• 19/12/2014 01:00

El Pueblo ante la Invasión

Anteponemos la reivindicación del pueblo como actor histórico capaz de gestar la lucha por la liberación

Conocemos el saldo de devastación humana y material que trajo consigo la invasión, pero posiblemente el mayor de sus males encubiertos fue el daño síquico causado a nuestra autoestima colectiva como nación. La liberación que correspondía al pueblo le fue negada, perdiéndose la oportunidad de afirmar nuestra identidad como un pueblo dispuesto a sacrificarse por su Patria, suplantada por una narrativa que nos condena a la indefensión ante los contubernios del neocolonialismo con las elites civiles y militares locales.

Ante esta interpretación fatalista, anteponemos la reivindicación del pueblo como actor histórico capaz de gestar la lucha por la liberación, como esperanza para una reinterpretación de la invasión que pavimente el camino hacia la refundación de la Patria.

Los Estados Unidos, el mismo país ante el cual definimos nuestra identidad en la lucha por la soberanía, es quien sin hacerse responsable por los daños causados por su propio intervencionismo a lo largo de las décadas, remueve de la peor forma posible a esa misma dictadura militar que ellos gestaron. Implantaron en su remplazo al régimen civil-neoliberal necesario a sus pretensiones de dominio unipolar del mundo tras el desmoronamiento del Bloque Soviético.

Toda servidumbre es en cierta forma voluntaria, y no puede mantenerse sin el consentimiento de la mayoría de la población, o más precisamente, por el de los actores con mayor poder en una sociedad: sus elites políticas, económicas y militares. ¿Será que las elites civiles en su entreguismo al neocolonialismo y por estar matrimoniadas con el régimen militar hasta que era demasiado tarde terminaron por llevar al país al punto de no retorno de la invasión? ¿Por qué entonces no pudo levantarse el pueblo a dirigir la lucha y barrer con la dictadura militar y los sectores que fueron sus cómplices a lo largo de las décadas?

Preguntas sin respuesta aún, todas cuales debemos afrontar como nación, ya que la lección que extraigamos de la invasión depende de la interpretación de los hechos que se imponga.

Trascendiendo las engañosas dicotomías de civilistas contra militares o panameños contra estadounidenses, hubo una diversidad de ciudadanos y ciudadanas, luchadores sociales ajenos a las componendas de las dirigencias civiles y militares, que nunca descansaron en la defensa de la soberanía. Son los héroes anónimos que gravitan en aquella área difusa de difícil definición entre los extremos maniqueos, quienes son invisibilizados en las narrativas reduccionistas de la historia que imponen los vencedores.

La invasión debe ser el punto de inflexión que nos permita comprender que mientras sigamos subordinados a las mismas castas antipatrióticas cómplices del neocolonialismo y neoliberalismo, estaremos perpetuamente condenados a ser víctimas.

La única forma de romper con este vil patrón es reconocer en el pueblo, como aquella masa que se convierte en pueblo al adquirir conciencia de su común condición de oprimido, pero a su vez de portador del poder originario en la sociedad, al sujeto colectivo capaz de liberar nuestra Patria. Este es el actor histórico encarnado en el pueblo que puede constituirse en el elemento redentor con mayor potencial para una apropiación e reinterpretación de la invasión que nos permita creer nuevamente en nosotros como nación y pueblo digno, orgulloso y valiente.

*MÁSTER EN POLÍTICA DE LA UNIVERSIDAD DE HARVARD.

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