• 20/01/2018 01:00

La inganable y perversa guerra contra las drogas

La evidencia disponible apunta a que la prohibición no reduce el consumo sino solo de manera marginal

La guerra contra las drogas es un caso clásico de cura que resulta peor que la enfermedad. Dicha guerra no es meramente inefectiva. Ojalá fuese tal el caso. Decir que es inefectiva o infructuosa implica que, simplemente, no logra su cometido y es solo un placebo. Pero la realidad es peor, y es que la guerra contra las drogas genera violencia, corrupción sistemática de las instituciones públicas, erosión continua de libertades civiles bajo el paraguas de la seguridad colectiva. Y todo esto lo causa sin lograr reducir muertes por sobredosis ni casos de adicción, sino que, de hecho, hay abundante evidencia de que más bien el enfoque punitivo aumenta los casos de adicción y las muertes por sobredosis.

La evidencia disponible apunta a que la prohibición no reduce el consumo sino solo de manera marginal, y aún esto solo en los consumidores ligeros, con demanda elástica, que son los que menos susceptibilidad tienen a los daños severos del consumo fuerte y prolongado. Piense usted en el equivalente al bebedor social u ocasional que se toma dos cervezas un par de días a la semana, en vez del que abusa del alcohol bebiéndose una botella diaria de ron. De hecho, por el lado de la corrupción sistemática de las instituciones públicas, esto se da por los altísimos retornos que el negocio del narcotráfico genera. Estos permiten a las narcomafias corromper fiscales, jueces, policías y al sistema político en general, impregnando todas las estructuras del Estado. Esto, aunado a la conocida tendencia de las narcomafias a usar la violencia para coaccionar a las personas a ceder a sus designios. Es decir, el famoso ‘plata o plomo'.

La violencia y la inseguridad ciudadana son altas en países donde la guerra contra las drogas es intensa. Las disputas entre mafias que compiten entre sí, o entre traficantes, no se resuelven como las disputas entre empresarios en un mercado lícito. Un narcotraficante no puede interponer acciones legales contra su distribuidor porque este le haya vendido un lote de droga de inferior calidad. El fenómeno observado entonces es que las disputas entre actores en el mercado clandestino se resuelven de manera violenta. Este es el caso en México y Honduras, por ejemplo, países que, dicho sea de paso, han intentado el recurso de la continua militarización de los servicios de policía como un supuesto remedio contra el narcotráfico. Los resultados hablan por sí solos.

La dinámica de la guerra contra las drogas lleva a que los Estados dediquen cada vez más recursos al combate del supuesto enemigo. Esto desplaza recursos de otras necesidades sociales hacia las actividades represivas ( crowding out ), desviando así los recursos que de otro modo serían empleados en seguridad ciudadana efectiva, educación, salud, vialidad, administración de justicia y demás funciones propias del Estado.

El paradigma de que la lucha contra las drogas es una guerra, conduce a la idea de que debe ser ganada a toda costa, aún en detrimento de las libertades ciudadanas. Tan solo fíjese usted en las enormes dificultades que para el ciudadano común representa la bancarización. Pero además, las sistemáticas invasiones a la privacidad de las personas, la inversión de la presunción de inocencia y de la carga de la prueba en los delitos relacionados con drogas, producen una erosión continua de la libertad del ciudadano que nos llevan a la deriva hacia el Estado policíaco.

Por último, porque el espacio no me permite más, la incidencia de muertes por sobredosis tiende a ser mayor allí donde con más ahínco se empeña el Estado en perseguir a los consumidores. En cambio, experiencias como la de Portugal, que en el año 2001 despenalizó todas las drogas, y que ha resultado en una drástica reducción de aproximadamente 80 % en las muertes por sobredosis, además de mejorías notables en otras incidencias como encarcelamientos por delitos relacionados con drogas, radical reducción de más de 1500 % en la incidencia de contagios de HIV por uso compartido de jeringas, y otras métricas importantes.

Todos conocemos la trillada frase de Einstein en el sentido de que estupidez es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados distintos. ¿Qué se requiere para que aceptemos de una buena vez que la guerra contra las drogas es una cura muy peor que la enfermedad?

ABOGADO

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