El ataque se produjo mientras se desarrolla en la provincia canadiense de Alberta una cumbre del G7 en la que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski,...
- 28/03/2023 00:00
La nueva guerra fría del siglo XXI
Desde la Guerra Fría del siglo XX, no hemos visto esta dinámica competencia entre Moscú-Beijing y Washington-Otan por mantener una visión mundial de favorecimiento por cada bando contrario. Inclusive nuestra Latinoamérica está dividida en dos polos opuestos, unos apoyan la alianza EE. UU. y Europa Occidental (OTAN) y otros apoyan a Rusia, quien tiene apoyo político e ideológico de China Popular.
Para nosotros, los panameños, al cumplirse un año de la invasión Rusa a Ucrania, entendemos que no se puede legitimar una tercera guerra mundial solo para legalizar el poder de uno sobre el otro bando, así este resultado promueva una guerra nuclear donde todos sufriremos las consecuencias mortales de esta guerra nuclear.
Esta lucha de poder hegemónico mundial se genera por la sobreacumulación de la capacidad productiva en relación con la demanda, la cual no reacciona con el consumo-demanda. La reproducción del propio sistema capitalista refleja la propia reproducción de sus contradicciones intrínsecas, generando un amplio polo de miseria frente a un polo de riquezas cada vez más concentrado; lo cual forja una producción ilimitada frente a un consumo limitado. Esto implica el aumento de la insatisfacción de la gran mayoría de la población que no cubre las necesidades más básicas (alimentación, salud, vivienda) para sobrevivir, dentro de la opulencia.
Esta dinámica de la acumulación de capital llega al campo militar, hoy son indiscutibles las enormes sumas de recursos económicos destinados a la OTAN para que cumpla su papel contra Rusia en Ucrania; esto incluye destrucción de infraestructura, como el gasoducto Nord Stream y el medio ambiente. Guerra que implica, para el resto del mundo, alza de los precios internacionales de los alimentos y la energía, cambios en rutas y flujos del comercio, especialmente afectando el tránsito de carga por el canal y por ende los servicios logísticos del mismo; afectaciones en el sistema financiero internacional, tal como se está dando en el resquebrajamiento del sector bancario norteamericano y europeo.
Esta crisis mundial y sus terribles consecuencias indican que, como país, no podemos alinearnos con las partes del conflicto, sino procurar mantenernos abiertos para impulsar y apoyar diálogos en busca de una paz negociada por los contendientes, promover la transparencia en las relaciones internacionales y promover el equilibrio económico-político del mundo.
Nosotros, junto a nuestros hermanos latinoamericanos, debemos aplaudir y apoyar las propuestas de paz que propone China y cualesquiera otras opciones que paren esta guerra, hay que imponer el cese de fuego de ambas partes, evitar el uso de armas nucleares, parar las sanciones financieras y económicas de los países en conflicto y respetar la soberanía de los países.
Para Panamá es indispensable mantener la neutralidad del canal ante cualquier conflicto bélico, tal como se expresa en el Tratado de Neutralidad Permanente del Canal (7 de septiembre de 1997), complemento de los Tratados Torrijos-Carter, que, en el Artículo II, dice: “Panamá declara la neutralidad del Canal para que, tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra, éste permanezca seguro y abierto para el tránsito pacífico de las naves de todas las naciones en términos de entera igualdad, de modo que no haya contra ninguna nación ni sus ciudadanos o súbditos discriminación concerniente a las condiciones o costes del tránsito ni por cualquier otro motivo y para que el Canal y consecuentemente el Istmo de Panamá, no sean objetivos de represalias en ningún conflicto bélico entre otras naciones del mundo”.
Entendemos que la neutralidad es una fuente de seguridad y defensa de nuestro canal interoceánico, no en función del rendimiento económico, sino debido a que la neutralización es un objetivo de naturaleza estratégica, política y militar.
Independientemente de la corriente ideológica que dinamizan los Gobiernos de turno, siempre seremos neutrales ante cualquier contienda bélica, como país y como administradores del canal interoceánico.
Es posible que estemos ante un nuevo paradigma económico globalizado, dada la fuerte tensión económica que sufren los poderes tradicionales del capitalismo salvaje, sobre todo por la forma en que lo económico se emplea como instrumento de guerra, como la segregación financiera que también contribuye a un proceso de regionalización geopolítica y económica sin precedente, impulsando una nueva arquitectura financiera y una nueva configuración geopolítica. Tenemos que prepararnos para afrontar todos los cambios mundiales que nos deparan los nuevos tiempos del siglo XXI.