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- 13/07/2011 02:00
En búsqueda de la juventud perdida
La actriz australiana Nicole Kidman tenía una belleza natural de mito. Su sola presencia en cintas como Moulin rouge de Luhmann, Ojos bien cerrados, de Kubrick o Los otros, de Amenábar, creaba una identificación con sus audiencias y se podía remedar a Julio Cortázar cuando en Queremos tanto a Glenda decía ‘... supimos que la perfección podía ser de este mundo y que ahora era de (Nicole) para siempre...’.
Eso fue en un tiempo, porque según un reciente reportaje de Internet, ella y otras conocidas actrices caracterizadas por la belleza, como Goldie Hawn, Meg Ryan, Teri Hatcher y las estrellas Donatile Versace, Cher y Kylie Minogue, han decidido prolongar algunos de esos rasgos que resaltaron en su mocedad, al someterse a la cosmética, a través de inyecciones de botox bajo la piel facial.
Hay una constante en los seres vivientes que les lleva de una tersura juvenil a un estado de ancianidad, cuyo rasgo más común es el relajamiento de los tejidos, miembros y pérdida de muchos de los atributos. Pero, como diría una amiga, ahora hay un culto a la juventud, a la apariencia; se ha perdido el concepto del respeto a las canas y a la edad, que lleva implícita la experiencia.
Esta sustancia que se ha hecho famosa y que se inocula en la región subcutánea de la cara, es uno de los compuestos más extraños aparecidos en la farmacia contemporánea. Wikipedia dice que se trata de la toxina botulímica, mejor conocida como ‘botulina’, elaborada por una bacteria denominada Clostridium botulinum, y constituye uno de los ‘venenos más poderosos que existen’.
Se explica, además, que por su capacidad de producir parálisis muscular, por ‘denervación química’ se le aprovecha para ciertas enfermedades neurológicas, pero su uso más común es como cosmético para el tratamiento de las arrugas. Éstas son el producto del proceso normal del envejecimiento corporal.
Hay una especie de unión entre los músculos y los nervios; precisamente allí se libera de manera normal la acetilcolina, que es necesaria para lograr contracción muscular, que en el rostro denotan los diferentes estados de las personas; la tristeza, amargura, hilaridad, felicidad y otras sensaciones se expresan a través de tensión—distensión en los ligamentos. La toxina botulina, inhibe esa secreción y rigidiza la expresión.
La atrofia temporal de ese neurotransmisor hace que se congelen las facciones, pues el botox se aplica en el área de la frente, alrededor de los ojos y en el triángulo que forman la nariz, la boca y la barbilla. Cuando la persona ríe, por más esfuerzo que haga, su gesto facial, apenas se nota, porque esta mecánica ha sido afectada por la infiltración del producto químico en el organismo.
Este es un tratamiento que hacen los dermatólogos y que debe repetirse a los meses, pues el efecto se pierde. Se sabe también que la parálisis nerviosa ocasionada por este procedimiento, ‘puede provocar fácilmente la muerte por asfixia o graves lesiones neurológicas’, por el bloqueo a la función respiratoria, afirman fuentes de información médica.
A pesar de esto, la aplicación del botox, es útil para la corrección de determinadas afecciones neurológicas como el estrabismo, ciertos espasmos, incontinencia urinaria y problemas en las cervicales, calambres y el lumbago.
Pero el uso social de esta aplicación ha generado más que una ola, un tsunami en los círculos de la farándula. Ahora hay personas que se ven más jóvenes que sus hijos, pues han pasado por este modelado nervudo. Cuando se observa fotografías en la sección de sociales en los diarios y revistas, se exhiben rostros rígidos y labios inflados como peces, pues hay también el agregado de colágeno.
Sobre este último producto, me explicaban que se aplica en la comisura de los labios y hace que unos abultados o carnosos belfos, pero marinos, cambien la fisonomía de sus propietarios para satisfacción de la moda y del arca de los médicos especialistas en estas aplicaciones.
La realidad social, laboral y hasta familiar de hoy exige este cuerpo con características juveniles tanto en mujeres como hombres. Ellas temen ser suplantadas por casi adolescentes y ellos, quieren presentar una imagen más atractiva para las chicas.
Mi abuela era una anciana hermosa, aun con sus arrugas, y cuando la iba a visitar, la admiraba precisamente por esos signos que la hacían respetable y cuya voz obedecía, porque, aún aguda y vacilante, era enérgica en sus mandatos, segura en su concepción de la vida y dueña de una gran experiencia.
Pero... la presión social impone actualmente valores que dan nuevos sentidos a la superficialidad.
*PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.