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- 30/07/2016 02:01
Carlos J. Núñez: gran patriota
Mucho antes de los sucesos de mayo de 1958, conocí a Carlos Núñez cuando ya se perfilaba como un gran líder de la Asociación Federada del Instituto Nacional y creo que las veces que conversamos, ya involucrado desde 1949, y luego que por mi propia cuenta me matriculé en ese prestigioso plantel, sumándome en todas las luchas reivindicativas, desde la madrugada del 19 de noviembre de aquel año en que el coronel Remón, comandante de la Policía Nacional, ordenó ametrallar por varias horas el Nido de Águila, donde funcionaba la Universidad de Panamá en horas nocturnas, desafío cuartelario como lo registra la historia, debido a que el presidente Daniel Chanis le había solicitado su renuncia, al saber de los actos de corrupción en que estaba involucrado en la matanza de ganado y en el monopolio en las rutas de transporte urbano.
Esa noche tuve la experiencia de tantas ráfagas de ametralladoras de las que nos defendimos tras las gruesas paredes de ese gran templo del saber y no hubo muertos ni heridos por esas circunstancias, tiroteo que cesó cuando el profesor Villaruel que atendía el internado de varones, lo solicitó con una bandera blanca casi al amanecer.
Discrepando el rector Rafael Moscote y su vicerrector Pinilla de toda mi militancia patriótica dentro y fuera del plantel y tomaron como pretexto, mi airada respuesta firme, con que me revelé ante el profesor Ser, cuando me golpeó fuertemente en la espalda, durante la clase de Educación Física y desconcertado le dije simplemente ‘Loco Ser '. Fui expulsado y entonces comenzó mi peregrinaje por varios planteles para poder terminar mis estudios, en los cuales se me negaba el ingreso y pongo como ejemplo de esa fatalidad a la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena, donde pretendía obtener el título de maestro, en procura de estabilidad económica, donde igualmente se negó mi admisión.
Esto que cuento está conectado al recuerdo que conservo del gran revolucionario y periodista que lo fue Carlos Núñez, hasta el momento en que, recientemente cesó su corazón, tras un fulminante derrame cerebral y mientras preparaba una revista que en forma entusiasta me hizo saber.
Quienes me conocen por más de 50 años, saben que tuve que meditar sobre mi futuro como ser humano, sin renunciar a mis principios, y fue tras la frustración que sufrí en compañía que muchos de mi generación, cuando respondieron al doctor Víctor Florencio Goytia, y no movió un dedo, alegando que había sido víctima de un fraude, se resignó en la derrota el electoral ante su oponente Ernesto de la Guardia, candidatura nacida en los cuarteles y al amparo del militarismo imperante. Tal frustración se unió a que fui expulsado de la residencia de mis padres en Paraíso, Zona del Canal, tras haber salido de la cárcel condenado a varios meses por haberme solidarizado en un mitin celebrado en el parque de Santa Ana, colocando un ataúd en el que se velaba la Constitución como letra muerta.
Pero siempre se cumple aquello del hombre y sus circunstancias y con la amistad que logré en aquellos momentos con el prestigioso intelectual Diógenes de la Rosa logré trabajar en la Presidencia de la República, oportunidad que me permitió proyectarme hacia un mejor futuro, para superarme profesionalmente y mantener en pie mis ideales.
Lo anterior está dentro del marco de la igualdad de ideales que compartí con Carlos Jerónimo Núñez, tanto en el periodismo, empuñando la pluma frente al colonialismo, cuyas banderas victoriosas pudimos enarbolar finalmente con el general Omar Torrijos.
Carlos Núñez y el suscrito conversamos muchas veces sobre aquellos aciagos días de 1958 en que por un error del presidente Ernesto de la Guardia en no recibir a los estudiantes, se derramó tanta sangre inocente que se hubiera evitado de haberle hecho caso a su asesor Diógenes de la Rosa, aun cuando el final de su Gobierno reconozco un saldo muy positivo en favor de nuestras instituciones y en materia de relaciones con EUA, cuando estuvo al frente de las mismas el Dr. Aquilino Boyd y en las Naciones Unidos el Dr. Jorge E. Illueca.
Al final del camino, con los pantalones largos, debemos aprovechar las oportunidades del diálogo que nos ofrecen los gobernantes bienintencionados, en lugar de las confrontaciones.
Es también mi tributo al despedir a Carlos J. Núñez, a quien siempre consideré un gran patriota.
ABOGADO Y PERIODISTA.