en la educación porque ésta no sea nacional, como sería un error oponerse a mejoras sociales tan sólo porque no constituyan una revolución.

Si el ministerio de educación considera que la formación de los estudiantes tiene como objetivo encontrarles trabajo o un sitio en el mercado nada más —con todo y que sea importante lograrlo— estaría confirmando que los pobres y muchos deben estudiar para servirles prioritariamente a los ricos y pocos. Se olvidaría que los futuros egresados no serán solamente empleados y que desde siempre se ha considerado que la educación debe formar ciudadanos-ciudadanos que deben trabajar y luchar por construir un mejor país, y no para enriquecer únicamente a las empresas.

Por eso, comprendemos la eliminación de cursos, materias y carreras necesarias para la formación de ciudadanos con conciencia patriótica e identidad nacional, pero no la aceptamos.

Y ésta es la principal debilidad que palpamos en la educación para el cambio: que no es para construir un mejor país sino para que el mismo continúe siendo lo que es: un territorio sin personalidad internacional donde hacer negocios.

Esto, por ejemplo, lo tiene Carlos Slim bien CLARO.

*Catedrático y escritor. julioyao1@gmail.com

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