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- 17/07/2011 02:00
Recuerdos de mi padre (III)
DIPLOMÁTICO, DOCENTE Y ESCRITOR.
Los Hakka fueron los enemigos a vencer para Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos, a lo largo de las Guerras del Opio (1842—1898) y la Rebelión de los Boxers (1898), pasando por la Rebelión de los Taiping —’Reino de la Paz Celestial’ (1851-1871). La segunda mitad del siglo XIX fue de conflicto entre la cultura europea y la china, y en donde tan sólo a causa de Taiping murieron 30 millones de campesinos (otros sugieren 100 millones).
Pero con 30 millones de muertos, la citada Rebelión sería la más sanguinaria de la historia, pues habría producido la mitad de las víctimas de la Segunda Guerra, de 60 millones alrededor del mundo.
Las víctimas de Taiping superan los 27 millones que murieron en la Unión Soviética durante la Segunda Guerra. Un Holocausto de verdad, ya que los chinos debían defenderse de la Dinastía Qing, que poseía un ejército superior numéricamente al actual de China Popular —el más grande del mundo— y combatir simultáneamente a las potencias coloniales, algunas de las cuales (Inglaterra, Francia, Alemania) aportaron tecnología militar y apoyo a la Dinastía Manchú, ya humillada externamente, contra campesinos pobres.
Las masas apoyaron la revolución, porque pregonaba la distribución igualitaria de las riquezas, la eliminación de las clases sociales, la paridad genérica entre hombres y mujeres, el acceso de éstas a altos cargos, y la prohibición de achicar los pies de las mujeres. Contrario al resto del país, los Hakka favorecían el nacimiento de hijas. Lo inverosímil es que un líder Hakka, Hong Xiuquan, jefaturó el movimiento Taiping, en tanto que otro Hakka, Zeng Guofan, comandante general de las tropas imperiales, se encargó de aplastarlo.
No era de sorprender que el censo de 1900 revelara una disminución de la población china en más de 100 millones de habitantes respecto al de 1850.
Resulta sorprendente el peso que los Hakka han tenido en la historia de China. No solo fueron Hakkas los mencionados anteriormente. También lo fueron: Liu Yong—fu, que combatió a los franceses en el Norte de Vietnam, (1870—1880), organizó la resistencia de Taiwán a la invasión japonesa y fue presidente de Formosa (1895); los mariscales Chu Dé, Lin Biao y Chen Yi; Hu Yao—bang, ex presidente del Partido Comunista; Zeng Qinghong, vicepresidente de la República Popular China; Lee Teng Hui, ex presidente de Taiwán, y la escritora Han Suyin.
A nivel mundial, citamos a Ne Win, ex presidente de Birmania (Myanmar); Ho Cai, gobernador de Trinidad, y Arthur Chung, ex presidente de Guyana (1970-1980).
Los Hakka suman aproximadamente 75 millones en todo el mundo. En Latinoamérica se presentaron en Brasil, Panamá y Jamaica. Los de Jamaica, que eran doscientos originalmente, salieron expulsados por la estadounidense Panama Railroad Company, de Panamá hacia la isla, al finalizar la construcción del ferrocarril interoceánico en 1855, donde casi un millar de chinos (¿cuántos Hakka?) murieron escandalosamente en menos de un mes por enfermedades, asesinatos o suicidios.
Los pocos que sobrevivieron a esta tragedia y decidieron quedarse en Panamá fundaron en 1873 la primera Sociedad China, que constituyó la primera colonia extranjera en el país. El Cementerio Chino fue construido poco después.
Aún mantengo fresco el recuerdo cuando, asido de su mano, mi padre me llevó a visitar la piedra o losa fundacional de la Sociedad China en el Templo ubicado en Calle Carlos A. Mendoza del Barrio Chino, como constancia de la capacidad de sobrevivir y perdurar de los chinos.
Las únicas víctimas durante la separación de Panamá de Colombia en 1903 fueron dos chinos: uno, de identidad anónima, y Wong Kong Yee, quien, conforme al cónsul de Estados Unidos, era un Hakka nacido en el pueblo de Hock San en 1853, justamente donde nació mi padre, Yao Kah Shun, en 1902, en la misma fecha en que me tocó nacer: 29 de enero. (Continuará)