• 16/06/2025 00:00

Buenos padres para un mejor país

Ayer fue día del padre, no siempre se siente la algarabía como se da alrededor del día de las madres, pero igual es una fecha importante. Felicidades a los buenos. Si la pregunta es: ¿Por dónde podemos comenzar a corregir el camino hacia futuro?, tiendo a contestar muchas veces que por medio de la justicia. En realidad, puede que haya varias respuestas que nos lleven por caminos correctivos: la educación es una de las más importantes. Pero el ejemplo y el compromiso de ser padre (papá), responsabilizarse como debe ser por la crianza y cuidado de los hijos, es de las vías más importantes para construir una mejor sociedad.

La irresponsabilidad de muchos hombres es evidente en esta sociedad aún machista a ciertos niveles y que normaliza el hecho de que muchos hombres tiene hijos que no atienden. Peor aún, no toman el tiempo de para formar una relación positiva para que esos muchachos vean su participación en la sociedad desde perspectivas más útiles y productivas.

Hay ejemplos muy claros de algunos padres que ven como normal involucrar a los hijos en asuntos turbios y claros delitos y, juntos, ostentan los beneficios de sus andanzas y defienden estos actos a como dé lugar. Es una relación enferma que, utilizado como ejemplo, amenaza la integridad moral y social de la Nación. Los ejemplos de personas en posiciones de influencia y algún grado de poder, ya han sido expuestas en los últimos años.

La relación padre-hijos es determinante para formar mejores ciudadanos. Sin indicadores científicamente elaborados (solo me apoyo en las relaciones que tengo a la vista: la de mis círculos familiares, de amistad y profesionales). Los muchachos que han crecido en las relaciones que he podido observar directamente, casi todos son ejemplares: bien centrados, con una visión sobre su tiempo y la vida, fundamentada en las realidades que, influenciados por sus padres (mamá, papá, familiares y amigos míos), hacen de ellos ciudadanos comprometidos con ser parte de un mundo mejor.

En un artículo que publiqué hace unos años, me referí a una conversación que inadvertidamente escuché entre dos pasajeros en un vuelo en que estaba. El pasajero que estaría a mi lado por las próximas horas contaba a otro que, recién había regresado a sus actividades normales, ya que semanas antes había perdido a su hijo menor que, inesperadamente, una mañana de abril, no despertó. Tenía 17 años. En el momento no alcancé a escuchar las razones. La mente nos hace estas jugadas tenebrosas y de una vez convirtió ese escenario en una situación personal.

Horas después, lo presencié mirando detenidamente una foto en la pantalla de su computador y recorriendo con sus dedos el rostro y la silueta de aquel muchacho. Vi un padre sufriendo silenciosamente la pérdida de un hijo. Todo su comportamiento, sin duda alguna, era la de un padre comprometido. Casi al final de ese largo viaje intercambiamos algunas breves palabras. No resistí en decirle que había escuchado su historia y que lo lamentaba profundamente. Con la mirada disipada me dijo: “The boy didn’t get up!” (¡El muchacho no se levantó!), con un dolor indescriptible que subrayaba sus palabras... y una vez más, subrayaba su dolor.

En el libro “El olvido que seremos” del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince. Un relato muy personal, valiente, sensible y amoroso, dedicado a su padre, el doctor Héctor Abad Gómez, asesinado por paramilitares en 1987. No es un testimonio fácil sobre la figura del padre y la relación padre-hijo. Para mí es una argumentación sensata y puntual sobre la influencia que esa misma relación puede significar para los hijos cuando el padre no duda en estar allí y ser parte completa de la vida de sus hijos, señalándoles lo hermoso, pero también lo injusto que puede ser la vida, y ante todo, en tiempos difíciles y peligrosos.

Como el pasajero del avión, los Abad Faciolince perdieron un miembro joven de la familia: Marta de 16 años, hermana de Héctor; así como mis padres perdieron a una hija, mi hermana Marietta (Tita), también a sus 16 años. El dolor que se experimenta, lo llevaron hasta sus últimos días, así como cada padre que ha perdido un hijo y que ha trabajado afanosamente por ser ejemplo y apoyo decidido de ellos.

Hay papás... y hay Papás. Los que les dicen a los hijos que les solucionarán con abogados si los señalan en sus deslices o delitos... y los que procuran que sus hijos obren dentro del marco de la ley y lleven sus nombres con dignidad.

Enhorabuena a los papás: los que aman inmensamente a sus hijos y que lo demuestran en cada cosa. Los que están presentes, siempre. Los que a diario salen a trabajar y proveer para ellos. Los que les enseñan responsabilidad, solidaridad, a ser humildes y entregados a una vida positiva. Eso hace mucha falta en estos tiempos de corrupción desmesurada y desacato para construir una mejor sociedad... Una patria con dignidad.

*El autor comunicador social
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