• 18/03/2024 00:00

El reto es mejorar la calidad humana

La esperanza es, quizás, el sentimiento humano más antiguo y presente entre los ciudadanos, especialmente en tiempos de elecciones no importa en que parte del espectro electoral o “ideológico” se encuentre. La continuación de un programa, el cambio o las correcciones o, como quisiera yo, el inicio de un proceso para transcender a una mejor causa humana que sea bueno para todos, forma parte de esa quimera esperanzadora.

Más de 2 mil millones de personas en 80 países irán (algunos ya han ido) a las urnas en el 2024 en un mundo lleno de retos existenciales en donde la corrupción, la guerra y una incipiente carrera armamentista amenazan la estabilidad global. Para vencer esas amenazas, no me canso de decir que un conjunto de mejores seres humanos es lo que necesitamos para guiarnos. En ese marco, rescato algunas ideas presentadas anteriormente.

Varios son los pensadores que afirman que “todo está escrito”. Es decir, se refieren a que en lo que llevamos de desarrollo humano e intelectual desde que el homo sapiens predominara sobre las otras especies que rondaron la tierra, las ideas, la formulación de conceptos para ejecutarlas y beneficiarse o disfrutar de ellas, han sido puestas en el tapete desde hace ya mucho tiempo, a fin de que en el proceso de desarrollo sean creadas, analizadas y/o perfeccionadas.

Steve Connor, en un artículo publicado en The Independent hace ya algunos años, se refiere a un trabajo del profesor Gerald Crabtree, quien dirige un laboratorio de genética en la Universidad de Stanford en California. Crabtree teorizó que: “La inteligencia humana alcanzó su punto máximo hace varios miles de años y desde entonces se ha producido una ligera disminución en nuestras capacidades intelectuales y emocionales”. En el artículo publicado en la revista “Tendencias Genéticas”, el profesor Crabtree agrega que:“Yo apostaría a que, si un ciudadano medio de Atenas de 1000 AC fuera a aparecer de repente en medio de nosotros, él o ella podría estar entre los más brillantes y más intelectualmente viva de nuestros colegas y compañeros, con una buena memoria, una amplia gama de ideas y una vista clarividente de asuntos importantes”.

Si eso es así, lo que queda es que esta generación de humanos tome nota y se enfoque en aquellas “cuestiones importantes”: un mejor entorno en donde todos podamos vivir cómodamente y progresar con la asistencia de las tecnologías que el ingenio humano ha creado (en la medicina, por ejemplo, o la comunicación) para detener las amenazas y prolongar la vida lo más que se pueda.

Además de la corrupción que seguramente envuelve el diario vivir de los 2 mil millones de electores de este año y muchos otros alrededor del mundo, la tendencia es apostar a procesos educativos para formar tecnócratas. En el pasado debate de los candidatos presidenciales con la juventud, mucho se habló de esa fórmula educativa como la solución de nuestros problemas.

Algunos candidatos tocaron el tema de la cultura muy de pasada. Nadie habló de la necesidad de formar mejores seres humanos. La educación humanística se ha relegado considerablemente. Hace un tiempo escribí en este espacio que: “... la sociedad que queremos construir a partir de este momento debe incluir políticas educativas visionarias (...) Al fin y al cabo, un ambiente educacional adecuado y justo permitirá un desarrollo humano (...) para superar sistemáticamente las actuales conductas decadentes”.

El país tiene la obligación de preparar profesionales que puedan atender las necesidades que la industria requiere para suplirlos de mano de obra calificada. Pero eso no significa que, en ese intento, se les elimine la educación humanística e incluso científica que puede llevarlo a niveles superiores de exploración intelectual para su beneficio y el de la sociedad a la cual pertenece.

Si a estas alturas las mentes más brillantes que viven en este inicio del segundo milenio no han sobrepasado con creces a un ciudadano de Atenas del año 1000 AC, con su “vista clarividente de cuestiones importantes”, el retroceso en términos generales no ayuda mucho a alcanzar a ese individuo; no ayuda a construir espacios para trascender.

Solo somos 4.5 millones de esos que vamos a las urnas este año alrededor del mundo. La esperanza debe ser formar mejores seres humanos con un plan educativo adecuadamente balanceado que estimule entre ellos discusiones filosóficas, provoque su curiosidad creativa y los incite a explorar la apreciación sobre el arte y la literatura en general. Aquí se le ha perdido el respeto, pero la educación humanística es vital para una mejor sociedad. El balance entre desarrollo tecnológico y desarrollo humanístico es importante. Con ese balance se podrá atacar la corrupción y tal vez desde aquí, podamos escribir nuevas páginas para el desarrollo futuro de la humanidad.

El autor es comunicador social
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