- 07/06/2011 02:00
Un juego electoral peligroso para la democracia
V oy a apartar momentáneamente la mirada de la cocina y diré ahora que el Tribunal Electoral es un novedoso, ‘inusual’ e inmenso tablero de ajedrez con jugadores en los cuatro costados, escenificando una reciente modalidad de este hermoso deporte, con un jaque mate estudiado y predefinido desde antes de iniciar la competencia. De un lado están los honorables diputados, del otro el Ejecutivo, en el que siguen los partidos políticos y en el último, los honorables magistrados; con una pequeña ventaja como agravante y es que los primeros, es decir, los llamados Padres de la Patria, tienen las manos más largas, lo cual les permite anular desde su espacio las movidas que los adversarios emprendan, antes de ser concretadas. Y lo peor, sin reloj ni árbitro o delegado, porque quienes estaban llamados a desempeñar ese papel ahora son ‘grandes maestros’, con el ‘plus’ de poder colocar sus zapatos sobre la cabeza de quien hace de mesa.
¿Y dónde figura el elector? preguntarán algunos curiosos. Bueno el tablero está sobre la espalda de éste quien yace en cuatro patas, esperando a que el extenuante y prolongado juego termine para, como cordero al matadero, acudir a las urnas el día de las elecciones, desgraciadamente a elegir una papeleta de algún partido político con la cual pueda ejercer el sufragio a favor de un candidato a presidente de su agrado, a falta de papeletas independientes para quienes jamás les ha interesado pertenecer a una organización tan desprestigiada como son los colectivos panameños. Entiéndase bien, no significa necesariamente votar por un candidato independiente, si no uno que, aunque postulado en otros partidos, aparezca también en papeletas explícitamente diseñadas y dirigidas al aproximadamente 50% de esos ciudadanos indiferentes a la partidocracia.
Si los magistrados escucharan objetivamente y pudieran cortar tempranamente el cordón umbilical que los une a los colectivos políticos, se hubiese contemplado la posibilidad de votar con una papeleta que no fuera de partido político, para beneficio de la sociedad civil organizada, hacia donde podrían converger los recursos de un subsidio electoral mal concebido y a través del cual las organizaciones partidarias reciben un equivalente monetario por cada voto depositado en la urna por un elector que de acuerdo a las estadísticas oficiales, en la mitad de los casos no pertenece o simpatiza por ninguno de ellos.
¿O por qué no? permitir a los electores escoger papeletas en blanco para que expresen su desconsuelo ante tanta ignominia electoral. Así los políticos se darían cuenta de que los arreglos a trastiendas producen repugnancia a una gran masa de público pensante, atado de pies y manos ante las pocas o nulas opciones independientes en las urnas.
¿Cuál será la posición de los jugadores que representan al TE en lo atinente a la segunda vuelta?, me preguntó alguien hace poco. Sencillo, aparte de abatir más al que soporta el tablero sobre sus espaldas, existen 10,000 ra$ones (perdonen el gazapo, razón se escribe con z) mensuales más otros grandes privilegios como para vaticinar que nuestros honorables jamás nadarán en contra de la corriente que viene del Palacio y por tanto terminarán sumándose a la viabilidad. Es más, hasta me atrevería a pensar que ya esto fue conversado antes de iniciar el juego. Casi nunca se planea algo semejante sin antes haber ‘pegado la hebra’ con los actores de un drama, sobre todo cuando éste es tan calamitoso como el actual. Conviene aquí referirse a las sabias palabras del ex magistrado constructor de democracia, en un programa dominical de TV cuando expresó: ‘Desde la era Pérez Balladares en 1995, los magistrados del Tribunal Electoral supeditaron la institución al Palacio de las Garzas y se atiende en ella, cuidadosamente, los caprichos del gobernante de turno’. (Palabras más, palabras menos).
Cada vez que repaso los artículos previos que he escrito acerca del Tribunal Electoral y sus reformas (‘Al oído de los reformadores electorales y Reforma electoral como si el elector importara’, entre otros), siento una gran tristeza al enterarme de que prácticamente a nadie le importa la suerte que corren los electores de este país y peor aún, a los honorables magistrados nada les roba la calma, lo único que les interesa es que cada quincena les llegue completa, tanto a ellos como a sus familiares. El gran legado moderno que les dejó el magistrado que construyó la democracia electoral panameña ha sido pisoteado sin reparar las consecuencias.
*DOCENTE UNIVERSITARIO.