• 29/12/2023 10:06

Los acusados, los seguidores de Hamas

Como la historia nos ha enseñado, las palabras importan, y hay una línea muy delgada o invisible entre la incitación y la violencia real.

El drama jurídico pionero, El Acusado, hizo historia al ser una de las primeras películas convencionales en abordar los horrores de las violaciones en grupo y el fenómeno de la culpabilización de la víctima. Además, uno de sus aspectos innovadores en 1988 fue la introducción del concepto de culpabilización de quienes contribuyeron a la violación de la protagonista, interpretada por Jodie Foster, animando e incitando a los perpetradores. Aunque este grupo de seguidores no cometió la violación en sí, fueron hallados culpables de incitación al delito.

Hoy en día, atribuir la culpa, moral si no legalmente, a quienes demuestran públicamente su apoyo a un crimen brutal es universalmente aceptado, incluso si ese respaldo se produjo después del propio suceso.

A pesar de esta aceptación, hay individuos, grupos y organizaciones que aún intentan defender los bárbaros crímenes cometidos por Hamás durante la masacre del 7 de octubre. Entre las numerosas atrocidades perpetradas ese día, hay ataques premeditados contra mujeres y niñas israelíes, incluidas violaciones en masa, violaciones colectivas, torturas sexuales y mutilaciones, generalmente seguidas de ejecución o del secuestro a Gaza.

Resulta chocante darse cuenta de que hay quienes consideran posible, por no decir virtuoso, defender a los perpetradores de estas acciones, justificando así lo injustificable y alentando activamente futuros actos de maldad.

Aunque estas personas se hagan pasar por activistas de los derechos humanos o defensores de la justicia, es tiempo de quitarles las máscaras y exponerlas por lo que realmente son: personas en quiebra moral cuyo apoyo a Hamás se deriva de una agenda de odio y antisemitismo.

Alrededor de estas personas que odian hay una gran masa de simpatizantes bienintencionados que a menudo carecen de los conocimientos más básicos sobre la cuestión, pero que se consideran competentes para emitir juicios. Peor aún, las tendencias políticas y sociales les proporcionan una excusa para hacer la vista gorda ante la barbarie criminal de Hamás.

Cuando los estudiantes en un campus utilizan el lema “por todos los medios” para manifestar su apoyo a la denominada “resistencia”, están defendiendo el terrorismo palestino dirigido, en primera instancia, contra niños, ancianos, y otros civiles vulnerables.

Los manifestantes que gritan “del rio al mar, Palestina será libre” no están defendiendo una solución de dos Estados ni una coexistencia pacífica entre israelíes y palestinos, sino que están abogando por la aniquilación del único Estado judío del mundo.

Como la historia nos ha enseñado, las palabras importan, y hay una línea muy delgada o invisible entre la incitación y la violencia real.

Desde el 7 de octubre, la ignorancia ya no es una excusa. La naturaleza malévola de la organización terrorista Hamás y las creencias viles de sus seguidores ya no pueden ser ignoradas.

La responsabilidad no termina ahí. La responsabilidad recae también en los funcionarios y administradores que toleran, y a menudo, fomentan dicha conducta.

Cada vez es mayor la conciencia de la necesidad imperiosa de líderes que guíen la senda hacia la claridad moral, como puede verse en la reacción a las deplorables respuestas dadas por los presidentes de Harvard, Pensilvania y el MIT, cuando se les preguntó si los llamamientos al genocidio de los judíos violan los códigos de conducta de sus instituciones.

Sentir empatía por los palestinos no involucrados en los combates es una respuesta natural. No obstante, traducir esta simpatía en odio hacia Israel-que realiza enormes esfuerzos por mantener a los civiles fuera de peligro-no sólo es erróneo, sino que además le hace el juego directamente a Hamás, que utiliza a los civiles como escudos humanos, con la esperanza de que sean heridos, con el fin de aumentar la presión internacional sobre Israel.

Hamás es responsable de la difícil situación de los habitantes de Gaza no involucrados, principalmente al provocar la guerra desde el principio. Entre sus otras acciones reprobables, que incluye el robo de combustible, alimentos y agua destinados a uso humanitario, esta organización terrorista reconocida internacionalmente posiciona sus fuerzas en zonas civiles, poniendo en peligro deliberadamente a los habitantes. Se colocan armas y se lanzan ataques desde escuelas, hospitales y mezquitas, y últimamente, desde las zonas seguras destinadas a proteger a los habitantes de Gaza no implicados.

De hecho, cualquiera que se preocupara realmente por los palestinos, abogaría por la eliminación de Hamás. Aquellos que se niegan a hacerlo, solo están desenmascarando su auténtica motivación, que no es la de ayudar a las personas de Gaza sino la de hacerle daño al pueblo de Israel.

El autor es embajador de Israel.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus