• 22/08/2012 02:00

Política: la suegra

‘La política es tan cochina, que en España por herir a las suegras, les llaman madres políticas’. Escuchado a un sacerdote español en Sa...

‘La política es tan cochina, que en España por herir a las suegras, les llaman madres políticas’. Escuchado a un sacerdote español en Santiago de Veraguas.

Las palabras irónicas que le escuché al cura, cuando yo era niño, no dejan de tener en estos momentos una dolorosa realidad. Naturalmente, no tiene nada que ver con las suegras, sino con los políticos. Seguramente lo que le escuché al sacerdote hace más de medio siglo significaba que en España ya había para entonces, un diagnóstico muy claro de que política era igual a prostitución social de los que dominan el poder.

En Panamá, la percepción general no está muy distante del mismo enjuiciamiento. Se trata de una depreciación a escala mundial, regional y local de todos los valores que existen o que debían existir: credibilidad de altos funcionarios públicos y del empresariado privado, por igual. Ninguna moral de los que dominan el poder político y económico. Cinismo en ambos bandos para adueñarse de todo, sin el menor rubor ni acción de la Justicia, que ya no está ciega por la simbólica venda con la cual le representan, si no que su ceguera es producto de la impunidad galopante en todo el mundo.

La suegra más terrible, se queda tachuela al lado del promedio de los políticos. El problema mayor es que se está creando en el mundo, y Panamá no es la excepción, el fermento tétrico, pero justiciero, de revoluciones ciclónicas y repentinas que sólo avisan cuando están demasiado próximas. Ya no vamos a buscar referentes como el de Egipto, Libia, Túnez. Ya observamos la decisión ejemplar de los Gnöbe Bugle, que hace meses atrás enfrentaron las armas policiales y dejaron sangre mártir e idealista para defender sus derechos sagrados y mil veces negados. Ha habido otros avisos.

Pretender, como se está haciendo, que hay ‘que reformar para mejor las normas electorales del próximo torneo’, es una estupidez de dos aristas: la primera es pensar que la sociedad es estúpida y lo cree; lo segundo, buscar excusas con supuestos razonamientos favorables a unos agregados puramente electoralistas a favor del régimen, desconociendo sin embargo el extenso y prolijo análisis y recomendaciones de la Comisión de Notables que fueron instalados al calor presidencial y luego despreciados, igualmente con el mismo fogaje. Tenemos que felicitar, y no quedarnos allí, el accionar del Tribunal Electoral y de su actual presidente, Gerardo Solís, que, cual mosqueteros contra la ‘Guardia del Palacio’, se han batido con desventaja en armas e influencias, pero recogiendo de muchas maneras el descontento, ya a punto de violentarse, de la sociedad responsable.

Cuando veo al presidente Martinelli exponer sobre su obra de gobierno, tengo que aceptar que el factor cemento, acero e infraestructura ha estado presente de un modo supremo. El tema es que tales proyectos y realizaciones —tan necesarias— han ido acompañadas de políticas de Estado sin definiciones sociales y proyecciones coherentes hacia el futuro. Un gobierno lleno de técnicos —algunos excelentes como Roberto Roy en el Metro—, pero sin una guaricha rústica de filosofía, sociología, sentido docente del rumbo social y cultural de una nación, que quiere serlo, cuando apenas en verdad llevamos doce años de practicar la soberanía y la independencia. Cemento y varillas sin Ideología de Estado, Estrategia Socioeconómica bien definida, un canal ampliado monumentalmente, presupuestos astronómicos sin haber escuchado en poco más de tres años una sola charla de algún alto funcionario que nos permita decir: ‘aparte de gente que maneja las mezclas concreteras y fundaciones, hay alguien que nos dice por dónde caminar hacia los años por venir’.

No sé qué será peor: la suegras tóxicas, que alguna habrá, o la ceguera culpable de una clase política en general, que tiene abierta su tumba a escasos centímetros y todavía no la puede ver.

*ABOGADO Y MILITAR RETIRADO.

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