• 06/08/2024 00:00

Radiografía social, Panamá

No es extraño cruzarse en la calle con decenas de personas abatidas por sus situaciones personales y por la situación socio-económica del país. En cada esquina es fácil encontrar a dos tipos de personas, aquellas cuya insatisfacción es notoria y aquellos que la esconden detrás de una sonrisa amable.

Los distintos problemas de nuestra sociedad tienen diversas raíces. Sin embargo, el reflejo de esos problemas multidimensionales se ve en cosas cotidianas como lo son el plano laboral y la política, afectando nuestro diario vivir. No obstante, son problemas que pudiesen solucionarse a través de nuestra gran esperanza, los jóvenes.

En lo laboral, por ejemplo, tenemos dos escenarios: el sector privado y el sector público.

Por un lado, el sector privado se caracteriza por ser el gran motor de nuestra economía, proveedor de plazas de empleo, entre otras tantas bondades. Pero qué tal si hablamos del lado oscuro en el que están envueltas muchas empresas en Panamá, ese lado que les convierte la vida en una odisea a personas buenas y trabajadoras de nuestro país, ese lado por el que se ha vuelto muy común escuchar la mediocre frase “hay que cuidar el trabajo”. Pues sí, en Panamá proliferan empresas que propician un ambiente hostil a sus empleados a raíz de sus malas prácticas, empresas gerenciadas por personas mental y emocionalmente desequilibradas, por personas que se valen de prácticas corruptas y/o poco éticas para demostrar u obtener resultados, resultados momentáneos que no tendrían sustento en una sociedad en la cual se respetara la ley y el libre mercado, empresas manejadas por personas carentes de valores, de moral y de profesionalismo. Que por generar millones utilizan, entre otros, a sus propios empleados y a personas humildes como herramientas para lavar activos, ya sea cambiando cheques, desviando fondos, pagando sobornos a funcionarios públicos, entre otras prácticas. Y que, aun sabiendo esto, en su limitada capacidad de liderazgo e inteligencia osan denigrar a quienes les colaboran con formas despectivas, autoritarias y totalmente fuera de contexto en pleno siglo XXI, despreciando las capacidades profesionales de sus empleados. Muchas personas cuidan su estadía en esos nidos de víboras para mantener esa plaza de trabajo dentro de un país con grandes problemas de desempleo. Irónicamente y pareciendo un mal chiste, dentro de esos entornos nunca falta ese empleado que se presta para complicar aún más el ambiente, ya sea por una mal sana supervivencia o porque tiene un nivel de complicidad que lo compromete; se les caracteriza por ser personas intensas, serviles, arrastradas, estúpidas y sin criterio. Yo los llamo tontos útiles y, créanme, son despreciables y, tarde que temprano, desechables. Esa mal sana convivencia entre compañeros, sumado a la falta de buen liderazgo convierten el entorno de muchos lugares de trabajo en pequeños infiernos.

Prácticas corruptas, acoso laboral, intransigencia, falta de liderazgo, irrespeto, falta de empatía, salarios e incentivos deprimentes y desconexión con la realidad son cada vez más comunes en los sectores productivos de nuestro país. Curiosamente, en algunos casos, esto ocurre al margen del conocimiento de los propios dueños de muchas empresas, siendo orquestado por empleados que ostentan posiciones de alta gerencia, quienes inclusive a veces se prestan para defraudar a la propia empresa debido al nivel de confianza obtenido. Aunque, les soy honesto, estoy completamente seguro que, en la mayoría de casos, los mismos empresarios son directamente responsables y participes de todo este tipo de manejos. Manejos dignos de investigaciones y sanciones penales, en un país medianamente serio.

Por otro lado, el sector público no se queda atrás, en donde personas capaces y preparadas comúnmente se ven opacadas por personas sin mérito, sin vocación de servicio y sin don de gente que han sido colocadas por haber servido en temas políticos o porque su criterio es de fácil compra-venta y siempre serán serviles a quien los designa, son a los que los norteamericanos llaman “yes-man”.

