• 22/07/2009 02:00

El azaroso moral

Hoy día, hablar de ética está de moda, pero es curioso que prefieran este vocablo a su sinónimo, “moral”. En el fondo son lo mismo, pues...

Hoy día, hablar de ética está de moda, pero es curioso que prefieran este vocablo a su sinónimo, “moral”. En el fondo son lo mismo, pues ambos tratan sobre lo que está bien y lo que no. Pareciera que el término “ética” está asociado al comportamiento de empresas, sean estas públicas o privadas, y el término “moral” lo reservamos para los curas. No nos engañemos que son una y la misma cosa; sin embargo, el título de este escrito va un poco más allá y denota una tendencia en el comportamiento de las políticas públicas o empresariales.

Los problemas sobre los cuales está edificada nuestra pobreza tienen todo que ver con los excesos de gobierno desde que fuimos la finca del Rey de España, y en donde robaron a los ciudadanos su independencia de criterio y actuación, porque ello no se acoplaba con los designios de la oligarquía de turno; y no olvidemos que las monarquías son oligarquías, al igual que nuestras imperfectas democracias mercantilistas.

El azaroso moral, o tendencia que conduce por una ladera escurridiza, a través del tiempo se ha elevado a política estatal santificada por las mayores potencias del mundo y pretende sacarle las castañas del fuego a grandes empresas, públicas y privadas, aduciendo que son demasiado grandes como para dejarlas colapsar. Tengan presente que ello es equivalente a engrilletarse a la estructura de un buque que zozobra; próxima parada el fondo marino.

Los vicios en la manipulación de los precios, de los intereses, los préstamos, del sistema bancario de reserva fraccionaria y de la economía en general, todos encierran el azaroso moral de perpetuar en la mentalidad ciudadana esos mismos comportamientos que nos tienen al borde de la mayor catástrofe social y financiera que jamás haya existido. El azaroso moral en las políticas de irresponsabilidad populista no son más que proteger a la gente de las consecuencias de sus propios errores.

Por ejemplo, cada vez que uno pretende resolver el problema de otros a través de las “inagotables” arcas estatales, cometemos la imprudencia de desembarazarlos de las consecuencias de su errado proceder. Es lo mismo que intentar curar a un alcohólico brindándole guarapo gratis. Por algo reza el sabio dicho: “la mayor firmeza es la mayor bondad”. Esto no significa que tenemos que ser insensibles, sino que necesitamos políticas de bien andar y no de laderas escurridizas que adoptan los gobiernos populistas, paternalistas, excedidos y socarronamente torcidos.

En síntesis, necesitamos gobiernos más flacos y eficaces, que al menos cumplan con su mandato esencial de proteger la vida, honra y bienes de los asociados; a ver si nuestra Constitución algún día deja de ser letra muerta.

*Empresario.jbennett@cwpanama.net

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