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Panamá en el radar global: soberanía vs estrategia
- 04/05/2025 00:00
Hace unos meses, compartí un mensaje en redes sociales sobre el momento geopolítico que vive Panamá. Decía que nuestra posición estratégica, históricamente codiciada por las dos potencias globales, hoy representa una bendición. Sin dudas, el activo más importante que tenemos no es el Canal, sino nuestra privilegiada posición geográfica, un regalo de Dios. Estar en el centro del radar internacional puede ser una enorme oportunidad, si la manejamos con madurez, visión y unidad nacional.
Lamentablemente, en las últimas semanas hemos sido testigos de ruido, manipulación y oportunismo político que amenazan esa oportunidad. Algunos sectores han optado por alimentar un falso nacionalismo y sembrar desconfianza sobre la reciente cooperación entre Panamá y Estados Unidos, ignorando la historia, el contexto y la realidad de nuestro país.
La relación con Estados Unidos ha sido determinante para Panamá desde antes de su nacimiento como República en 1903. El Canal, en su versión original no ampliado, fue construido por ellos y luego transferido a manos panameñas gracias a los tratados Torrijos-Carter. Y cuando nuestra democracia fue secuestrada por una dictadura militar, fue esa misma potencia la que intervino en 1989 para restaurar el orden institucional. ¿Fue perfecto? No. ¿Fue necesario? La historia parece decir que sí.
Hoy, esa relación vuelve a ponerse a prueba, en un mundo más complejo, marcado por la tensión entre China y Estados Unidos, quienes han iniciado una tercera guerra mundial en el plano comercial. Y nuevamente, Panamá está en el centro del tablero. Debemos actuar con cabeza fría e inteligencia estratégica, no con rebeldía emocional.
La historia rara vez se repite de forma idéntica, pero sí rima, como dijo Mark Twain. Algunos la comparan con una espiral. Hoy, Panamá enfrenta una de esas curvas históricas.
Proporciones guardadas, lo que hoy hace el gobierno del presidente Mulino no es muy distinto a lo que hicieron nuestros próceres en 1903 o el general Torrijos en 1977. Todos supieron negociar y asegurar lo mejor posible para el país. Eso también es patriotismo.
El memorando firmado recientemente no representa una entrega del Canal como quería Trump, ni la instalación de bases militares permanentes y menos una cesión de soberanía. Refuerza acuerdos existentes para combatir el narcotráfico, contener la migración ilegal y proteger la seguridad del Canal. Esperamos que estos acuerdos con nuestro principal socio estratégico también traigan mayor inversión y turismo por parte de Estados Unidos.
Algunos critican desde sus trincheras ideológicas o desde redes sociales, sin proponer alternativas serias. Son los mismos que torpedean cualquier avance si no proviene de su grupo político o su agenda electoral. Como expresé hace unos días: “Panamá no necesita más taquilleros de ocasión, oportunistas o falsos nacionalistas. Necesita unidad, coraje y foco”.
Como profesional con más de cuatro décadas de experiencia en análisis de riesgos, puedo afirmar que lo más preocupante no son las marchas y críticas en sí, sino la clara desconexión con la realidad económica y geopolítica. Panamá no tiene moneda propia. Usamos el dólar estadounidense. Si algún día ese país decidiera suspender el envío de dinero físico, cerrar su espacio aéreo o marítimo a naves panameñas, o limitar operaciones bancarias internacionales, el país colapsaría en pocos días. Ya ocurrió en 1987, cuando bancos estadounidenses frenaron remesas y el sistema bancario local se paralizó. Por eso, mantener una relación de respeto y diplomacia con Estados Unidos no es una opción ideológica; es una necesidad inteligente.
Incluso, como han advertido algunos, un evento fabricado —como un supuesto atentado menor al Canal— podría justificar una intervención según lo establecido en los tratados vigentes. No vivimos en un mundo ideal y eso sería muy fácil de ejecutar. En este mundo, el equilibrio entre soberanía y seguridad se negocia cada día.
No podemos seguir atrapados en debates estériles ni permitir que el ruido le gane al rumbo. Esta administración ha logrado avances, ha sido firme y cauta frente a momentos delicados. Corresponde ahora a todos los panameños apoyar con unidad para enfrentar lo que viene: una reforma profunda del gasto estatal, un plan serio para la mina que respete el medio ambiente, una solución definitiva para garantizar agua con el proyecto de Río Indio, y mejoras urgentes en educación, empleo y equidad.
La soberanía no se grita. Se construye con visión, institucionalidad y responsabilidad. Panamá, más que críticas taquilleras, merece unidad.