La corrupción no se escapa de este ambiente, al contrario, en contubernio con el sector privado, en muchas ocasiones y con mucha diligencia, desarrollan un esquema de sobornos en donde pueden encontrar desde ministros, secretarios generales, directores nacionales, coordinadores, famosos políticos del patio y hasta los coloquialmente conocidos como borrigueros. La ley del más fuerte es equivalente o directamente aplicable al más corrupto, siendo este el más “fuerte”. A ese tipo de funcionarios se les olvidó que su trabajo es hacer lo correcto sin esperar dadivas de nadie. Cuan denigrante debe ser tener que servirle a personas despreciables solo porque recibiste un pedazo del pastel.

¿Cómo ser buen trabajador pasó de hacer las cosas bien a seguir órdenes sin cuestionar ni tener criterio? Es una pregunta cuya respuesta está cimentada en los valores que vienen inculcados desde la institución más importante de nuestra sociedad, la familia.

Siguiendo nuestra radiografía, entramos en lo político. En donde las pasadas elecciones nos dejó muchas lecciones, lecciones con un contundente mensaje de fondo. La población está cansada de la miserable realidad en la que nos tienen sumidos las malas prácticas de quienes han dirigido nuestro país y decidió darle una gran moraleja a los políticos tradicionales. Por lo que, traduciendo los slogans de las campañas de los que resultaron ganadores, el mensaje que se logra rescatar es que: “los panameños desean que el gobierno logre mejorar su situación económica, pero alejado de los políticos cuestionados de siempre”. Sé que va a resultarle en un dilema ético y moral, tanto al ejecutivo, como a los diputados electos por los partidos políticos, pero es una valiosa oportunidad para demostrar que Panamá es su real interés, mientras que a los políticos independientes les va a tocar demostrar que pueden sostener su narrativa de hacer las cosas bien y demostrar si realmente tienen la fortaleza y las aptitudes para tan importantes tareas que les fueron delegadas a través del voto el pasado 5 de mayo.

Lamentablemente ya estamos viendo una Asamblea Nacional en donde quienes representan a los partidos políticos empiezan a aferrarse a viejas malas prácticas y en donde los independientes tampoco logran demostrar capacidad para encontrar consenso en un país que requiere unidad y no discursos divisores. Espero se haya aprendido algo de estas elecciones, porque sin duda alguna en cinco años se les pasará la factura y alguien la va a tener que pagar.

Mientras tanto queda estar vigilantes de todos, sin distinción, esperando logren los mejores acuerdos por nuestro país.

La política también les deja una gran lección a aquellas personas aduladoras y seguidoras de hombres. Estar en un partido o ser seguidor de un movimiento no debería ser sinónimo de perder el criterio. Repito, ¿hasta dónde son las personas capaces de denigrarse solo por dádivas, cargos o dinero?

Es importante que activistas, miembros de partidos y líderes políticos en general entiendan, con lo sucedido, que la política debe cambiar. El solo hecho de haber ayudado en campañas no vuelve apto a nadie para ocupar un cargo, es su formación, su capacidad y su integridad la mejor carta de presentación. Panamá requiere no solo de los que tengan más títulos, sino de aquellos que realmente tengan la voluntad y las garras de propiciar ese cambio necesario.

Mientras la motivación de los partidos sea congregar grandes números de inscritos, sin importar la formación política, los principios y/o una ideología política clara que identifique a estos y a sus miembros, seguiremos teniendo basureros políticos en vez de partidos políticos. Esto aplica también para los movimientos independientes.

El gran problema en Panamá es que carecemos de líderes que se atrevan a ser claros en sus posturas y esto ocurre porque el miedo al costo político, por sus acciones, es tal que anteponen sus pretensiones personales por encima del país.

