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- 17/11/2025 00:00
La reforestación comercial como aliada ecológica frente a la deforestación
En Panamá, la deforestación continúa siendo la respuesta inmediata a los problemas sociales del campo. Cada año se pierden miles de hectáreas de bosque natural que se convierten en pastos o cultivos de baja productividad. Esta práctica, que promete una ganancia rápida, en el tiempo deja tras de sí suelos degradados, pérdida de biodiversidad y comunidades rurales cada vez más vulnerables.
Sin embargo, existe una alternativa que permite producir y restaurar al mismo tiempo: la reforestación comercial con especies exóticas. Aunque los monocultivos forestales no reemplazan un bosque natural, son infinitamente superiores a las tierras degradadas que hoy predominan en amplias regiones del país. Donde antes solo había erosión y escorrentía superficial, las plantaciones de teca, acacia, melina, pino o eucalipto restablecen la cobertura vegetal, mejoran la infiltración del agua, fijan carbono y devuelven al suelo su fertilidad estructural. Estas especies, bien manejadas, restauran funciones ecológicas esenciales como la regulación hídrica, la estabilización del suelo y la creación de hábitats para fauna secundaria.
El sistema radical profundo de los árboles forestales previene la erosión y reduce el arrastre de sedimentos hacia ríos y quebradas, protegiendo las fuentes de agua. Además, el dosel arbóreo genera sombra y humedad, facilitando la regeneración natural de otras especies en el sotobosque. Con el tiempo, muchas de estas plantaciones terminan actuando como puentes ecológicos que reconectan fragmentos de bosque remanente, restaurando la funcionalidad del paisaje.
Más allá de su impacto ambiental, la reforestación comercial representa una alternativa económica sostenible. Permite aprovechar tierras ociosas, generar empleo rural y producir madera legal y certificada que sustituye la extracción en bosques naturales.
Allí donde existen opciones productivas viables, disminuye la presión sobre los bosques. Por ello, impulsar la reforestación comercial no solo contribuye a la restauración ecológica, sino que también reduce la deforestación al ofrecer una opción rentable para productores y comunidades rurales.
Desde una perspectiva climática, las plantaciones forestales son sumideros de carbono altamente eficientes. Dependiendo de la especie y del sitio, una hectárea de las especies antes mencionadas puede capturar entre 10 y 20 toneladas de CO2 por año, aportando directamente a las metas nacionales de mitigación del cambio climático y los compromisos internacionales. Este impacto positivo ocurre sin subsidios y con una rentabilidad que estimula la inversión privada tanto local como extranjera, algo que pocos sectores pueden ofrecer.
Países como Uruguay, Chile o Colombia han comprendido este potencial. Allí, la reforestación comercial se ha convertido en motor de desarrollo verde, integrando industria, energía y bioeconomía. Panamá, con su clima privilegiado, sus suelos subutilizados y su posición logística única, podría replicar ese modelo y con ello atraer inversión extranjera que sirva como motor pare acelerarlo. Pero para lograrlo necesita una política forestal moderna que reconozca el valor ecológico del bosque productivo y que elimine las barreras burocráticas que hoy frenan su expansión.
La reforestación comercial con especies exóticas no es una amenaza para el bosque natural: es su complemento estratégico. Al recuperar tierras degradadas, crear empleo rural y capturar carbono, se convierte en un aliado ambiental y social para un país que aún sufre los efectos de la deforestación.
El bosque comercial no es solo una inversión: es una segunda oportunidad para la tierra. Y mientras Panamá siga desaprovechando esa oportunidad, seguirá perdiendo no solo bosque, sino futuro.