• 24/10/2011 02:00

Indignado, realmente indignado

COMUNICADOR SOCIAL.. Si estamos leyendo esto quiere decir que el mundo no se acabó el viernes pasado. Recordemos que Harold Camping, qu...

COMUNICADOR SOCIAL.

Si estamos leyendo esto quiere decir que el mundo no se acabó el viernes pasado. Recordemos que Harold Camping, quien vaticinó que el mundo acabaría en mayo pasado reajustó su predicción para señalar el 21 de octubre de 2011 como el día final. Camping, para justificar la falla en su predicción pasada, dijo que, mayo 21 fue ‘la llegada espiritual de Cristo’ y que Octubre 21 (o sea, el viernes pasado) ‘... el mundo sería totalmente destruido, pero será muy rápido’. A trabajar que aún estamos aquí; y aquí, los indignados seguimos sumando conciencia cada día.

Esta semana es la Semana del Miró, en donde se premia la excelencia de las letras y la creatividad literaria nacional en cuento, novela, teatro, ensayo y poesía. Una semana para los que nos dedicamos a la cultura. La ventana por donde puede escapar la sociedad para atender sus males de indiferencia intelectual; si todos estuviéramos prestando atención, si todos le diéramos el valor que merece en el desarrollo de una sociedad de avanzada, una sociedad más humana.

Pero una diversidad de hechos desfavorables envuelve lo que debe ser una semana festiva y de celebración. Escándalos inmorales: si las investigaciones en los diarios son verídicas. Deja mucho que pensar sobre una sociedad que envidian otros. Pudiéramos terminar aceptando que nuestro país está por el camino correcto de desarrollo y crecimiento, sumado a los reportes del exterior sobre los ‘increíbles panameños’ que se publicó recientemente y que circulan por las redes para alentarnos.

Claramente existen dos países: el país que entiende las dimensiones del crecimiento económico y el valor de la ruta por Panamá; el que se ha adornado de rascacielos, centros comerciales y hoteles turísticos; el de más de una veintena de ofertas universitarias —buenas o malas—. El del centro bancario internacional, el de empresas multimillonarias. El país que promueve positivamente a Panamá en el exterior como base de un concepto publicitario para impulsar el turismo. El país de yates, pesca deportiva, mansiones de lujo...

Pero existe el otro país en donde la cultura y la conducta social han empeorado. El de los empresarios de ‘éxito’, que pagan a sus empleados salarios de miseria, pero acaparan oportunidades por medio del tráfico de influencias que finalmente representan millones y millones de dólares. El de empresas que no cumplen con las cuotas de seguridad social. El país que no encuentra brújula para mejorar sus sistemas vitales de seguridad, educación, salud y de transporte.

La reunión en Ciudad de Panamá la semana pasada para subrayar la indignación, no concentró mayor apoyo. Los indignados: o son pocos o están conformes con la situación actual. Y las evidentes señales de corrupción en el país no es culpa de nadie en particular. La culpa es de todos. Somos culpables por omisión. Por complacencia. Por gusto. Por incapacidad. Por cultura. Somos como somos y de eso hasta nos blasonamos muchas veces.

La misma cultura predomina en todos los sectores de la sociedad. La ventaja individual por encima del bien común. ‘Lo ancho para mí y lo angosto para ti’. Desde el empresario que se ahorra unos dólares cuando no suple del equipo apropiado a sus colaboradores, hasta aquellos que no exigen las condiciones mínimas de seguridad para proteger su vida, porque es muy incómodo para trabajar.

En Bolivia, los indígenas caminaron dos meses —indignados—, en protesta para que se suspendiera la construcción del segundo tramo de la carretera de Villa Tunari—San Ignacio de Moxos, una reserva natural e indígena de un millón de hectáreas, terreno en el cual el gobierno de Evo Morales proyectaba la construcción de la carretera que unirá Los Andes con la Amazonía. Fueron reprimidos brutalmente por la policía con el fin de detener la marcha. El viernes pasado, Evo morales envió una enmienda al Congreso de Bolivia para suspender la construcción de la carretera.

Para que sea eficiente y moderna nuestra sociedad, debemos exigir nuestro espacio, lo que nos corresponde, como en Bolivia. Debemos entender que las personas que trabajarán en los hoteles de lujo y demás bondades de infraestructura en ejecución, son las mismas que necesitarán de un servicio de transporte seguro y de alta calidad. Son las mismas personas que requerirán de un proceso educativo de alto nivel. Son las mismas personas que deben tener un servicio de salud pública de excelencia. Son las mismas personas que necesitan confiar del sistema judicial; y no dudar que siempre, siempre, están por aprovecharse de ellos, arrebatarles lo que les pertenece. Para que seamos productivos. Para que haya paz y equidad social.

La culpa es y siempre será colectiva, hasta que no atendamos estos principios básicos de convivencia social y de estructuración productiva; y hasta que la sociedad se involucre definitivamente en las decisiones de sociedad: no tendremos derecho a espantarnos por lo sucedido con la titulación de tierras ni reclamarle a nadie. Si el sistema de justicia fuera imparcial y correcto, sería una razón menos para estar entre los indignados.

Si pretendemos llegar al primer mundo no será con edificios, carreteras y hoteles de lujo. Solo se dará con un cambio fundamental en la cultura colectiva. Inclusive estamos lejos de considerar qué tipo de desarrollo cultural deseamos como sociedad. Qué clase de ciudadanos queremos ser. Qué tipo de país realmente queremos, válida discusión para una semana como esta.

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