Ejemplo claro de esto lo vimos en tiempo de campaña. En los partidos veías cómo los seguidores de algunos personajes seguían cual corderos los lineamientos de sus presuntos líderes, aun cuando muchos lineamientos eran a todas luces cuestionables. Pero, por otro lado, en el ala independiente también fuimos testigos de que, por el miedo al costo político, no se consensuó el apoyo a ninguna candidatura presidencial.

El miedo de nuestros hombres, disfrazado de “estrategias” o juega vivo, puede llevar al país a una gran encrucijada. Afortunadamente Panamá aún sigue siendo un país libre, soberano y, dentro de lo que cabe, pacífico.

En política no hay nada escrito y reconozco que el actual presidente me traía más dudas que tranquilidad, sin embargo es pertinente reconocer que, al menos por el momento, está brindando un giro esperanzador, tratando de rodearse de quienes se presume son los más capaces y éticos, salvo algunas contadas excepciones, no todo es perfecto, eh! Serán el transcurrir del tiempo, su gestión y su relación con los otros órganos del estado los que le darán su lugar en la historia y yo como panameño deseo sea el mejor posible.

Fuera de toda esta abrumante radiografía social ¿Qué tal si les digo que existe una tercera cara de nuestra realidad? Pues sí, esa cara es aquella en la que hay esperanza, conformada por personas que con sus defectos y virtudes tratan de ser mejores seres humanos cada día, que se levantan a afrontar los problemas y ayudar a construir país; muchos están in-visibilizados aun, otros sobreviviendo dentro de cualquier ambiente hostil como los anteriormente mencionados. En esta otra cara sí hay buenos líderes, también hay buenos empresarios, también están los que se encuentran formándose, los que hacen arte, los que simplemente aconsejan y los que escribimos y peleamos día a día desde la tribuna que la vida nos ha puesto, para luchar por quienes no se atreven o no pueden expresarse.

Pero no puedo acabar este artículo sin traer a colación una realidad de la que no hablé en las líneas anteriores, y esa realidad somos nosotros la juventud, porque todo el problema social que describí en los ejemplos mencionados afecta a quienes ya somos una realidad y a quienes nos toca construir lo que está por venir.

La juventud es el presente, no el futuro. El futuro no lo sabe nadie, aprendamos a valorar lo que tenemos para fortalecer la esperanza de un mejor futuro.

Los jóvenes de hoy en día no buscan horarios, ni reglas obsoletas que limiten sus talentos. Estoy seguro que detrás de esas redes sociales hay jóvenes con grandes capacidades que buscan ser escuchados y valorados. Los jóvenes, en su inexperiencia buscan demostrar sus capacidades con autonomía y respeto.

Los tiempos cambiaron, criticamos la proliferación de plataformas de redes sociales y el contenido, que a veces llamamos basura, que se muestra a través de esas redes. Pero, quiénes somos nosotros para decir que eso está bien o está mal, si en algunos casos estas plataformas brindan alternativas para generar ingresos de forma poco convencional, pero mucho más rentable que sacrificarse dentro de un sistema laboral y político obsoleto que nos repite lo mismo de hace 50 años una y otra vez, pero que no valora ni paga cónsonamente a quienes lo ayudan a mantenerse vigente en el tiempo.

Los políticos, empresarios y líderes que no entiendan esto están condenados a colapsar en un tiempo no muy lejano, reinventarse es la única salida.

¿Queremos cautivar talentos o los despreciaremos por no pensar como uno? Recuerden que nadie es eterno y sin relevo el fin es inminente. A no ser que seas cortoplacista y no te importe el futuro de nuestra nación.

Y ten presente, estimado lector, que el activo más preciado que tenemos es el tiempo, y ese es tuyo, de nadie más. Tú eres quien decide cómo invertirlo. Vive, disfruta la vida al máximo y jamás permitas que nadie borre tu sonrisa.

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